18

78 14 3
                                    

La sentencia cae sobre la inocencia de nacer en otras tierras.

Sus ropas no llamaban la atención debido a que habían tenido el cuidado de cambiarlas desde hacía semanas atrás. Sin embargo, el emperador no podía ocultar sus nervios al estar en el territorio que le había arrebatado todo. Su mente divagaba en pensamientos negativos de posibles escenarios en los cuales él era descubierto y llevado a prisión, o peor, asesinado a manos del ejército de Huo. Su mano apretaba la túnica de su guía con temblor disimulado, sus ojos se movían de un lugar a otro de forma casi paranoica con cada sonido o voz que se acercaba demasiado a él. En cambio, Meng HuanYue se sentía como si nunca hubiera salido de su clan. El pueblo era muy similar, tanto la comida como las edificaciones y la gente eran lo que recordaba de su tierra. Su andar era despreocupado y mantenía una sonrisa de orgullo, aún cuando estaba más que consciente del miedo de su soberano.

-ShenTai, deja ya de preocuparte. Si actúas de esa forma, la gente sospechará.

-Se nota que no es a ti a quien podrían cortarle la cabeza con el caer de una espada en su cuello... Si yo muero, no valdrías ni como prisionero... porque ya no tendrías emperador al cual servir.

-Estás exagerando. Nadie te va a matar. Mi intuición me dice que estarás bien aquí.- Xen ShenTai gruñó por lo bajo.

-Tu querida intuición nos ha traído a territorio enemigo.- su tono sonó sarcástico y molesto.- Quisiera al menos salir de la vista de los demás. ¿Habías mencionado algo de una taberna donde quedarnos?

Meng HuanYue revisó las diferentes edificaciones mientras andaban por la calle esquivando a la multitud. Aún si era cierto que aquel ladrón de cuna humilde nunca había aprendido a leer hasta que el emperador llegó a su vida, sí fue siempre capaz de reconocer ciertos caracteres debido a su importancia para su supervivencia. Y uno de esos era el que anunciaba que la edificación era una taberna. Sus pasos se dirigieron a ese lugar cuando reconoció la palabra en el cartel, pensó que era conveniente que no estuviera tan adornado como el de la puerta de la entrada, o le hubiera sido imposible dormir caliente esa noche. Se sentía orgulloso de saber que algo tan útil para la supervivencia de ambos no se lo había enseñado ese a quien guiaba.

-¿Responderás a mi pregunta en algún momento? Has estado sospechosamente callado por mucho tiempo.- se quejó Xen ShenTai.

Sus quejas se detuvieron al sentir que la túnica que sostenía se elevaba ligeramente y sus pasos tropezaron con unos escalones de madera que subió un poco más confiado al entender de qué se trataba. Comprendió entonces que estaban entrando por fin a un lugar, sea cual fuere y prefirió quedarse callado y dejar actuar a su guía.

-Muy buen día tenga usted, mi estimado señor.- Meng HuanYue saludó al sirviente de la entrada con un tono exagerado y moviendo sus brazos con gestos amplios.- Esperaba que este sitio pudiera brindarnos a mi gran amigo y a mí un lugar donde quedarnos, ¿puede ser así?

-Tenemos habitaciones de sobra, pero... ¿tienen dinero?- el hombre les miró escudriñando sus fachas de sirvientes de algún rico poderoso.

-No se preocupe, mi buen hombre. Le pagaremos lo necesario. Pero solo necesitamos una habitación. Será suficiente para nosotros.- el sirviente chasqueó los labios.

-Este no es un burdel para mangas cortadas.

-Me interpreta mal, estimado amigo.- Meng HuanYue, sin reparo alguno, tomó la mano que lo sujetaba de la túnica haciendo que lo soltara y colocando frente a él al emperador.- Mi compañero de viaje es incapaz de ver más allá de sus propias narices y necesita de mis atenciones para valerse.

Xen ShenTai se quedó paralizado por completo, su cuerpo se contrajo y sudaba frío. Aquel hombre en quien confiaba había expuesto por completo su debilidad a un sujeto cualquiera de un territorio enemigo. Se sintió vulnerable, inútil, pero sobre todo, aterrado por las consecuencias que podría tener un acto tan descabellado. Aún así, la voz y sonrisa del ladrón se mantuvieron animadas y mostrando una gran confianza en sus palabras. El sirviente de la taberna miró fijamente a los ojos del emperador buscando en ellos la vida que tienen unos ojos que distinguen la luz, pero esos jamás devolvieron una mirada.

Los ojos del emperador Where stories live. Discover now