Culpable

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Profesora Brooks

Bárbara usaba su belleza para lograr conseguir lo que se proponía. De hecho, conseguía la mayoría de cosas que se trazaba a base de eso. Pero conmigo fue diferente. Conmigo tenía otros métodos.

Un viernes después de clases decidí que me marcharía con el profesor de deportes, Trevor. Él era muchísimo más joven que yo, tan atractivo, tan atento, tan… sexy.

Salíamos cada semana, o cuando teníamos demasiadas cosas por hacer, posponíamos nuestras salidas para los fines de semana, y yo le inventaba cualquier excusa a mi esposo, como que iría a tomar un café con mis amigas o tenía cosas que hacer en la escuela.

Ese día él desvió ese camino en su auto, y eso me encantó. Llegamos a un motel que quedaba como a cinco calles de la escuela, asegurándonos de que ningún alumno estuviera cerca y entramos.

No recurríamos mucho a ese lugar, pero cuando lo hacíamos, realmente valía la pena. Él tenía un cuerpo realmente esculpido, con un abdomen que me enloquecía y una espalda muy fuerte. Amaba sostenerme de sus musculosos brazos cuando él perdía el control. Ese hombre realmente me encendía.

─¿Estás lista? ─Dijo mientras cerraba la puerta de la habitación.

Asentí mientras quitaba los lentes de mi rostro. Él se lanzó a besarme apasionadamente. Me empujo contra la pared y comenzó a besar mi cuello, yo no perdía el tiempo y comencé a desabrochar su camisa dejando al descubierto su perfecto abdomen. Él hizo lo mismo con mi blusa de botones y me tiró contra la cama. Trevor era un tipo demasiado intenso y amaba eso.

Tardamos dos horas en esa habitación. Tomé mi celular para checar la hora y me tope con tres llamadas perdidas de un número desconocido y dos mensajes de texto del mismo número.

Brooks, sé en dónde estás y qué estás haciendo en este momento”

Devuelve la llamada si no quieres que tu querido esposo reciba fotografías de su esposa acostándose con otro”.

De inmediato me puse de pie con el corazón latiendo como nunca. Comencé a ponerme la ropa.

─¿Qué pasa? ¿Qué viste? ─Me preguntó Trevor.

─Alguien sabe que estoy aquí contigo. ─Dije alarmada mientras componía el cuello de mi blusa.

─¡¿Quién?!

─No lo sé, pero sea quien sea, puede echar mi vida a perder.

Trevor comenzó a ponerse la ropa también mientras yo lavaba mi cara. Me vi al espejo y en lo primero que pensé fue en mi hija. El sentimiento de culpa me invadió.

─¡Tu celular está sonando! ─Gritó Trevor.

Salí a la velocidad de la luz del baño y no tarde en responder la llamada.

─¿Quién es?

─Me conoces. ─Era la voz de una chica, pero no pude reconocer de quien.

─¡Dime quién rayos eres!

─Tranquila Brooks, no tenemos por qué alterarnos. Estás en la habitación 16, ¿Cierto?

─Sí… ─Dije con la voz a punto de quebrarse.

─Sal de la habitación, baja las escaleras y métete a la habitación siguiente. Estoy en la 17.

─¡Espera! …

─Si no estás aquí en cinco minutos, me imagino que a tu esposo le encantará recibir estas eróticas y comprometedoras fotografías. ─La chica colgó la llamada.

La Carta Suicida de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora