La Junta

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Paterson había convocado a todas las personas mencionadas en la carta de Alicia en la casa de los Collins. Él mismo se ofreció llevar a Bárbara, ya que ésta se excusó de no tener un coche para transportarse hasta la casa de su supuesta amiga fallecida, por lo que se rehusaba a ir. Después de que Paterson la convenciera, ambos iban en su auto.

Al llegar, todos estaban allí. Bárbara al ver la cara colorada por tanto llanto de Pricila, comenzó a sentir miedo. La conciencia de Bárbara pesaba, y lo suficiente como para sentir que su corazón latía de una manera extraña.

—¿Qué hace ella aquí? —Susurró Pricila al oído de Alexander.

Él solo abrió los ojos sin decir una palabra.

—Bárbara es mencionada en la carta de Alicia?— Preguntó Pricila.

—No lo dudo.

Todos estaban en la sala de estar. Margaret no había dejado de llorar. Aleph sólo la consolaba en sus brazos.

Paterson leyó detenidamente la carta de Alicia, mirando intimidantemente a cada persona mensionada, mientras leía sus nombres.

—Señores Collins, ¿En donde escondería su hija algo que haya dejado para ustedes?

—No tengo la menor idea. —Dijo Aleph.

—¿Acaso ustedes no conocían a su hija?

—¡Ese no es asunto suyo! —Ladró Aleph.

Margaret intentó calmar a Aleph, acariciando su hombro.

—Ella guardaba una cosas preciadas en un cofre. —Dijo Margaret. —El cofre que le regalé cuando cumplió 13 años. —Fue casi imposible que la voz de Margaret no se quebrara.

—¿En dónde está ese cofre? —Preguntó Paterson  con una voz seca.

Aleph comenzaba a detestarlo.

—En su habitación.

Todos permanecieron en la sala mientras Paterson buscaba el famoso cofre de Alicia. Éste guardaba cosas que contaban Michas cosas de Alicia.

1 año atrás

Alexander y Alicia habían pasado una noche juntos en la antigua de Alexander. Nadie vivía ahí, por lo que ellos aprovechaban el espacio vacío para pasar tiempo a solas.

Después de haber hecho el amor, agotados y tumbados en la cama, uno junto al otro con sus cuerpos desnudos, Alexander sacó un cigarrillo de la mesa de noche a un costado de la cama.

—No, Alexander.

—Solamente será uno.

—No me gusta que fumes, y lo sabes.

—Solmente será uno. —Repitió.

Alicia, al ver el rojo encenderse en la punta del cigarrillo, sintió curiosidad de probar uno.

Alexander expulsaba burbujas de humo por la boca. Alicia las recibía en la suya.

—Quiero probar.

Alexander miró a Alicia con desconcierto.

—No puedo matarte de esa manera.

—Quiero hacerlo.

—Alicia, esto no es bueno.

—¿Por qué lo haces entonces?

—Porque yo soy un idiota. —Dijo Alexander expulsando humo de su boca.

—Quiero ser una idiota contigo. —Alicia arrebató el cigarrillo de los dedos de Alexander y jaló humo del mismo. Lo hizo tan rápida y y bruscamente que esto le provocó una tos incontrolable.

—Así no se hace, Alicia. —Dijo Alexander dando palmadas en la espalda de Aliciany yendo a la cocina por un vaso de agua. —Suave.

Alicia volvió a introducir el cigarrillo entre sus labios y jaló de nuevo, esta vez más suave.

La habitación se llenó de humo en unos instantes. Ambos fumaban tabaco sin parar. Eso encendía sus hormonas de nuevo.

Terminaron haciendo el amor un par de veces más, hasta quedarse dormidos entre sus brazos.

Tiempo actual

—¿Cigarrillos?

—Señores, ¿Su hija fumaba?

—No, que supieramos. —Dijo Margaret alterada.

Las manos de Alexander sudaban y su corazón palpitaba lo suficientemente acelerado para saber que estaba en problemas.

—¿De dónde sacaba cigarrillos? —Decía Aleph confundido.

Paterson encontró en el cofre una nota escrita a puño y letra por Alicia.

"Las verdades que no sabían sobre "

Alexander sudaba. Bárbara lo notó.

La Carta Suicida de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora