Quisiera que estuvieras aquí

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Era oficial, era verdadero, era cierto. Alicia había dado a luz a un hijo mío, ¿Por qué jamás me lo dijo? Las cosas no se habrían dado en las mejores circunstancias ni en el mejor momento, pero yo hubiese sido el hombre más feliz de planeta al oír esa voz delicada pero fuerte a la vez diciéndome que tendríamos un hijo. Tener hijos y formar una familia con Alicia era lo que más soñaba en la vida. Ahora todos mis planes se habían derrumbado. Nada sería igual en mi vida.

─Quiero leer. ─Dijo Paterson casi arrebatándome la carta de las manos.

─¡Claro que no! ─ Grité impidiendo que me quitara la carta. ─Es algo privado. Es una carta que Alicia de dejó para mí.

─Tengo que verla. ─Insistió el tipo.

─¡Que no hombre! Debería aprender a no meter las narices en donde no debe.

Pude ver como apretó su mandíbula y sus puños. Se encendió en furia.

─¡Alexander! Compórtate. ─Dijo mi madre.

─No puede husmear algo que es mío.

─Alexander, ¿La carta dice algo importante? ¿Algo relevante para seguir con este caso? ─Me preguntó Charlie.

─Solo dice lo que ya sabemos. ─Dije sin atreverme a levantar la mirada. ─Alicia me confirma que estuvo embarazada de un hijo mío.

─¿Dice en dónde está? ─Interrumpió Paterson.

─No. Solamente dice que es una niña. ─Un nudo se hizo en mi garganta. ─Las demás personas involucradas en esto me ayudarán a encontrar a mi hija. Así dice la carta.

MI HIJA. Nunca imaginé que a mis 17 años diría esas palabras. Sentía tristeza y ganas de morir por todo lo que estaba pasando. Mi vida se había ido. Mi Alicia había muerto, pero había una luz en esta oscuridad, un pedazo de Alicia que había quedado para darle vida a mi vida. Para darle sentido a la misma, sentido que se perdió desde que Alicia murió. Mi hija. Nuestra hija.

─No tenemos nada que hacer aquí. ─Dijo Paterson. ─Vamos con la chica de gafas, ¿Cómo se llamaba?

─¡Pricila! ─Dije.

─Sí, como sea. Vamos con la chica.

Cada vez odiaba más a ese tipo.

Mi madre se acercó a mí con sus ojos brillantes de las lágrimas que quería soltar. Pensé que me diría algo para hacerme sentir peor, como "Qué tonto fuiste" o "Me has decepcionado". Pero no, ella se acercó a mí y me dio un abrazo reconfortante, el cual me devolvió las esperanzas y las ganas de seguir con esto.

─Todo estará bien cariño. Estoy contigo. ─Me dijo susurrando al oído. Eso me hizo romperme en llanto.

Lloré mucho y manché la blusa de mamá con lágrimas y mocos. Ella frotaba su mano sobre mi espalda, lo cual me calmaba. Me sentía como cuando tenía cinco años y lloraba porque mi padre nos había dejado por irse con otra mujer. La diferencia es que mi padre no era tan indispensable para mí, am i padre pude superarlo, mi padre no era mi vida. Pasaba lo contrario con Alicia, ella lo era todo para mí.

─Mamá, ¿Podrías hacerme un favor?

─Sí, dime.

─Ve con el oficial por un momento, ¿Sí? Acompáñalos a la casa de Pricila. Yo los alcanzo. Quiero pasar un rato aquí, solo.

─Claro. ─Dijo sonriéndome tristemente, me dio un beso en la mejía y se marchó.

Cuando mi madre cerró la puerta, todo quedó oscuro, en silencio, con ese olor inundando mi olfato y trayendo tantos recuerdos a mi mente. Pasé a la habitación, me recosté en la cama y lloré, lloré y lloré. Creo que me quedé sin lágrimas en menos de media hora. Recordé su sonrisa, sus carcajadas, recordé como dormía sobre mi pecho desnudo en esa misma cama, tan profundamente. Mi mundo se desmoronaba cada vez más. Los recuerdos me estaban comiendo vivo.

La Carta Suicida de AliciaWhere stories live. Discover now