Dime que esto es un sueño

94.4K 6.2K 649
                                    

Después de haber investigado en la casa de Alexander, no encontrando ni un rastro de marihuana, pero su propia confesión pesaba y mucho, Paterson siguió con la incógnita de la carta. En el cofre no solamente habían cigarrillos, sino muchas pastillas, todas de distintos colores y tamaños. Él las olió y las metió en una bolsa ziploc para conservarlas mejor y mandarlas a analizar.

—Los resultados de la autopcia de su hija llegarán mañana en la mañana.

—Empezaremos a preparar en funeral. —Dijo Margaret poniéndose de pie.

—¡Nadie se mueve de aquí! —Gritó Paterson.

Todos observaron la furia de Aleph en su rostro, apretaba su mandíbula y apretaba los puños de sus manos. Se puso de pie.

—Nadie va a venir a gritarnos a nuestra casa. Y menos a mi esposa.

—Señores, trato de ayudarlos. —Dijo más calmado.

—Pues su ayuda no devolverá a la vida a nuestra hija.

—¿No les interesa saber los motivos por los cuales su hija decidió quitarse la vida? —Dijo alzando una ceja. 

— ¿Para qué? —Gritó Margaret con lágrimas en los ojos. — Ya no podremos reprender a nuestra hija sobre los errores que haya cometido. 

Paterson miró fijamente a los señores Collins y rió irónicamente. 

—Por el momento, queremos preparar un  funeral para velar el cuerpo de Alicia. 

Los espectadores estaban un poco atemorizados ante la prepotencia de Paterson. Los señores Collins no quisieron ser groseros, pero le pidieron amablemente al oficial que siguiera con la investigación del caso en otro lugar. Él únicamente llevo consigo la carta de Alicia y las cosas que habían dentro del cofre. Todos se dirigieron a la comisaría. 

—No entiendo por qué hacen tanto escándalo por una estúpida carta. Alicia ya está muerta. —Dijo Bárbara a todos. Eso hizo enfurecer como locos a Alexander y Pricila, pero más a Alexander. 

Por alguna extraña razón, Paterson  no dijo nada. Eso era nuevo. Ese tipo siempre tenía algo que decir, y la mayoría de veces, lo que decía no ayudaba mucho a resolver problemas, sino a aumentar el escándalo y estrés, y por supuesto, cierto desprecio hacia él.

—¿Oficial? —Dijo tímidamente la profesora Brooks. —¿Tardará mucho con esto? Tengo cosas que hacer.

—Yo también. —Agregó Bárbara.

—Por el momento, pueden retirarse. —Dijo Paterson.

Bárbara fue la primera en salir, seguida de la profesora Brooks. Sabían que tenían demasiado que ver en la muerte de Alicia.

Pricila

Pude nota la forma en la que el policía miraba a Bárbara. A él le atraía, por eso la había dejado ir.

Después de que la profesora y Bárbara se marcharon, el oficial me dijo que podía retirarme yo también. Negué con la cabeza y le dije que me quedaría con Alexander. Sus ojos se encendieron e insistió en que ya no tenía nadan que hacer ahí. Por el momento quería seguir con Alexander, el día siguiente sería a mí a quien investigaría ya que yo era la siguiente en la carta. Me rehusaba a dejar a Alexander solo. Ese tipo iba a acabar con él, tenía toda la intención de meterlo a prisión como si él hubiese sido el responsable de la muerte de Alicia. Del suicido de Alicia.

Alexander me miró con sus ojos de derrota y casi pude leer sus pensamientos, vete Pricila. Este idiota no descansará hasta verme bien jodido.

Me marché de la comisaría y vi a Bárbara quien estaba esperando a su novio en la banqueta afuera del lugar. No quise pasar por donde ella estaba, pero si tomaba el otro camino, tendría que caminar muchísimo más hacia casa. Me acerqué a ella y aproveché la oportunidad.

—Todo esto es tan horrible. —Dije parándome junto a ella. Me vio con duda, extrañeza y desconfianza.

—Sí. —Dijo nada más.

—¿Qué crees que haya escrito Alicia sobre ti?

—No tengo la menor idea. —Su voz era cortante, desconfiaba del hecho de que yo le estuviera hablando.

Suspiré y me quedé en silencio esperando a que Bárbara dijera algo, pero no lo hizo.

—Tengo que irme. Ryan ya viene.

Asentí y ella se alejó dirigiéndose a un carro color azul pavo. Yo solo me quedé ahí parada y volteé a ver a la comisaría. Quise regresar, pero mejor me dirigí a casa.

Fotografías. Miles de fotografías de Alicia y mías pegadas en todas las cuatro paredes de mi habitación. Creo que había hasta en el techo.

Aquel día fue inolvidable. Fuimos al lago con Roberto, Alexander y Alicia. Una salida organizada por Alicia, como siempre. Ella haboa empezado a salpicar a Alexander con agua y él siguió el juego. Luego, los cuatro estábamos empapándonos con agua y jugango como niños. Nos sacamos una foto así, empapados y despeinados. Fue uno de los mejores momentos con Alicia. Uno de miles.

Comencé a observar una por una las fotografías y era inevitable tirarme al suelo a llorar como loca. Mi madre llegó de nuevo a consolarme. Sabía que yo era muy vulnerable y llorona, más aún por la situación.

Pasé toda la tarde llorando contra mi almohada, no quise comer ni salir. Pensé en Alexander, con habría de sentirse con el hecho de que su novia estuviese muerta. Eso me deprimía aún más.

Intenté llamarlo. Tres veces, pero no respondió.

La Carta Suicida de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora