La Junta (Parte 2)

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—Te has puesto muy nervioso, Alexander. —Dijo Bárbara casi susurrando al oído de Alexander.

Él fingió indiferencia.

—Apuesto que tú eres el responsable de que Alicia haya fumado. —Alexander seguía ignorándola. —Todos en la escuela saben que tú fumas.

—Señorita Parker. —Dijo Paterson con una voz fuerte, obligandola a saltar y alejarse de Alexander. —¿Puedo saber lo que le ha dicho a Alexander al oído?

Alexander estaba más nervioso que Bárbara.

—Todo lo que se diga en esta habitación, debe ser de mi conocimiento. —Prosiguió Paterson.

—Algo privado. —Dijo segura Bárbara.

Bárbara podría estar diciendo que había un extraterrestre en el patio, que parecería como si estuviese diciendo la verdad. Era muy segura al hablar y nadie podía contradecirla aún así tuvieran evidencia pura sobre ella.

—¿Puedo saber esa cosa privada?

—Es privado. —Repitió Bárbara.

Alexander seguía sudando. Esta vez sentía como las gotas de sudor nacían de su cabeza y recorrían lentamente su rostro.

—¿Alguien sabía que Alicia fumaba? —Preguntaba Paterson a todos.

Nadie respondió.

—¿Nadie?

Alexander sentía cargo se conciencia. Sin duda alguna estaría metido en un gran problema con los padres de Alicia.

—¿Pricila? —Dijo Paterson mirando a Pricila intimidantemente.

Ella negó con la cabeza.

—Alicia nunca me comentó nada sobre eso.

—¿Bárbara?

Bárbara delató a Alexander con su mirada.

—¿Alexander?

Alexander

No podía mentir. Alicia no me hubiera dejado hacerlo. Sabía que estaba metido en un problema enorme y que podía ir a prisión, los padres de Alicia estarían muy desepcionados y me mirarían con desaprobación al saber que defraude la confianza que habían depositado en mí, le partiría el corazón a mi madre al verme tras las rejas y al policia idiota que parece sacado de una película de suspenso y que hace demasiadas preguntas le daría gusto ponerme bajo arresto. Pero yo solamente pensaba en Alicia. La imaginé sentada en el sofá en el que siempre nos sentábamos cuando veíamos películas en su casa. La imaginé viéndome con sus ojitos entre cerrados pidiendo que dijera la verdad. Si mentía, Alicia me hubiera odiado.

Alicia controlaba mi vida. Y no porque fuese experta controlando vidas, sino porque simplemente pasaba. Ella era la dueña de mi vida.

—Alicia fumaba conmigo.

El oficial estúpido sonrió de lado y se acercó a mi.

—¿Marihuana?

—En ocasiones.

Pude escuchar a Margaret sollozar pero no quise verla porque me daba mucha vergüenza. Solamente observé a Bárbara, quien sonreía victoriosamente. También observé a Pricila la cual me miraba con una enorme impresión. Nadie jamás se había imaginado eso de nosotros. Eramos una pareja muy tranquila y no aparentábamos hacer cosas malas.

—Sí sabes en el lío en el que estás metido ¿Verdad? —Dijo el oficial.

Asentí con la cabeza. Ese tipo era un idiota. Disfrutaba verme sufrir.

¿Por qué Alicia quería que se descubriera que fumaba? ¿Acaso quería meternos en problemas? Bueno, a mí, porque ella ya no estaba y eso me hacía sentir más miserable y condenado a una vida sin sentido, en prisión y sin Alicia. Eso era lo peor del caso.

El oficial mandó a revisar mi habitación y cada rincón de mi casa esperando encontrar marihuana. No encontraron nada. Yo no era un fumador. Solo fumaba con Alicia.

Sin su permiso, no lo hacía.

Mi madre me miraba decepcionada.

—¿Qué has hecho? —Susurró a mi oído. —¿Acaso te culpan por el suicidio de tu ex novia?

El hecho de escuchar ex novia de la boca de mi madre, me hizo querer estar muerto.

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Elizabeth

La Carta Suicida de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora