Capítulo 30: Un esfuerzo para olvidar

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—¡Cierra ese corral! —gritó Gabriel desde uno de los costados—

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—¡Cierra ese corral! —gritó Gabriel desde uno de los costados—. ¡Con un demonio, Antonio! ¡Esas vacas se te van a ir! 

Alertó de nuevo con un semblante desencajado.

—Al menos podrías intentar disimular, Gabrielito —declaró un Andrew burlón. El administrador y mejor amigo, estaba junto a él, montado en el caballo.

—No comiences, Andrew. Hoy no tengo ánimos para tus bromitas —repuso el vaquero arrugando el rostro, hastiado del comentario desatinado.

—¿Bromas? ¿De verdad crees que esto es una broma? —interrogó alarmado, al tiempo que se colocaba frente al adverso—. Gabriel, te evidenciaste frente a Mónica y ahora me vas a decir que tu mal humor se debe a la escapada de unas reses.

El rubio lo contempló con suma seriedad, las reacciones del texano eran justo lo que su administrador describió, había enojo en su rostro y voz, uno que con dificultad podría disimular.

—Luisa me preocupa, eso es todo —desahogó finalmente. 

Lo sabía, lo conocía tan bien, que estaba seguro de que no se equivocaba. El rígido semblante tenía todo que ver con Luisa. 

—Entiendo que ella te preocupe. Fue tu esposa más de cinco años, pero intenta disimular los celos.

Los azulados ojos del acusado se posicionaron sobre Andrew, estaba siendo evidenciado por sus propias acciones. 

—No se trata de celos. Luisa podría estar confiando de nuevo en George y ese hombre sabe metérsele en la cabeza para incitarla a hacer cosas que ella no... disfruta hacer. 

Andrew exhaló al notar cuan perdido estaba su amigo. 

—Luisa ya es una mujer bastante madura y autosuficiente, Gabriel —interrumpió cansado de la misma excusa—. Deja de verla como una persona vulnerable y débil porque no lo es. Ella es fuerte y capaz; inestable tal vez, pero eso no es debilidad. Mucho menos en ella.

—¿Qué quieres decir con eso?

Andrew sonrió con cinismo frente al rubio más ciego de todo Texas.

—Luisa supo jugar muy bien contigo. Siempre obtuvo lo que quiso, porque estabas enamorado —expuso de tajo. 

Las frías palabras golpearon a Gabriel con fuerza, ¿quién era él para juzgar su matrimonio? Frunció el ceño y lo vio con dureza.

—No fue así —replicó seguro, puesto que a pesar de tener ciertas dudas, pensaba que su expareja merecía un mínimo de respeto. 

—Sí, lo fue y eres un idiota por creer que ella te necesita —escupió, sin limitaciones, todavía sobre el animal.

—No entiendo nada de lo que dices.

—Sí, lo sabes, pero prefieres no hacerlo. Yo estuve para ti cuando te enteraste de que te utilizó como publicidad, te escuché cuando supiste de sus infidelidades. Amigo, yo fui testigo de lo indiferente que fuiste para Luisa —reprochó, señalándole con la mano—. A pesar de eso, seguiste ayudándola, apoyándola y cuando finalmente acordaron divorciarse, ella vuelve a atacar con su decisión de quitártelo todo. Tenías que seguir como su marioneta o te dejaría en la ruina.

LUISAWhere stories live. Discover now