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NO PODÍAS CREER QUE TE HABÍAN PILLADO, SI SÓLO HUBIERAS ESPERADO UN POCO MÁS....
Entonces tal vez no estarías en esta situación ahora.
Te temías lo peor, que ese demonio informara de tu huida a Muzan y entonces morirías por intentar abandonarlo.
No querías morir, realmente no querías morir.
Antes de que pudieras detenerlas, las lágrimas empezaron a brotar de tus ojos mientras te preparabas para lo que fuera a venir a continuación, pero te sorprendió lo que ocurrió después.
El demonio de seis ojos te acarició la cabeza de forma cariñosa un par de veces haciendo que tus lágrimas cesaran de repente.
-No hay necesidad de llorar. Uhm... no soy el mejor con las palabras... así que uhm... siento si ha sonado como si fuera a informarle a Muzan sólo porque te he pillado escapando.
-¿No... le vas a contar nada?
-No, en realidad no. Puedo ver que estás sufriendo. No te gusta estar aquí, ¿verdad? Puedo entenderlo hasta cierto punto. Puedes irte.-el demonio dijo sin rodeos, con una expresión inmutable mientras hacía un gesto con la mano hacia la salida.
-¡¿Ah?! ¿En serio?
-¿Qué? ¿No quieres irte después de todo?
-¡No! Sí quiero irme, sólo que no entiendo por qué me dejas ir tan fácilmente. Tenía que haber una trampa o algo...
-No tengo segundas intenciones, te lo puedo prometer. Claramente pareces estresada y cansada, y estás profundamente herida. Este mundo subterráneo no es un lugar seguro para ti.
Volviste a sentir que se te caían las lágrimas, pero esta vez eran de alegría, y no pudiste resistir el impulso de abrazar al demonio de seis ojos.
Sollozaste en su pecho, haciendo que el demonio se sintiera confundido de por qué estabas llorando de nuevo.
-¿Por qué vuelves a llorar? ¿Fue por algo que dije?-el demonio de los seis ojos se quedó de pie, torpe, sin saber qué hacer en la situación en la que se encontraba.
-¡No son lágrimas de tristeza, son lágrimas de alegría! No puedo agradecerte lo suficiente, ¡es tan amable de tu parte! ¿Seguro que no hay nada que pueda hacer por ti para expresar mi gratitud?-preguntaste, soltando al demonio de tu repentino abrazo mientras te secabas las lágrimas con el haori.
-Bueno...-el demonio se interrumpió, un ligero rubor cubrió una pequeña parte de su rostro mientras parecía avergonzado de decir esto.
-He.... He oído que el mundo humano tiene un postre delicioso llamado mochi... y siempre he querido probarlo.
El demonio jugueteó con sus dedos índices preocupado porque le estaba pidiendo demasiado.
-¡Por supuesto! ¡Eso no debería ser un problema! Traeré algo de mochi para ti... uhm...
-Kokushibo.-el demonio de seis ojos contestó tajantemente, sintiendo un extraño calor en su interior ante tu sonrisa.
-Entonces, gracias de nuevo Kokushibou por dejarme ir. Seguiré mi camino.-te inclinas ante el amable demonio e inmediatamente te apresuras a salir lo más rápido que puedes, aún agarrando tu herida sangrante.
-Hasta luego...-Kokushibou murmuró agitando la mano, mientras te veía volver al mundo humano.
Aunque Kokushibou se alegró de que le prometieras su mochi, sintió una extraña sensación de tristeza cuando te fuiste.
Corriste y corriste dentro del espeso bosque en el que habías aparecido de repente.
No tenías ni idea de dónde estabas, ni a dónde ibas, pero tenías que correr lo más lejos posible de esa salida.
Por fin pudiste escapar, y por fin pudiste sentir el dulce sabor de la libertad. El sol brillaba cálidamente sobre tu piel, que se había vuelto más clara por haber estado tanto tiempo dentro.
La brisa del viento te quitaba el pelo desordenado y sucio de la cara mientras seguías corriendo. El viento era tan agradable y refrescante. Era una verdadera bendición estar de vuelta en el exterior.
Habías escapado sin encontrar tu espada, pero no ibas a arriesgarte a que Muzan la tuviera cautiva. Ni siquiera te importaba a estas alturas que no pudieras recuperar tu espada, estabas demasiado mareada y feliz por haber escapado por fin de aquel lugar.
El cansancio finalmente te golpeó después de correr un rato, te sentiste cansada y de repente te desplomaste en el suelo, la mano que agarraba tu herida aún sangrante cayó al suelo.
Tus ojos C/O se volvieron opacos, y algunos mechones de tu pelo cayeron lentamente delante de tu cara, y miraste lentamente hacia tu hombro sangrante mientras la sangre se filtraba por la tela y teñía de rojo la hierba verde del suelo.
Empezabas a perder el conocimiento y te sentías entumecida de nuevo, una sensación que ya habías sentido una vez. La sensación que se tiene justo antes de morir.
Antes de perder el conocimiento por completo, tu voz se quebró mientras decías una simple petición,
