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Si la hormiga reina vive, el hormiguero puede construirse en otro lugar.

-¡No vas a pelear! ¡Es una locura!

-Tengo que hacerlo por mi gente. ¡Déjame subir al caballo, maldita sea!

-¡ShenTai, no seas tonto!- Meng HuanYue tiró de la manga del emperador hasta casi hacerlo caer.- Ir a la guerra en tus condiciones es un suicidio. Tu gente está huyendo.

-¡¿Y qué propones que haga cuando mis hombres van a dar su vida por mí?!

-Puedes liderar esto desde lejos... pero no pelees tú... No tienes ni la experiencia ni la capacidad para eso...Te matarán al llegar... ¡Y tu gente te va a necesitar cuando la lucha termine! No importa quién gane...

Xen ShenTai lo meditó con la calma que pudo darle la situación y terminó por asentir. Tomó la túnica de su sirviente y tiró de él para acercarlo más. Le pidió que lo llevara con su general de ejército y dejó instrucciones claras para varias posibles situaciones por si no sabían cómo responder a tiempo. Por mucho que insistieron sus hombres en acompañarlo como escolta, el emperador los rechazó diciendo que prefería que cuidaran sus tierras y defendieran a su pueblo. Ellos comprendieron, su soberano era inexperto y no estaba en condiciones de ir a la guerra, pero aún así pensaba en todos ellos y en su bienestar. Les tenía fe, los quería proteger. Eso animó a las tropas y los hizo avanzar al campo de batalla con actitud de poder salir victoriosos mientras su líder se retiraba de los dominios de Kongyung en su caballo y con la única compañía de su fiel sirviente Meng HuanYue.

En pocos días, el cielo se volvió gris, el ambiente tenso y la tierra seca. Los heridos llegaban de todos lados a los poblados cercanos, así como los ataques repentinos reclamando la tierra como propiedad de otro de los clanes. Los agricultores estaban aterrados, cada caballo que veían era una alerta de muerte para ellos. En dos semanas, los estandartes del clan del fuego habían plagado los territorios circundantes al antiguo imperio de Xen ShenTai.

-Come algo... se te va a enfriar...- lo trataba de animar el ladrón.

-No tengo hambre...- respondió él sin mucho ánimo.

-Llevas diciendo eso tres días, tienes que comer algo. O no vas a tener fuerzas para viajar.

La comida eran realmente un par de conejos que Meng HuanYue había logrado atrapar en el camino. La primera carne desde que huyeron del palacio. Mas era obvio que la tristeza del emperador había opacado su apetito. Habían estado al pendiente de las noticias preguntando en lugares cercanos. Xen ShenTai apenas había hablado desde que supo que sus tierras fueron tomadas y que sus hombres huyeron o murieron en combate.

-La guerra terminó... y aún así... no pudimos hacer nada... Debí quedarme junto a los míos y luchar. Mi padre lo hubiera hecho...

-Entonces habría muerto ahora y no antes.- comentó el sirviente terminado de cocinar su carne en una rama sobre el fuego.

-No es momento de tus estúpidos comentarios burlones, Meng HuanYue... Estoy hablando de honor...

-¿Qué honor hay en morir en la guerra victoriosa si luego los tuyos no sabrán a quién seguir?- Xen ShenTai levantó la cabeza ante ese comentario.- Es mejor vivir en la guerra perdida y dejar que el tiempo pase para comenzar de nuevo... pero con el mismo líder al que le soy fiel...

-¿Y qué hay de los caídos? ¿Con qué autoridad guiaría a mi pueblo cuando muchas familias han sido rotas por culpa de mi ineptitud...? -Meng HuanYue se quedó en silencio escuchándolo, sabía que necesitaba desahogarse, no solo por lo ocurrido en la guerra, sino por sus frustraciones del pasado.- Toda mi vida mi padre me repitió que debía ser un buen líder, que debía saber guiar y dar todo por mi pueblo... Sin embargo, ante la primera batalla resulté ser más que vulnerable... Solo soy un emperador por mi título heredado... y mi gente muere y huye de sus tierras por mi culpa...

Los ojos del emperador Where stories live. Discover now