11| Hombre malo

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"Hombre malo"
Narrador| Black

Se quejó todo el trayecto de vuelta a la cabaña, esa escuincla realmente era molestosa cuando se lo proponía.

Me senté en uno de los sofás para quitarme las botas, y vi a Amaya dirigirse directamente a la habitación, lanzándose en la cama para descansar.

Excelente estado físico, Bee.

Suspiré, levantándome para ir a revisar la habitación de White. Clara estaba profundamente dormida sobre su cama desordenada.

Mi vista viajó hasta el escritorio en una de las esquinas del cuarto, notando los papeles tirados y desordenados.

Que asco, luego debo tomar esos papeles para leer la información...

Di unos pasos hacia atrás silenciosamente, cerrando la puerta de aquella habitación para ir a la cocina y servirme un vaso de agua.

—¡Amaya! ¿Quieres algo de beber?—pregunté, pero no obtuve respuesta. Fruncí las cejas mientras me encaminaba hacia mi cuarto.

Ya estaba dormida.

Sonreí ligeramente al verla tirada en la cama, totalmente despreocupada.

Su cabello estaba desordenado y sus largos mechones estaban esparcidos por las almohadas.

Estaba en un sueño bastante profundo, y al notar eso, quité mi máscara, acercándome más a ella para comenzar a quitarle sus zapatos.

Con cuidado para no despertarla jalé una de las mantas, cubriéndola con esta.

Me giré, viendo la ventana abierta. No tardé en cerrarla con aquel pestillo, saliendo de la habitación a pasos lentos para dejar la puerta entreabierta.

Esperaría a White en la sala, de seguro no tardaba en llegar.

Amaya y yo tardamos bastante en volver a la cabaña, porque con cada ruido que escuchaba, me obligaba a revisar todo el sector para asegurarme de que no fuese un oso.

Lo peor de todo esto, es que aquí no hay osos.

Me entretuve afilando algunas de nuestras navajas, hasta que finalmente la puerta de la cabaña se abrió, y White entró con su máscara en la mano izquierda, y en la derecha, sostenía una bolsa plástica que dejó sobre la mesa.

—Traje pastilla del día después, anticonceptivos, condones—mencionaba, sacando las cosas del interior de la bolsa—y esto—observé el último objeto que sacó.

—¿Qué mierda es eso?

—La chica del mostrador dijo que esto lo necesitaban todas las chicas—se encogió de hombros y yo alcé una de mis cejas, tomando aquel paquete.

—¿No le preguntaste para qué era?

—Me explicó dónde iba—dijo, y yo intentaba buscar las instrucciones—créeme, no quieres saber cómo se pone.

—Oh—solté, leyendo el nombre escrito en aquel paquete. ¿Tampones?

—¿Clara está bien?

—Dormida—respondí, dejando nuevamente el objeto sobre la mesa, junto a los demás.

—Iré a dormir también—dijo, bostezando, yo asentí, yendo detrás de él. Entró en su habitación y yo en la mía, cerrando la puerta sigilosamente, pero en cuanto volteé a ver la cama, vi a Amaya retorcerse en esta, moviéndose incomoda.

Fruncí el ceño, acercándome preocupado. Mi mano se posó sobre una de sus mejillas, deslizándose hasta su frente y notando el sudor en su rostro. Su respiración estaba completamente agitada, y lo único que se me venía a la mente ahora, era que tenía una pesadilla.

Faceless Love Where stories live. Discover now