Capítulo 13: Viejas adicciones

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29 de julio del 2020

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29 de julio del 2020

La oscuridad de la noche cubría Texas, mientras Luisa observaba a través de la ventana la amplitud del cielo estrellado. A las afueras, permanecían uno o dos trabajadores caminando por los alrededores, parecían vigilantes de los movimientos que manifestaran que algo estaba fuera de lo común. Cualquier ruido sigiloso que no fuera provocado por el canto de un grillo o el relinche de un caballo, estaba claro que no sería consentido. Pocas veces había hombres vagando por los externos de la casa, aquello le decía a Luisa que Gabriel llevaba el control de sus acciones a otro extremo.

Escuchó sonidos tras la puerta y supo que se trataba de Dora con los medicamentos, puesto que el reloj, colgado en una de las paredes, marcaba las ocho en punto.

—Pasa —respondió desanimada al llamado.

 Enseguida, apareció su verdugo, portando una bandeja sobre las manos.

—Traigo tu cena y tus medicinas, cariño —aseguró con una compasiva sonrisa.

Luisa no pensaba en otra cosa que no fuera el plan que ideó para evitar las píldoras que discernía de consumir. Las detestaba, sobre todo ahora que sospechaba de Gabriel.

—Gracias, puedes dejar las cosas ahí —indicó señalando la mesita donde acostumbraba a cenar.

Dora recogió un par de prendas que estaban regadas por el piso y luego de colocarlas en el cesto de la ropa sucia, volvió el rostro hacia la castaña. Por breves segundos, la invadió la nostalgia, pues extrañaba esas largas y amenas charlas que tenía con Luisa por las noches, antes de que el accidente le robara los recuerdos. Ese complicado carácter, era un síntoma desesperado de su pasado. Ese que Dora conocía bien desde los labios de su empleadora y amiga. 

—Mejor come ese Sándwich para que puedas tomar tus pastillas.

Por su parte, Luisa analizó de reojo la bandeja antes de responder con una grosería, en vez de ello, creyó que lo mejor sería ser amable, fingir tomar el medicamento y el alimento para que esta no sospechara nada sobre su negativa para hacerlo.

—¿Podrías traerme un vaso de Coca-Cola? —preguntó fingiéndose despreocupada y relajada. 

La robusta mujer detuvo sus pensamientos, era la primera vez que tenía ese tipo de peticiones. 

—¿Refresco? —cuestionó deteniendo cada movimiento—. Siempre cenas con agua o jugo natural. 

—Sí, pero hoy tengo antojo de un refresco, mientras comenzaré mi cena —aseguró al tiempo que tomaba asiento frente a la mesita a fin de evitar sospechas por parte de la mujer.

—Bien, enseguida vuelvo —comentó Dora satisfecha y salió de la habitación.

No pasó mucho, cuando Luisa agarró parte del Sándwich para envolverlo en papel y depositarlo en la basura del baño. Enseguida, reemplazó las pastillas con dos simples aspirinas, escondió la evidencia y se dejó caer sobre la silla hasta que Dora regresó con su bebida.

LUISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora