Capítulo 26: La voz que no debió escuchar

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04 de septiembre del 2020

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04 de septiembre del 2020

El escritorio del texano era un completo caos entre papeles y facturas que seguían pendientes por revisar. Fueron muchos los días que Andrew y Gabriel pasaron fuera de Las Bugambilias atendiendo todo tipo de situaciones preocupantes que desbocaron en sus ajetreadas vidas laborales: las averiguaciones de la policía, citas médicas, pláticas entre abogados y peleas constantes con la prensa. No existió un solo momento de tranquilidad que le permitiera pensar a Gabriel que el fin de sus problemas se acercaba. 

Desde el supuesto atentado de asesinato, los días cedieron, mas no lograron hacer que el mundo del espectáculo dejara de lado la vida de la joven pareja. Por el contrario, de lo que creía el vaquero, cada vez era más la gente que se interesaba en el curioso caso de la escritora que llegó al borde de la locura.

Las notas utilizaban diferentes títulos amarillistas que mencionaban la enfermedad mental de Luisa como un problema irreparable y peligroso para la sociedad.

«Cualquiera está en peligro», decía una de las notas de Facebook. En otro caso, se hablaba sobre la triste pérdida del supuesto embarazo: «Ana Luisa Brown pierde la razón por muerte del bebé». En el periódico local escribieron sobre los problemas del matrimonio: «Falso cuento de hadas».

En realidad, ninguna de las notas conseguía describir, con precisión, la verdad de aquel matrimonio cargado de falsedades y contrariedades. Gabriel sabía que el amor que le juró a Luisa fue real, misma que defendería el tiempo que fuera necesario, aunque por otro lado, estaban las mentiras de las que todos hablaban como si estuvieran al tanto de los detalles de su matrimonio. Sí, hubo fallos por ambas partes. Luisa lo engañó, pero él también lo hizo y era esa la razón por la que su conciencia estaba a tope. 

Esa última fue una de las razones por las que se mantuvo al margen del trabajo de su rancho. Primero estaba la situación de su brazo, este seguía necesitando reposo; y en segundo lugar, estaban las habladurías de sus trabajadores, tomando en cuenta que estos lo miraban como un pobre idiota utilizado por una mujer que terminó por enloquecer. Nadie se atrevió a decírselo de frente, aunque para él, bastaba con mirarles la cara e imaginar lo que en realidad pensaban.

De igual modo, sabía que estaban en lo cierto, Gabriel pecó de iluso: un iluso enamorado, sí, pero iluso, al fin. Herido y enamorado de una mujer cuyos sentimientos no conocía con precisión. 

Su autocompasión fue interrumpida por Dora, una vez que apareció frente a la puerta.

—Sé que estás ocupado, pero ha llegado el abogado de Luisa. Supongo que trae noticias.

—Hazlo pasar —dijo el rubio, poniéndose de pie casi de un brinco.

Segundos más tarde, Jim se presentó, extendiendo una mano en forma de saludo. El aludido correspondió de la misma manera y asintió con un movimiento de cabeza.

LUISAOnde histórias criam vida. Descubra agora