Asesina

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Pricila

La chica pelirroja me sonrió. Ella sabía lo que estaba pensando, sabía que yo sabía toda la verdad, y ahora no sería más que vergüenza al saber que Alicia sabía sobre mis sentimientos hacia Alexander.

─No te avergüences. ─Dijo ella. ─Levanta la cara y afronta la vida.

─¿Cómo rayos es esto posible? ¿Eres Alicia? ─Pregunté incrédula.

Ella solo sonrió y ve vio con ternura, tal y como lo hacía Alicia cuando quería decirme sin palabras que lo que decía era verdadero, que tenía la razón.

─Expresa tus sentimientos antes de que sea demasiado tarde. ─Dijo la chica, Alicia.

El teléfono de casa sonó, lo que me obligó a voltear a verlo. Inconscientemente lo hice, pero cuando volteé a ver a la chica, había desaparecido. No sabía si salir a buscarla o atender el teléfono que seguía sonando. Elegí atender el teléfono.

─¿Hola?

─Pricila, ¿En dónde estás? ─Alexander sonaba muy preocupado y agitado.

─En mi casa. ¿Qué sucede? .

─¿Está tu madre en casa? ─Podía deducir que él corría, realmente se oía muy agitado.

─No. Ella recién fue al supermercado. ¿Qué pasa, Alexander?

─¡Mierda! No abras la puerta, voy para allá.

Él colgó la llamada y yo me quedé con una gran intriga. No sabía qué hacer. ¿A qué se debía esa llamada alarmante de Alexander? ¿A dónde había ido la chica pelirroja?

Estaba dispuesta a cerrar la puerta y no salir a buscar a la pelirroja, siguiendo las indicaciones de Alexander, pero actué demasiado tarde. Bárbara estaba parada en la puerta de mi casa.

─Hola, querida. ─Dijo sarcásticamente.

─¿Qué haces aquí? ─Pregunté con miedo. ¡Rayos! Bárbara en casa y yo estaba sola. Esto no era bueno Ahora entendía la razón de la llamada de Alexander. ─¡Vete!

─¿No me invitarás a pasar? ─Dijo entrando.

─Ya estás dentro, lo cual no me agrada, así que vete de mi casa. ─Dije furiosa.

─Tranquila. Esto me llevará solo unos minutos, luego me voy. ─Dijo colocando las manos en su espalda, muy fuera del alcance de mi vista.

Fruncí el ceño tratando de ver que era lo que Bárbara traía con ella.

─Necesito que me hagas un favor. ─Dijo acercándose a mí sin exponer sus manos. ─Necesito que hagas una confesión.

─¿De qué hablas?

─Te subes a mi auto, vas a la comisaría y dices que sabes toda la verdad acerca de la muerte de Alicia.

─¿Cómo se supone que confiese una verdad que ni siquiera sé? ─Dije confrontándola.

─Shhh... ─Dijo colocando su índice en mi boca, siguiendo con su otra mano detrás. ─No te alteres, querida. Dirás que la hija de Alicia no era de Alexander, que tú lo sabías todo, pero Alicia te obligó a guardar silencio porque ambas tendrían problemas con Alexander al saber acerca de su infidelidad hacia su querido novio.

─¡Está loca! ─La interrumpí. ─¿Infidelidad? El único infiel en esa relación fue Alexander, metiéndose con la peor de las zorras, contigo.

Ella no tenía ni idea de mi conocimiento sobre su amorío.

─Sabes muchas cosas que no me convienen, querida. ─Dijo sonriendo irónicamente. ─Tengo que apartarte del camino.

Lo sabía, podía sentirlo. Bárbara iba a matarme. Ella ocultaba un arma detrás de ella.

─Hazlo, pero no me gustaría morir engañada. Dime qué pasó con Alicia. ─Dije con un nudo en la garganta.

─Tienes razón. De todas maneras, ya no estarás para contarlo. Pero antes dime, ¿Cómo sabías sobre mi encuentro con Alexander?

─Él lo ha confesado. Por lo tanto, puedo sacar mis propias conclusiones.

El teléfono sonó de nuevo. Dudé en contestar, y tuve que ver a Bárbara casi pidiendo su permiso.

─Contesta, pero si dices una palabra, aquí mismo mueres. ─Dijo exponiendo su arma de fuego.

Me acerqué al teléfono casi temblando y contesté la llamada.

─¿Hola? ─Dije con un nudo en la garganta.

─¡Pricila! ¿Estás bien? ¿No ha llegado nadie a tu casa?

Observé a Bárbara quien me apuntaba con el arma. No tenía escapatoria. Ella iba a matarme de todos modos, no iba aceptar ser parte de su asqueroso juego del supuesto suicidio de Alicia, prefería morir. Mi respiración comenzó a acelerarse, y mis manos sudaban. Vi a Bárbara quien estaba cada vez más cerca y dispuesta a disparar. Bárbara era una víbora, aquellas que atraen por ser hermosas, pero son las más venenosas. Ella sabía sobre el embarazo de Alicia desde el primer momento, pero la obligó a callar porque sabía que si ella decía una sola palabra, Alexander y ella tendrían que casarse y confirmar su amor, y Bárbara no soportaría eso. Amenazó a Alicia a callar hasta tener a su bebé, el cual ocultó y dio a luz con ayuda misma de Bárbara, pero no entendía con qué o como logró amenazarla y cumplir su objetivo de que ella finalmente muriera. No sabía el final de esto, moriría sin saber la verdad. Pero Alicia podría contármela luego. Ahora, tenía una verdad que confesar.

─Alexander. ─Dije con la voz quebrada. ─No podré cuidar a la pequeña Alicia junto a ti porque terminaré de enamorarme de ti y no quiero traicionar más a Alicia. Me gustas, y si no vuelvo a verte, quería que lo supieras.

─¡Pricila! ¿Bárbara está contigo? ─Gritó Alexander.

Lloré. ─Cuida mucho a la bebé. Te quiero.

Bárbara colgó la llamada.

─Eres una estúpida. Por tantas cosas, por enamorarte de Alexander, por ejemplo.

Ella disparó.

Caí a suelo. Sentía un ardor en mi pecho, pero no tan doloroso aunque sabía que me quedaban unos segundos de vida. Respirar empezaba a ser difícil y pude ver como la sangre corría por el suelo.

─Descansa, querida. ─Dijo Bárbara saliendo. ─Saluda a Alicia de mi parte.

Hice mi mayor intento por levantar mi brazo y lo logré. Puse mi dedo de en medio en alto mostrándoselo a Bárbara. Ella solo rió.

Estaba tumbada en el suelo esperando a que el dolor se fuera y que mi corazón finalmente dejará de palpitar. Bárbara era tan estúpida que no disparó del lado izquierdo de mi pecho, por lo que mi corazón seguía bombeando un poco de sangre con dificultad y causándome dolor.

Finalmente, todo se puso blanco. Ya no sentía dolor ni sangraba. No agonizaba más. No sabía en donde rayos estaba. Me puse de pie y llevaba un vestido blanco en las manos. bajé la mirada hacia mi pecho y no había rastro alguno de la herida de bala que Bárbara había hecho.

─Pricila. ─Volteé a ver y mi corazón se alegró al verla.

─¡Alicia! ─Corrí a abrazarla.

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Casi llegamos al final chicos, la verdad está cerca.

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La Carta Suicida de AliciaWhere stories live. Discover now