El amor de mi hija I

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Pase mi vida trabajando durisimo, todos los días estaba de pie y duchado a las 6 am. Y aun a mis casi 50 años me esforzaba cada día por mi familia. Había criado a los hijos de mi mujer quien enviudó con dos pequeños. Uno de 13 años y Sara de 10. Su marido cobardemente había decidido matarse y dejarla a ella con deudas que casi la enloquecen. Yo la conocí en el banco, cuando ella buscaba una prorroga y que el banco entendieran su situación y no le quitaran la única propiedad que tenían. Una pequeña casa en el centro de la ciudad.
Me enamore de ella y de su valentía. Y nuestra vida fue perfecta, hasta hace un par de años en que decidieron retirarme de la empresa bancaria por recorte de personal. Y me vi obligado a buscar otro empleo. Lamentablemente no lo encontraba, así que tuve que conformame con un trabajo mucho menos remunerado, pero mucho más exigente. Ahora me gana la vida en una constructora como obrero en obras de la municipalidad. Claro que yo no era maestro de nada, comencé con el puesto más bajo y mísero. Pero era lo que había. Vivían y yo no habíamos tenido hijos propios pero yo quería a los suyos como los míos, y estaba pagando los estudios de Sara, Joel había decidido hacerse de una vida militar asi que por ese lado teniamos las cosas más llevaderas, encambio Sara quería ser Aereomoza, y tenia todo el porte para hacerlo, la nena era guapisima, 1.75 de altura. Delgada y de una piel tan blanca y pura, con el cabello liso castaño y unos ojos miel grandes con unas rizadas y tupidas pestañas. Su carita era como la de una muñeca de porcelana. Yo no iba permitir que ella dejara sus sueños.

Todo iba masomenos bien, y digo masomenos porque Vivían, mi mujer, por quien lo había dado todo ahora parecia asquearce de mi, de mi ropa polvorienta, de mis manos agrestes por el cemento. Por qué ahora estaba cansado y ya no era el hombre vigoroso y exitoso de antes. Eso me bajába la moral, pero tenía el consuelo de mi hija.
Sara me aplicaba unas cremas en las manos para hidratarlas, incluso las besaba y me decía, -gracias papá por esforzarte por mi-. Era ella quien calentaba mi comida cuando llegaba de trabajar, y era ella quien me daba masajes en la espalda cuando la tenia adolorida. Se daba cuenta que su madre se habia distanciado de mi. E incluso de eso me hablaba.
-Mamá ya se dará cuenta papito de lo valioso que eres. Yo si te quiero y te agradezco todo lo que haces por nosotros.

Ella era mi real motivación.

Un día, me percate que Vivían rehuia de mi cada vez que hablaba por teléfono. Ella siempre fue una buena mujer. Así que no quería pensar tonterías y no hice caso. Pero más cosas iban cambiando nuestro ambiente familiar. Sara y ella discutían por todo. Y sara era siempre fue una buena chica, bastante dulce y bien portada, ahora en cambio retaba a su madre y la desobedecia sin más.

Una tarde que estaba tumbado en el sillón Sara se acercó con una revista.
-Mira papa.
-¿Que es eso?
-Es un artículo de la belleza después de los 50 para hombres.
-Me reí...¿que quieres que haga con eso?
-Papa tu te has puesto pensar en que eres un hombre muy guapo?
-¿Guapo yo?
-¡Siii! tu
-Ay hija. Quizás lo fui hace un tiempo, ahora con estas canas y este cuerpo cansado que voy hacer guapo.
-Ay papa. Pero las canas no son malas, todo lo contrario, pueden llegar a ser sexys. Solo te hace un buen corte de pelo y ya esta. Además siempre has tenido unos muy bonitos ojos. Mira lo verdes que son y con esos rasgos medio europeos que tienes. Solo es cuestión de ponerte un poco en forma y ya esta.
-Ja,ja,ja.. sexy, yo...
-Ay papá. Esta bien, no digo que tengas que ser sexy pero podrías dedicarte un poco a ti
-A que te refieres?
-A que te cuides. Come mejor, y has algo de ejerció.
-Hija con el esfuerzo que hago no te parece suficiente.
-Pero solo haces fuerza, yo digo de trabajar tus músculos por zonas. Para que estés guapo, a mamá le va a gustar.

Dijo eso y mi cerebro hizo clic. La verdad quería recuperar mi vida sexual con Vivían.

-¿Y que hago? No tengo dinero para ir al gimnasio
-Yo te enseño papi
-¿Tu?
-Si, claro que si, ven levántate. Vamos hacer ejercicios ahora mismo.

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