Profesora Brooks

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Sábado. Día para levantarme tarde, preparar un rico desayuno para mi esposo y mi pequeña hija.

Seguía acostada, pensando en todo lo que tenía que hacer en el día, revisar planificaciones de la preparatoria, ir al supermercado, a la tintorería, regresar a casa al medio día para cuidar a mi pequeña América. En fin, tenía tantas cosas que hacer. Lo bueno es que no iba a la preparatoria, que me tenía muy cansada y estresada.

El timbre sonó. Me levanté de la cama y me asomé por la ventana.

Un policía estaba parado en mi puerta. ¿Qué? ¿Mi esposo había hecho algo? O ¿Alguien había puesto una denuncia en mi contra por dejar muhss tareas como siempre amenazaban bromeando mis alumnos?

Bajé las escaleras con mi bata puesta y atendí al señor que buscaba.

—¿Es usted la profesora Brooks?

Efectivamente era a mí a quien buscaba.

—Así es. ¿Sucede algo?

—¿Reconoce usted a esta joven? —Dijo mientras sostenía frente a mi rostro una fotografía de Alicia Collins.

—Así es. Es mi alumna, Alicia.

¿Qué pasaba con ella y qué tenía que ver yo en cualquier cosa con respecto a Alicia?

—Amaneció muerta esta mañana por una sobredosis de pastillas para dormir.

¿Pastillas para dormir? ¡Maldición!

Mis manos empezaron a sudar y sentí como la sangre que corría por mis venas se enfriaba poco a poco hasta llega a mi cerebro. Estaba metida en un gran problema.

28 de Agosto de 1998

—¿Cuál es tu problema entonces?

—Sufro de insomnio maestra Brooks.

—¿Insomnio? ¿Hay algo que te preocupe o te aflija?

—No. Solamente no logro consiliar el sueño. No logro que mis párpados se junten en toda la noche.

—Hmm... Ya veo.

Alicia se veía fatigada. Las ojeras debajo de sus ojos marrones delataban que no había dormido por días.

—¿Qué me recomendaría tomar maestra?

—Tengo que hablar con tus padres primero. Tienes que visitar al médico.

—Mis padres están de viaje.

—¿Y con quién estás ahora? ¿Quién te cuida?

—Nadie profesora. Soy lo suficientemente independiente y madura para cuidarme por mi sola.

Me quedé viendo sus ojos cansados y fatigados. Me veía como si yo fuese su única opción.

—Profesora, lo único que quiero es pasar el examen de química. No puedo concentrarme con el cansancio que siento.

Alicia siempre había sido una buena estudiante, pero los últimos días se había comportado de una manera extraña. No rendía tan bien como solía hacerlo en los estudios, siempre ma veía distraída en mi clase y su rostro evidenciaba que ella no estaba bien.

—Déjame ver que puedo hacer por ti.

Había recordado que mi esposo tomaba hace algunos años pastillas para dormir, ya que cubría los turnos de noche en la empresa, y en ocasiones trabajaba jornadas dobles. Él había comprado tres frascos completos de pastillas para tomarlas a diario. Pero cuando lo ascendieron de cargo, pudo descansar más en casa y con una muy buena paga, así que las pastillas ya no eran necesarias.

Llegué a casa y busqué en el botiquín que guardaba en nuestra habitación el frasco de pastillas para dormir. Leí las recomendaciones y dude en dárselas a Alicia. Ella tenía apenas 17. Podía ser una dosis muy fuerte para ella. ¿Y si las pastillas solo aumentaban su cansansio? Por eso sólo le daría media dosis cada día durante la semana de exámenes. Y yo me aseguraría de que la haya tomado.

31 de Agosto de 1998

Alicia fue la primera en entrar al laboratorio de química. Todos estaban en el receso y faltaban como diez minutos para que éste acabara.

—Profesora Brooks. —Saludó.

—Alicia.

—¿Ha pensado en lo que le comenté ayer?

Le expliiqué a Alicia mi plan de la media dosis cada día. Al principio no estaba del todo de acuerdo con tomar solamente media dosis, ya que decía que no haría efecto alguno en su organismo.

—¿Puede decirme al menos cual es el nombre de las pastillas? —Dijo con insistencia. Negué con la cabeza y ella puso los ojos en blanco. —¡Aaag! De acuerdo. Tomaré lo que usted me indique.

Saqué una pastilla del frasco dentro de mi bolsa, evitando que Alicia lo viera y pudiese leer el nombre, la partí a la mitad, la coloqué en su mano fríah verifiqué que la ingiriera.

Una semana después, el frasco de pastillas había desaparecido de mi alcance. No estaba en mi bolsa y no recordaba haberlo puesto en otro lugar.

Alicia lo había tomado. Obviamente ella lo negó. Así que decidí no seguir indagando si ella lo había tomado o no. Sabía que ella lo había hecho.

Fecha actual

—¿Sería usted tan amable de acompañarme a la casa de los Collins por favor? —Dijo el oficial cuyo apellido era Paterson por lo que leí en la placa prendida en su pecho.

Mis manos sudaban.

—¿Puedo saber la razón?

—La señorita Alicia ha dejado una carta de suicidio en la que usted es mencionada. Necesito que vaya conmigo.

¡MALDICIÓN!

La Carta Suicida de AliciaWhere stories live. Discover now