Capítulo 18

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 -Buenos días papi-Saludó Adele acercándose a su padre.

 Adler sonrió ante el beso que su hija le dio nada más aparecer por la entrada de la cocina, luego rodeó la mesa y se sentó delante de él. El señor Andries la observó, viendo todos y cada uno de sus movimientos, no veía nada raro en su hija, ni una mueca de tristeza ni una actitud de desdicha, no estaba desganada, nada y sí que era verdad que cuando le ofrecieron el trabajo aquí de vuelta en Whyalla, se le pasó por la cabeza la posibilidad de que su hija se reencontrara con sus amigos, aunque fuera pequeña, ya que ahora vivían a unas cuantas cuadras de su antiguo hogar. Pero parecía ser que al destino le daba igual dónde se alojaran, había llevado a su hija al lado de su antiguo novio.

 Al contrario que su mujer a Adler, el chico no le había caído ni bien ni mal porque no conocía al muchacho, no había tenido la oportunidad de tratarlo.

 Él nunca había hecho caso de las palabras de Mary hacia el muchacho. "Le va a hacer daño a nuestra Adele, lo sé" Siempre que hablaba era para hacerlo mal de Mason y Adler tampoco se iba a dejar llevar por eso porque él no lo conocía.

 Hasta que llegó el día del accidente.

 Lo llamaron del hospital diciendo que su hija había sido atropellada, a Adler se le erizó la piel como si estuviera presenciando la muerte, de ese momento solo recordaba los pasillos blancos y su mujer gritando dónde se encontraba su hija y el médico contándoles que la chica había sido atropellada hacía unos minutos.

 Luego supo que Mason Simons, había tenido la culpa por engañar a su hija. Adele lo había descubierto engañándola con otra y había salido corriendo de ahí sin mirar que, al cruzar la calle, un auto pasaba en ese momento, una chica había hablado con su mujer contándole todo lo que había pasado, Mary había dado la orden a la seguridad del hospital que no quería ni que el morocho, ni el resto de los chicos se acercaran a la habitación de Adele. A Adler le daba igual, le importaba una mierda la seguridad, si en verdad el morocho había sido el culpable él se encargaría de que no entrara a la habitación de su hija, ahora lo que solo lo mantenía en pie eran las ganas de ver a la muchacha abrir los ojos y sonreírle.

 Cuando ella despertó y los observó alterada preguntándoles quiénes eran, al señor Andries se le cayó el alma a los pies, el neurólogo los tranquilizó diciendo que tras el golpe que se había dado, una de las consecuencias podía ser la pérdida de memoria, aunque aseguró que eso sería temporal sin embargo el hombre tuvo miedo de que fuera lo contrario.

 Ahí fue cuando Mary empezó a hacer llamadas, el hombre ni se preocupó en observar qué era lo que hacía su esposa porque solo se dedicaba a mirar por su hija, intentando hablarle y haciéndole recordar cosas vividas con él y con su mujer.

 Tres días después, la pesadilla de Adler comenzó.

 Cuando se enteró que su mujer había hecho llamadas a psicólogos de todo el mundo, buscando una solución para Adele, el hombre ni se lo terminó de creer.

 -¿Qué estás diciendo Mary?

 -Lo que oyes. Es una manera de empezar de cero. Así nuestra Adele no recuerda a ese delincuente.

 -Pero...estás hablando de medicar a una niña.

 -Es la única manera. Un amigo de Queenstown me ha asegurado que ese medicamento llegará un momento en que borre completamente los recuerdos de Adele con ese chico. Querido, yo solo quiero lo mejor para Adele y recordando eso, no lo será.

 -Pero...hablémoslo con Adele y si ella...

 -¡Basta Adler! Nosotros somos sus padres y tenemos que mirar por el bien de Adele. Me da igual que no quieras, ya he llamado a Nueva Zelanda y nos esperan allá en una semana.

Los Recuerdos de AdeleWhere stories live. Discover now