Capítulo 4: Del santuario al purgatorio

105 25 147
                                    

 28 de mayo del 2020

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

28 de mayo del 2020

Rondaban las siete de la mañana cuando Luisa salía de su habitación después de una larga y complicada noche. Los cuestionamientos por las recientes noticias sobre su relación no paraban de llegar a su cabeza, no habría tregua o descanso hasta que la verdad fuera descubierta.  

Apenas escuchó el ruido tras la ventana de su cuarto, decidió salir en busca de una buena taza de café que le reajustara los complejos pensamientos. Bajó las escaleras, sintiéndose ajena a todo lo que la rodeaba, nada de lo que había a su alrededor parecía ser de ella o de su gusto. Incluso la rústica decoración de la casa le era ajena a lo que la representaba. Se sentía como si fuera la huésped de un desconocido, por lo que, reconocerse a sí misma era la tarea del día o al menos era lo que tenía planeado.

En su trayecto por la casa, se encontró con una persona joven, delgada, de tez oscura y facciones delicadas. La mujer la recibió con una grata sonrisa desde que la vio bajar las escaleras.

—Hola —dijo Luisa, sin agregar más.

—Buenos días. ¿Necesita a Dora?

—No, a ella no —declaró con una mueca en el rostro—. ¿Dónde está la cocina? Lo que necesito es una taza de café.

—Sí, por supuesto —respondió sonriente—. Estábamos por servir su café, pero no sabíamos si bajaría a trabajar. Gabriel ya está desayunando en la cocina —agregó la morena de cabello rizado mientras guiaba a Luisa por su propia casa.

La castaña arqueó una ceja en el acto y miró con recelo a Rose, quien no parecía entender el semblante de su empleadora.

—¿Gabriel? ¿Le hablas por su nombre? —cuestionó con cierto aire de superioridad y arrogancia. 

—Así es como a ustedes les gusta —señaló Rose sin entender lo que pasaba. 

Ambas mujeres ingresaron a la cocina donde se toparon con la presencia de Gabriel, sentado en la mesa con un gran plato vacío frente a él.

—Gracias por esperarme —reclamó luego de verlo satisfecho.

El vaquero se puso de pie, colocó su sobrero sobre su cabeza y volvió el rostro para donde su esposa aguardaba por la respuesta. 

—Normalmente tú no desayunas. Es por esa estúpida dieta intermitente que haces.

—Pudiste decírmelo. 

—Lo siento, todavía tengo la esperanza de que recuperes tus recuerdos pronto —resolvió encogiendose de hombros. 

Estaba molesta, sobre todo por el hecho de que su marido era un fastidio y su rutina una incógnita. ¿Qué más podía hacer, fuera de culpar a todos por su problema? Dejó de lado la molesta respuesta de Gabriel y estiró los dedos largos de su mano para recibir la taza de café que solicitó. Miró al rubio caminar hacia la puerta con la intención de salir de la cocina. 

LUISAWhere stories live. Discover now