Las Mentiras Más Perfectas

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Alexander

El oficial, con ayuda de su equipo de trabajo, lograron encerrarme a eso de las dos de la mañana. Solamente envié un mensaje a Pricila y llamé  mi madre, quien de inmediato buscó a un abogado.

Estando en el interrogatorio, mi único pensamiento era Alicia. Estaba en ese lugar, en aquellas cuatro paredes grises y un espejo enorme enfrente de mí, por donde me observaban, a punto de entrar a prisión por declarar haber fumado marihuana y darle a una menor de edad. No me arrepentía de lo que había hecho por estar en la cárcel. Me arrepentía porque le hice un gran daño al amor de mi vida. Undirla en un vicio que le traería problemas, qué poco hombre soy.

—Muchaho. —Dijo el oficial entrando a la habitación. —Alguien quiere hablar contigo.

Un señor como de cincuenta años, de barba y anteojos enormes entró después del idiota.

—Él es Charlie Harrison. Forense.

¿Qué? ¿En serio seguían creyendo que tuve que ver con la muerte de mi novia?

—Hola Alexander.

—Buenas noches. O... —Miré el reloj que colgaba en la pared. —¿Días?

—Haz perdido la noción del tiempo. —Dijo entre riendo, como si eso me provocara algo de gracia. Pero de todos modos Sonreí un poco. —Muy bien hijo, veamos. ¿Cuándo fue la última vez que viste a Alicia?

—Antier.

—¿El jueves?

Asentí.

El señor hizo varias preguntas que respondí inconsciente. Hablé con la verdad, o eso creo. Mientras lo oía hablar, en mi mente sonaba una de las canciones favoritas de Alicia, era de The Back Street Boys, probablemente la canción más coreada de la banda, I want it that way. Y recordé el coro, la parte que Alicia siempre cantaba a todo pulmón. "Tell me why. Ain't nothing but a heartache. Tell me why. Ain't nothing but a mistake." (Dime por qué. No hay nada solo el dolor del corazón. Dime por qué. No hay nada solo un error). Quería que Alicia me respondiera por qué me había dejado con este dolor en el corazón. Este dolor que nada ni nadie podría curar, solo ella. Pero ella ya no estaba.

Estar arrestado no me importaba, pasar mi vida en prisión no me importaba, que mi madre se enterara que fumaba tampoco me importaba. Lo único que me importaba era mi novia, a la cual adoraba, amaba más que a mi vida y necesitaba más que al aire. Pero ya no estaba.

Sinceramente, quería morir.

—Veras, Alexander. Eres el próximo en mencionar en la famosa carta de tu novia. —Dijo el señor cuando retomé la atención a sus palabras.

—Lo sé.

—Aquí dice que hay un lugar en el que tuvieron una noche de pasión.

Sonreí al recordar esa noche mágica. Asentí.

—¿Cuál es ese lugar?

—La vieja casa de mi abuela.

—¿En dónde queda?

—Como a treinta minutos.

Pasé la madrugada encerrado temporalmente, en una celda vacía y hacía mucho frío. No logré pegar los ojos por supuesto. Mi madre llegó a las siete de la mañana junto con un abogado, quien se encargaría de sacarme de ese lugar. Tenía que salir, no había ningún indicio de marihuana en mi casa y no habían pruebas de la estupidez más grande que alguna vez haya pensado, que yo tuve que ver con la muerte del ser que más amaba en la tierra.

A las nueve de la mañana el oficial me sacó de la celda, y el capitán dijo que me otorgaban la fianza. Pero el idiota de Paterson no podía quedarse tranquilo.

—No tan rápido, Alexander. —Dijo corriendo hacia mí con un sobre en las manos.

—¿Qué quiere ahora? —Ya me había cansado de las estupideces del tipo. Él me vio con desaprobación.

—¿Sabías que Alicia estuvo embarazada?

¿EMBARAZADA? ESTO TENÍA QUE SER UNA MALDITA MENTIRA.

Me Asusté mucho y mis manos temblaban. Mi corazón estaba a punto de salir de mi pecho. Negué con la cabeza.

—¡No mientas!

—¡Le digo que yo no sabía nada! —Me alteré y un policía me sostuvo del brazo.

—En la autopsia realizada a Alicia, los resultados lanzan que ella dio a luz hace menos de dos semanas.

—¿Dio a luz? ¿En dónde está el bebé?

—Ese es el problema. No hay rastro de ningún bebé.

Estaba a punto de desmayar o morir. Alicia era virgen cuando hicimos el amor. Yo era el primer y único hombre en su vida. Ese bebé era mío. ¿En dónde rayos estaba?

Me di cuenta que el policía era muy estúpido. Más de lo que pensaba.

—No entiendo qué hacemos aquí cuando tendríamos que estar en la vieja casa de mi abuela buscando lo que Alicia dejó para mi. Puede ser mi hijo quien está allí.

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Mil gracias por leer mi historia. Esta historia casi llega a los mil leídos.

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Besos.

La Carta Suicida de AliciaWhere stories live. Discover now