Un accidente

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                     03 de mayo del 2020

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                     03 de mayo del 2020

El velocímetro del automóvil marcaba 130 Km/h en el momento que las curvas de la carretera se volvían cada vez más desoladas. La mujer, que posicionaba su pie sobre el pedal, sintió una ligera molestia ante los rayos del sol que le venían de frente al rostro, arrugó la nariz y entrecerró los ojos. Buscó un par de lentes oscuros que guardaba en la gaveta del copiloto, así recuperaría la visibilidad. De nuevo regresó la mirada hacia la carretera desierta de doble carril que estipulaba 80 Km/h como velocidad máxima.

La conductora sabía que infringir aquella indicación le podría provocar problemas con la autoridad o que incluso podrían revocar su licencia de manejo. No era la primera vez que recibía una infracción por manejar a alta velocidad; sin embargo, el automóvil no parecía moverse más lento, puesto que la mujer que estaba tras el volante, iba decidida a llegar pronto a su destino.

Oprimió uno de los botones del tablero y el característico sonido de un teléfono marcando se escuchó en el altavoz, después de unos segundos de espera, nadie respondió. El desespero llegó a la mujer, obligándola a presionar el botón de remarcar dos veces más, obteniendo el mismo resultado, ya que la llamada seguía sin respuesta.

—¡Maldita sea...! ¡Responde! —espetó al tiempo que golpeaba el volante con la mano y sus ojos se situaban en el espejo del retrovisor.

La frustración la incitó a dejar de insistir en la llamada por breves minutos, a pesar de que su mente traicionera no le permitía conducir con serenidad. Estaba claro que necesitaba el alivio que le daría escuchar la voz de quien no respondía al teléfono.

Presa de la impaciencia, tomó de nuevo el celular, pero esta vez omitiría el manos libres del automóvil. Pulsó remarcar y esperó ansiosa la conexión de la llamada, el momento fue aún más frustrante cuando escuchó por respuesta el sonido de una grabación: «El número que usted marcó, está fuera del área de servicio»

—¡Mierda! ¡Contesta, por favor! Es importante —reprochó la mujer sin sentir la constante aceleración del automóvil.

Dejó caer el teléfono celular en el asiento del copiloto e introdujo la mano que tenía en libertad en su bolso. Hurgó lo más rápido que pudo hasta encontrar un par de píldoras que ingirió con desesperación, luego tomó un pequeño cilindro metálico del que bebió algo de alcohol a fin de calmar sus ansias. 

Aun cuando la velocidad a la que corría el automóvil era alta, los pensamientos que atormentaban la cabeza de la conductora eran todavía más veloces. Gritos, llanto, ofensas y objetos rotos. Todos eran parte de los leves recuerdos que azotaban su débil mente, la misma que parecía completamente nublada y desbocada; una mente donde todo era posible, menos el autocontrol. Los sonidos eran lejanos y lo que sucedía a su alrededor también lo era, parecía conducir sin un rumbo fijo, como quien vaga sin un lugar al que pueda llamar hogar. 

El sonido del teléfono la hizo emerger de sus pensamientos para regresar a la realidad, esa que ella rechazaba y se negaba a aceptar. «Debe ser él» pensó tras escuchar el timbre, separando la mirada del camino para atender la tan ansiada llamada. Estiró la mano derecha, ansiosa por coger el celular que no pudo controlar, puesto que este se deslizó por los dedos y cayó sobre el piso del lado del copiloto; la ansiedad le hizo creer que podía alcanzarlo y estiró más el brazo. En su esmero, por responder aquella llamada que parecía importante, giró el volante con la mano izquierda, provocando que el automóvil se desviara de su camino. La conductora escuchó el sonido de otro auto alertando la embestida, pero apenas si posicionó la vista sobre la carretera cuando observó el vehículo que la golpearía de frente. Ambos autos quedaron abatidos sobre la autopista que parecía estar desierta.

La mujer castaña abrió los ojos por breves segundos para observar que ahora yacía sobre el destruido automóvil que había girado dos veces sobre el asfalto; intentó levantarse a pesar de que le era imposible, estaba confundida y mareada. De pronto, un ardor en la cabeza le recordó el fuerte golpe que sufrió durante el accidente que ella misma se provocó; tocó la parte trasera de la nuca y notó que se encontraba sobre un baño de sangre que provenía del mismo lugar donde sentía ardor. Los párpados comenzaron a pesarle e intentó mantenerlos abiertos sin éxito, la mente se nubló, el mundo se tornó oscuro, respiró con profundidad un par de veces y finalmente se dejó ir.

LUISAWhere stories live. Discover now