Corazón de Cristal

Capítulo 15

Tan sólo pasaron tres días desde aquella noticia, o eso supuse, calculando cuando mi habitación se iluminaba por la luz del sol, y cuando se oscurecía. Desde aquel momento, en el que sentí que todo mi mundo se derrumbó, en que sentí que mi alma se fugó de mi cuerpo, que las fuerzas me abandonaban, que no me movía de la cama. Con ayuda de Logan había logrado llegar a la cama, me había recostado aquel día, y no me volví a levantar. Me martirizaba observando desde aquella posición, las fotos que había pegado a la puerta del armario. La había abierto, y no la volví a cerrar. No comí, prácticamente no dormí, sólo lloré, me lamenté, y lo extrañé. Mi celular sonaba, en la pantalla aparecían siempre los mismos nombres, Logan, Chloe, y Jason. Pero no respondía a ninguno. Habían intentado golpeando la puerta de mi piso, pero no me moví. Cerré con llave, y me quedé adentro. No salí ni para entrenar. Normalmente lo que me animaba era el hielo, pero en aquellos momentos, lo único que me haría bien, no lo volvería a ver. Mis ojos se humedecieron nuevamente, giré la cabeza y enterré el rostro en la almohada para ahogar los sollozos que me quemaban la garganta.

Debía de tener un aspecto deplorable, pero no me importaba. Ni siquiera quería tener un aspecto, no quería seguir, no quería sufrir, no sufría el hambre como sufría la pérdida, no me importaba tener el cabello enmarañado ni tener ojeras. En un solo momento que tuve que ir al baño, agarrándome de las paredes para no desplomarme, noté cómo el pantalón se me caía, ya me quedaba grande. Otras veces había pasado hambre, pero algo siempre tenía en el estómago. Esta vez, no tenía nada, y no quería tener.

La somnolencia me invadía, quería dormir, pero a su vez no podía, no estaba tranquila. Logan y Jason habían intentado nuevamente llamar a mi puerta, pero no les abrí. Si fuese Leo, él abriría con la copia que él siempre lleva de mi puerta, pero él no estaba, y si no fuera por él, no estaría en aquella situación. No sabía lo que era estar en estado depresivo hasta ese día, estaba deprimida, angustiada, vacía y dolida. Me permití cerrar los ojos, derramando lágrimas que se acumulaban allí. Sentí un ruido proveniente de la sala, era mi imaginación. Varias veces mi imaginación me había jugado trucos baratos, y sólo me daban falsas esperanzas. Leo no estaba. Nada cambiaría aquello. Sentí, o creí sentir, unos brazos que me rodeaban y me sentaban en la cama. Pero no caería devuelta, mantuve los ojos cerrados, y ni siquiera me moví, no tenía fuerzas.

-Tara...-me movía con cuidado, y yo cada vez me sentía más segura de que eso no era real. No me dejaría engañar por las ganas que tenía de verlo. -¡Tara! Por Dios... Jason ve por un médico. ¡Ahora!-¿Por qué mi mente me jugaba tan malas pasadas? Me dolía recordarlo, no quería más nada, estaba cansada. Dejé escapar un sollozo, quería que todo terminara. -Abre los ojos, Tara, por favor. Estoy aquí-

Tal vez, esta vez acepté darme otra oportunidad a mí misma. Mi error siempre había sido confiar, y luego desilusionarme. Abrí los ojos, con la respiración entrecortada de tanto reprimir los sollozos, y lo primero que se me vino a la mente ante la imagen que tenía en frente mío, era que estaba muerta.

Grité y me deslicé hacia atrás, mi espalda chocó con fuerza contra el respaldo de la cama. Al instante, comencé a llorar desconsoladamente, como lo venía haciendo todos esos días.

-¿Cómo....cómo es posible?-no podía parar de llorar. Leo gateó sobre la cama y tomó mi rostro entre sus manos quitando las lágrimas.

-Tranquilízate. Estoy vivo. Estoy bien. Estoy contigo-para mí, seguía siendo una broma, una mala pasada de mi imaginación, lo creía muerto, lo creí durante tres infernales días. Negué con la cabeza. -Sí, es cierto, cálmate-me rodeó con sus brazos, y se recostó en la cama, conmigo encima. Mi cuerpo temblaba, mi alma temblaba, sentía, bueno ni sabía lo que sentía. Era como si las fuerzas hubiesen vuelto de golpe, y eso a su vez me dejaba agotada, confundida.