Capítulo 7

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El candelero de cristal colgaba sobre mí, sin moverse, luchando contra la gravedad para mantenerse allí aferrada al techo con una fina cadena dorada. Bien, había observado cada rincón de la habitación con todos los más minúsculos detalles. Ya estaba aburrida, y estaba bien. Pero Leo no me escuchaba. Me hizo quedarme un día entero de reposo, y sólo acepté, porque prometió que hoy volvería a permitirme entrenar. Con la condición, que no vuelva a desobedecer, que no intentase nada que él no me pida. Si esa era la condición, la aceptaba y me aferraba a ella. Había pasado mal aquel momento, y no sólo el dolor físico. Me dolía haberle fallado a Leo, haber demostrado que sólo era una cabeza hueca, que me gustaba desobedecer las órdenes. No me importaba si fuesen órdenes de mi padre, pero eran las de Leo. Y por algún extraño motivo, me importaba. Salí de la cama de un salto, y me vestí lo más rápido que pude. Este día sería diferente. Mostraría una nueva faceta de mí, no me molestaría ni reprocharía lo que él me hiciese hacer. Si pretendía que me arrastre por el hielo, eso haría. Iba a impresionarlo. Bueno, eso ya lo había dicho, pero esta vez, lo sorprendería por algo diferente a querer hacer aquel salto que, claramente pudo haberme pasado cualquier cosa. Tuve la suerte de que sólo fue un fuerte golpe, y nada más. Me senté en el tocador, no tenía ninguna ojera. Parecía que lo que necesitaba era darme un porrazo. No, eso no. Necesitaba un día de descanso, y este era el resultado, tenía las pilas cambiadas y nuevas, con otras ganas de patinar, diferentes a las que tenía el primer día que había llegado a la ciudad. Salí del cuarto, y ya tenía el desayuno servido, esta vez lo tomé todo sin dejar ni una gota. Tomé la mochila con los patines, y abrí la puerta del cuarto. Estaba tan ansiosa, que quería adelantarme, creyendo que con eso el tiempo pasaría más rápido, y choqué contra Leo, que aparentemente, estaba por entrar.

-¿Ibas a algún sitio? - Me preguntó levantando una ceja. Normalmente, me hubiese quedado callada, o le hubiera contestado con indiferencia, pero esta vez no.

-Sí, iba a alcanzarte así íbamos al club - Le contesté con una sonrisa, intentando querer salir del cuarto, pero me detuvo con un brazo.

-Si yo no lo digo, no vas a ningún sitio - Su mano aún seguía agarrando mi brazo, lo miré a los ojos. Ojala que nunca me hubiese soltado, pero lo hizo, haciendo un gesto con la cabeza para que lo siga. En el elevador había un espejo, ambos mirábamos al frente, y no pude evitar observar su reflejo, que miraba fijamente una pantallita donde indicaban los pisos. Aquel momento no duró mucho tiempo.

Aquel día, el entrenamiento fue diferente. Me concentré en cada palabra que decía Leo, aunque en principio me costó, tenía una voz tan... Diablos, debía hacer algo con esos pensamientos que tenía. Notaba mejoría en cada salto que hacía, haciéndolos cada vez con más agilidad, y finalizándolos con elegancia. Me sentía satisfecha conmigo misma, aunque sabía que aún no era suficiente. Sí quería llegar lejos, debía seguir, seguir, y seguir como hasta ese momento. De vez en cuando me hacía frenar, para darme una botellita de agua, y poder seguir completamente renovada. Eso era nuevo, él no tenía esa atención en mí unas semanas antes. ¿Podría ser que, se comenzaba a preocupar por mí? A veces fantaseaba con que así era, que él me quería, me cuidaba, me daba cariño y apoyo, aunque solo eran eso. Fantasías de una niña pequeña, que las tenía una joven que ya era bastante mayor para imaginar cosas que no serían reales.

Me estaba indicando un modo elegante de finalizar una presentación, hasta que su celular sonó, y retumbó en todo el lugar. Me volví a verlo, tenía una leve sonrisa en el rostro. Me sorprendía que esté soltero, ah, lo olvidaba, que todos creían que era un violento golpeador de jóvenes patinadoras, para el mundo, él era la Bestia. Me deslicé hacia el borde de la pista, esperando una explicación. No tenía por qué pedir una, pero sentía que era necesario, aunque ni bien me acercó, ya había cortado, y me miraba, fijamente, con esa pequeña sonrisa que inquietaba. Me estaba carcomiendo la intriga, por su expresión, sabría que me lo diría, y no quería que espere ni un minuto más. Quería saber aquello fuese lo que fuese.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora