Capítulo 32: La escritora

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20 de septiembre del 2021

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20 de septiembre del 2021

El vehículo que Luisa contrató para su traslado frenó en la enorme hacienda que era la de los Fisher. El enorme y colorido jardín que lucía frente a la casa, lucía más vivo que la última vez que Luisa lo vio. Probablemente, se debía a la poca accesibilidad que su mente tenía en aquellos momentos, bajo los efectos de los detestables medicamentos y la enorme cantidad de problemas que abrumaban su debilitada conciencia.

Sin retirar la mirada de la enorme propiedad, bajó del automóvil dándole un par de indicaciones al chofer. Enseguida dio un largo y profundo suspiro, hasta que se decidió a ir a la imponente entrada donde una mujer aguardaba el acercamiento de la visitante.

—Hola, estoy buscando a Helen —resolvió Luisa con una tímida voz entre cortada.

—Sí, señora —dijo la empleada, acatando la orden con una llamativa sonrisa—. Ella está adentro, acompáñeme.

El elegante recibidor se manifestaba gracias al gran atractivo visual que la fina decoración proporcionaba en voluminosos espacios. Los ojos de la castaña no pudieron pasar por alto los amplios ventanales que iban desde el piso hasta la altura del techo, enmarcados con las delicadas y finas fibras de las cortinas que Helen compró en su viaje por la India. Sin duda alguna, la extravagancia de los Fisher, era demasiado para Luisa, quien siempre optaba, por tanto, decoraciones como vestimentas sobrias y simples. La castaña no pudo evitar pensar en las razones por las que su amistad con Helen se sostuvo por tantos años, incluso creía que eso se debió, en gran parte, gracias a la presencia de George en la vida de ambas. A pesar de eso, no tenía motivos para dejar de ser su amiga, siempre y cuando la latina respetara sus decisiones, ahora que tendría un nuevo comienzo, lejos de los ambientes tóxicos que tanto daño le causaron.

—¡Luisa, cariño! —exclamó gustosa la mujer, abrazando con gentileza a su amiga—. Cuando me dijeron que estabas aquí, no podía creerlo. Dios sabe que moría de ganas por saber de ti, pero estabas tan molesta con la vida que no nos permitiste visitas, ¿cierto? 

La castaña tragó grueso y asintió ante la dulce reprimenda de Helen, ella era ese tipo de chica que hablaba sin pensar. 

—Lo sé y lo lamento. Sé que rechacé tus visitas, aunque fue solo para sanarme. Necesitaba alejarme de todo, lo entiendes, ¿verdad? —replicó colocando su mano sobre el brazo de la otra. 

—Por supuesto, aunque un mensaje o una llamada de vez en cuando, no hubiera estado mal —declaró la latina en un tono amable. 

—Por muy malo que parezca, no deseaba saber de esta vida —agregó la castaña con el rostro fijo en Helen.

Luisa analizó la fachada de la latina, quien lucía un amplio escote en la blusa de estampado atigrado.

—Bueno, ya estás aquí. Debemos festejar tu salida de ese horrible lugar. Dime, ¿qué quieres beber? —ofreció la voluptuosa mujer al tiempo que se contoneaba con rumbo al estante de la licorería.

LUISAWhere stories live. Discover now