Capítulo 28

23.6K 2.5K 2.6K
                                    

Nota del Autor: Una de mis lectoras me escribió hoy, diciendo que era el cumpleaños de su hija y que le enviara saludos. No saben lo feliz que me hizo que personas me comiencen a escribir por este tipo de cosas. Me hace sentir especial. 

Feliz cumpleaños Valentina Poveda Barragán, te deseo lo mejor del mundo a ti y a tu mamá. Ella te quiere mucho y te desea lo mejor. Cuídense mutuamente y que siempre estén juntas. Disfruta de este día, preciosa. 

Enfoque 

Killiam

Maratón por San Valentín 3/3 

Liz se llevó a Kaya con ella y estoy seguro que mi hija va a hacerle la vida imposible a mi soldado, pero ella verá cómo se las arregla. Tendrá que saberla sobrellevar hasta lo último.

Salgo del departamento y en vez de ir directamente a la oficina, subo a mi auto para ir a un lugar antes de concentrarme en lo importante.

Al lugar que voy no necesito ponerle el gps porque me sé el camino más que bien, en especial porque ahí viví un año con ella. El camino se me hace largo y en cada intersección quiero dar la vuelta y no ir a ese sitio, pero necesito verlo después de que Kaya haya pasado todo el día insistiendo en ir.

La seguridad ha aumentado aún más, aunque nadie vive en este lugar y cuando ingreso pasando las puertas me doy cuenta que ya no es nada comparado a lo de antes.

Mi pecho se encoge cuando la gigante casa se posa al frente de mí y mis ojos observan las flores marchitas en el jardín. La fuente que antes tenía agua fluyendo por ella, ahora está seca y llena de moho. Además de que la maleza se ha tomado la escalera de la entrada como si fuera la dueña y a duras penas se pueden ver los escalones donde piso.

No le he dado mantenimiento porque planeaba venderla, pero verla tan destruida tampoco era lo que esperaba. ¿Pero qué quería? Es una casa en la cuál no he puesto un pie durante tres años, que la seguridad está más avanzada, pero que no he dejado que nadie venga a limpiar.

Donde sea que miro hay un recuerdo y por esa razón no quería venir. En el jardín dónde ella insistía hacer picnics, en la escalera dónde molestaba que la cargara. Incluso en la puerta, donde la arrinconaba para besarla. Todo es un maldito recuerdo que si no fuera por Kaya seguirían guardados en mi caja de las cosas que me he obligado a olvidar.

Me acerco a la puerta y pongo mi huella dactilar, además de la contraseña para que se abra y dé paso al gran salón oscuro.

La casa tiene un olor raro y tengo que sacar un cigarrillo para distraerme de la continua molestia que siento en el pecho.

Mi bolsillo se mueve informando de la llegada de un mensaje a mi celular y leo que hoy solo tenemos entrenamiento en la base. Como aún no hay nada importante, no tenemos ninguna misión que hacer por ahora. Los rusos están ocupados en sus asuntos y estoy cerca de conseguir al hijo de Dante.

Ingreso a la sala vacía y el piso está lleno de polvo. Como no hay nada en el lugar, incluso los cuadros fueron retirados, voy hasta la cocina y la encuentro igual de vacía. Subo las escaleras aún con el cigarro en mi boca, inhalando y exhalando el humo, y todas las habitaciones también están igual de vacías.

No sé que me esperaba si yo mismo ordené que se deshicieran de todo. Lo único que queda es el piano en medio de la sala porque ese era de mi madre. Me acerco hasta él y se ha formado una capa gruesa de polvo que casi no deja ver su color.

Me detengo cuando levanto la mano para abrirlo.

Ya está, ya recordé porque la odiaba. Ya no necesito estar aquí.

ANEURISMA ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora