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Los mensajes llegan con las peligrosas aguas de la guerra

La calma se mantuvo en el palacio de Kongyun por aquellas dos semanas en las cuales no se recibieron noticias de la emperatriz de Shui. En aquellos días, el excéntrico Meng HuanYue seguía encargándose de proteger a su soberano velando por su comida y cuidando de que su secreto no se diera a conocer. Estaba siendo un martirio para Xen ShenTai soportar las ocurrencias de aquel indisciplinado sirviente suyo, pero al final aceptaba que servían para algo más que solo molestar.

-Llevas toda la tarde jugando con los pinceles. Te dije que te enseñaría a escribir bien, ¿por qué no te puedes comportar ni siquiera para algo que te va a ser útil?- el emperador volvía a perder la paciencia con él, no era difícil puesto que apenas había logrado que aprendiera los caracteres principales y escribirlos bien no estaba dentro de lo que Meng HuanYue consideraba entretenido.

-Ya sé hacerlos bien, majestad. ¿Por qué necesitaría más práctica? Quiero dibujar, me gusta mucho hacerlo. Nunca antes había tenido estas cosas y quiero jugar con ellas un rato más.- en contraste con la molestia del mayor, el ladrón estaba feliz como un niño pequeño al que le dan un regalo.

Y así se sentía, ya que en su niñez poco pudo disfrutar. Sin embargo, con las cosas que le enseñaba y ofrecía su emperador, podía revivir aquella inocencia que había perdido por los largos años de sobrevivir del robo y la miseria. Harto ya de insistir, Xen ShenTai se levantó de la mesa y fue a paso lento hacia su amado guqin. Comenzó a tocar una melodía que se imponía a sí misma ser apacible con tal de relajar sus alterados nervios. En aquellas dos semanas, su vista no había vuelto a empeorar y eso era un gran logro para él y su sirviente. Aún así, le era casi imposible distinguir algo más allá del alcance de sus codos, y apenas eso que lograba ver era claro. Todo su mundo estaba difuminado y sin ninguna certeza de qué era lo que estaba frente a sus ojos. Meng HuanYue era lo único seguro que había en su vida y no lo quería aceptar. Como tampoco quería aceptar que se burlaba de él a menudo.

-¿Qué te parece, majestad? Está muy bonita la grulla que dibujé, ¿verdad?- inútilmente en ladrón mostraba frente al rostro del emperador el trozo de papel con sus garabatos, lo cual hizo que el mayor solo cerrara los párpados.

-Ni aunque lo acercaras al punto de pegarlo a mi nariz seré capaz de ver lo que has hecho en ese papel. Meng HuanYue, te he dicho varias veces que no soy capaz de leer por mucho que me sepa los caracteres. Entonces tampoco soy capaz de ver un simple dibujo.

-¡No lo llames así!- replicó fingiendo sentirse insultado.- No es un simple dibujo, es una obra maestra. Y pienso que se verá muy bien adornando tu habitación.

-Menudo insulto a la armonía de estas paredes.- comentó sin detener la melodía.

-Te haces el fino, pero últimamente te gusta meterte conmigo.- con tono pícaro, el sirviente sonrió de medio lado.

-Hay que ponerte en tu lugar. Eres demasiado descarado y, al menos en mi presencia, debes comportarte.

-Como digas, majestad...- guardó el dibujo doblado en su túnica y fue a acomodarse en la ventana como tantas veces que se ponía a observar a la gente caminar en los terrenos de palacio.- Aún me pregunto por ella...

-¿Hablas otra vez de esa niña fantasma? No lo pienses más, Meng HuanYue, tu mente enloquecida te engañó en un momento de distracción y ahora ves a esa chica en todos lados. No has parado de hablar de ella desde que llegamos de la Torre.

-No es eso... ¡Y no es un fantasma!- reafirmó frunciendo el ceño.- Sí que estás aprendiendo a molestarme...- volvió a mirar fuera soltando un suspiro a la vez que apoyaba la cabeza en el marco de la ventana.- Es real... y extraña... pero no es de esa niña de quien hablo. Es de esa otra persona que acompañaba a la emperatriz de Shui, alguien que solo estuvo cuando llegó... y nunca más le volví a ver...

Los ojos del emperador Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu