El amor de mi hija II

41.4K 238 4
                                    

¿Se lo dirá a su madre? Dios... que he hecho, con que cara voy a reclamarle una infidelidad.
Me agobie tanto que solo pude meterme un baño y dormi.

Al despertar, Vivían había llegado.
Me saludó con la misma frialdad de siempre.

—He traído la cena Arturo, la sirvo y vienes.
—Val— Respondí sin más.

A los minutos fui al comedor. Sara estaba ahí mirándome, yo baje mi mirada, estaba más que avergonzado. Vivían sirvió la cena que constaba de susshi. Vi en su muñeca una pulsera que se veía fina.
—¿Y esto?
—Ahh una baratija que me compre.
—No se ve como baratija— replique.
—Pues lo es ¿o crees que con lo que tenemos puedo comprar algo medianamente fino?—. Me respondió con rudeza.
—Papá antes te compraba cosas caras mamá—. Dijo Sara.
—Tu lo has dicho, antes, ahora en cambio si estamos cenando es porque yo he pagado por esta comida.

Sus palabras me dolieron, me levante de la mesa y me fui en silencio.

Dormí hasta el día siguiente que era domingo. Se supone que Vivían descansaba pero salio diciendo que tenia un desayuno con sus amigas de promoción y bla bla bla... claro que era mentira. No me había atrevido a encararla porque me sentía culpable de haber besado a su hija.

Tocaron la puerta.

—Hola papa
—Sara...
—Tenemos que hablar
—Si, claro. Pasa.
—Papá, lo de ayer estuvo mal
—Lo sé, lo sé, de verdad que lo sé. Yo jamás haría algo de eso.
—Lo sé papito, supongo que es todo lo que te está pasando lo que te puso así. Y por eso. Quiero que olvidemos eso. ¿Si?
—Claro que si, y gracias hijita.
—Solo era eso papito. Voy a salir con mis amigas, ¿vale?
—Si hija y gracias por entender. Tu madre No está  así que... bueno veré que me preparo.
—¿A donde fue?
—Dijo que con sus amigas
—¿Aun no has dicho nada?
—No...
—Lo siento papito.
—Y yo....

Al salir giro hacia mí.

—No me gustó lo que dijo ayer, tu nos has dado mucho— y me mostró una medallita de oro blanco que le regale cuando cumplió 15.
—Esto es lo más fino que tengo, y créeme,  mis amigas lo envidian. Y me guiña un ojo

Los días pasaron, yo con mi sentimiento de culpa y con poco orgullo de reclamarle algo a mi esposa. Pero ella cada día más sin vergüenza, salía todo el tiempo con escusas tontas, menospreciando todo lo que hacía o decía, mi hija se daba cuenta de esto, veía a su padre disminuido. Hasta que un día no aguanto más.

Escucho a su  madre burlarse de mi. Vivían me había dicho a la cara que era muy poca cosa para ella, que estaba viejo, sin dinero, que era un perdedor. Que ella era mujer fuerte y emponderada, que no necesitaba a alguien como yo y que solo seguía conmigo por el cariño de sus hijos hacia mí.

Sara escucho todo esto y al salir su madre vino hacia mi habitacion. Era de noche y ella iba a salir, traía un vestido negro de una tela satinada y corto. El cabello recién planchado y maquillada al natural, se veía preciosisima.

—Papito
—Hija, no soy nada para tu madre— le dije entre sollozos, me sentía tan poca cosa, tan humillado, tan miserable.
—Ella no te merece papito, no sirve que llores por ella.
—Ya estoy viejo y no valgo nada para ella. Nada, absolutamente  nada.
—No digas eso. Tu vales mucho, para mi vales más que ella.

Viene hacia mi y me abraza. Sus delicados brazos me sirven de consuelo y puedo percibir su aroma.

—Papito, mirate. Aun eres joven y guapo y trabajador,
—No hija, eso lo dices tu porque me ves con ojos de hija y mira el trabajo que tengo. De nada me valió tener estudios, haber trabajado en el banco más prestigioso del país. Ahora soy un remedo de hombre a quien tú madre ha encontrato un reemplazo y se que me dejara. Me quedaré viejo y solo.

Relatos EroticosWhere stories live. Discover now