Capítulo 38

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Maratón 3/3

Aguas mansas

Violett

Dicen que el agua mansa es peor que la que se muestra violenta desde el inicio porque esta puede esconder remolinos que te terminan hundiendo. Y ahora mismo estoy frente a una de esas.

Me duele la cabeza, los músculos del cuerpo, los tendones y hasta las sonrisas, aunque todo eso lo ignoro mientras estoy frente, cerca o con los niños a mi lado, pero no voy a poder soportarlo mucho más, y menos ahora que estoy cojeando con la muleta hasta la habitación y Killiam me sigue detrás.

Ayer desperté y no pude decir nada al verlo porque es algo que me suponía, tampoco es que con el nivel de heridas que tenía encima, esperara algo menos que una larga y tortuosa recuperación, pero no estoy preparada para esto.

No estoy lista para fingir que los tres años no ocurrieron, que yo no hice mal y que Killiam tampoco hizo nada malo y jugar a la casita sin que se me remuevan las entrañas cada que me mira con esos ojos celestes que lastimosamente me siguen gustando mucho.

No asiento del todo la pierna, pero la espalda me duele mucho por el esfuerzo que hacen esos músculos para mantenerme derecha. Necesito volver a acostarme, pero no en este lugar. No puedo seguir aquí viéndolo porque me dan ganas de gritar y no puedo.

—Llama a Petrova, dile que venga a buscarme —murmuro apenas ingreso a la habitación y él ingresa detrás de mí —. Dile que si no puede, que envíe a Dalai por mí.

No me volteo, simplemente sigo moviéndome hasta quedar al otro extremo de la habitación con la cama poniendo la distancia necesaria entre nosotros.

—¿Te vas dejando a los niños? —cuando la pregunta surca sus labios, me volteo con el ceño arrugado y la boca entreabierta —Porque eso es lo que asumo cuando me pides que llame para que vengan a buscarte.

Siento un hincón en la costilla y trato de disimularlo correctamente mientras me mantengo en pie.

—Me voy a llevar a los niños conmigo —aseguro y ni siquiera había pensado en la opción de dejarlos aquí.

Killiam traga con fuerza y se soba la cara antes de seguir hablando.

—Aún no estás en condiciones de que tengamos una discusión por esto.

—No voy a discutir —lo interrumpo —, pero tampoco me voy a quedar.

—No te puedes ir —corta —. Dante aún está libre y lo sabes. Él está acechando los rincones del recinto militar esperando la mínima oportunidad para tenerte a ti de vuelta y a los niños contigo.

—Puedo defenderme —lo que hace segundos solo estaba siendo hablado ahora había empezado a subir de tono.

La simple razón es que no puedo verlo a la cara porque cada vez que sus ojos chocan con los míos siento un dolor recorrerme toda la espina dorsal y cuando él permanece así de tranquilo, es peor. Necesito que se porte irracional como siempre lo hace.

¿Por qué el Killiam que estoy viendo desde ayer es diferente al Killiam de hace un mes? ¿Dónde está el impulsivo lleno de ira que no pensaba en sus acciones ni en sus palabras antes de lanzarlas?

Killiam al escucharme suelta el aire y la expresión que noté minutos antes cuando estábamos con los niños vuelve a aparecer en su rostro y baja la guardia. Oh no.

—No me mires así —advierto y levanto la muleta en su dirección con el nudo haciéndose cada vez más grande —. No te atrevas a mirarme así porque te voy a arrancar los ojos, Killiam.

ANEURISMA ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora