Ella No Decidió Morir

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Alexander

Estábamos con Pricila en la clase de literatura inglesa. Aburrido. Gracias al cielo y a la madre de Pricila, Paterson  no volvió a encerarme la noche anterior. Claro, tuve que agotar los pocos ahorros que tenía para pagar la fianza que el capitán Florek había puesto.

Bárbara nos veía seguido y  con misterio, ella sabía que teníamos planeado algo. No confiaba para nada en ella.

─Alexander, ¿Podrías leer el siguiente párrafo? ─Me pidió la profesora. ¡Rayos! No estaba prestando nada de atención.
Me puse de pie y comencé a leer.

Témese el resultado de provocar a quien es tan fuerte para que imagine en su cólera algún recurso que acabe de aniquilarlos, si es dable en este lugar mayor anonadamiento; pero ¿Qué mal más grande que existir aquí privados de todo bien, y condenados a eterna maldición en este antro odioso, en donde nos abrasa inextinguible fuego, sin esperanza de ver el fin, esclavos de sus iras y a merced del látigo inexorable cuando llega la hora de los tormentos? Mayor castigo que el presente sería un extremo tal, que feneceríamos.

─Gracias Alexander.

“Mayor castigo que el presente sería un extremo tal, que fenecería.”

─Profesora, ¿Puedo ir al baño? ─Dijo Pricila faltando cinco minutos para que el periodo finalizara.

─Falta poco para que la clase acabe, Pricila. Puedes ir luego. ─Dijo la profesora siguiendo con su clase. ¡Rayos!

─En serio, necesito ir. ─Ella me vio con desesperación.

Volteé a ver a Bárbara, quien estaba muy atenta a nuestros movimientos y miradas con Pricila.

─¿Tanto te urge?

─Tengo mi periodo, y… usted sabe, tengo que ir.

─No tardes. ─Gracias al cielo.

Pricila salió casi corriendo del salón. Me aseguré de que ella dejara sus libros dentro de su mochila para yo poder tomarla cuando el periodo finalizara.
Bárbara me veía de reojo.

Cuando el timbre sonó, fui el primero en levantarme y al tomar la mochila de Pricila, estaba dispuesto a salir del salón.
─Profesora, Pricila no regresó. ─Dijo Bárbara. ¡Joder!

─Lo sé, por eso llevo su mochila. ─Dije metiéndome en la conversación.

─Deja que ella venga por sus cosas, Alexander. ─Dijo la profesora.

─Pero, ¡Está en el baño! ¡Está en sus días! Yo se la entregaré en el salón que nos toca.

─Sería mejor que ella  venga por  su mochila. ─Dijo Bárbara.

─Será mejor que yo se la lleve. ─Dije poniendo punto final a la discusión y marchándome tan rápido como pude.

Corrí hacia el salón 109. Estaba nervioso, preocupado, aterrado, con ganas de vomitar. Pricila estaba allí esculcando entre los viejos archivos.

─¿Encontraste algo?

─¡Alexander! Esto es un rompecabezas. ─Dijo ella casi con ganas de llorar.

─¿Por qué? ¿Qué has encontrado?

─Pues, resulta que en la carta de Alicia decía que la profesora Brooks debía  colocar el expediente de Alicia en el compartimiento dos de la letra C. Mira, aquí está el expediente de Bárbara, justamente en el lugar en donde debía colocarse el expediente de Alicia. Revisando el expediente de Bárbara, encontré esto. ─Ella me entregó una hoja de papel doblado por la mitad.

La Carta Suicida de AliciaWhere stories live. Discover now