6. Desconfiar es la apuesta

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La llamada llegó justo en el momento adecuado para Diana; acababa de cerrar todos sus casos y esos períodos sin ingresos eran los que más lastimaban su economía. Además, Daniel era especial para ella. El cliente para el que su padre trabajaba durante la investigación que le costó la vida. En un principio eso la hizo desconfiar de él, pero bastó conocerlo para saber la clase de hombre que era. Su integridad pronto la hizo confiar, tanto que juntos llevaron hasta las últimas consecuencias la reapertura del caso de corrupción empresarial en el que Daniel perdió su trabajo y su padre acabó desaparecido por dos años.

Sin embargo, la propuesta que le hizo no le agradó. Los líos empresariales distaban mucho de ser el tipo de investigaciones en las que se sentía cómoda; no contaba con tantos contactos en ese medio y le costaba conseguir la información. A menudo, Manuel le ayudaba con esto último, y esperaba que así fuera también en esa ocasión porque el pago le urgía. Luego de meditarlo, trabajar a tiempo completo para un solo cliente le pareció la mejor forma de descansar un poco del ajetreo al que se había sometido los últimos meses. Tardó un día en decidir aceptar, encontrar a un soplón de oficina incluso le resultó atractivo. Dinero fácil y un ambiente sin criminales, el paraíso considerando la forma en que había vivido desde que decidió dedicarse a atrapar y encerrar lacras sociales.

Para cuando se presentó en la consultoría, iba convencida de que trabajar ahí implicaba mayores beneficios que dolores de cabeza. La recibieron con amabilidad y el sitio era agradable, ya lo conocía de anteriores visitas a Daniel, así que no tenía problema con pasar ahí unas horas del día. Vivir en un lugar como ese era un lujo enorme, y cierta melancolía la hizo emitir un débil suspiro. Sentada en un sofá, esperó a sus anchas en la oficina a la que fue conducida por la linda muchacha de cabello castaño y grandes ojos marrón que le abrió la puerta. El reloj corrió dejando atrás minutos enteros. Poco habituada a estar despierta a esa hora, dejó caer la espalda sobre el respaldo de su asiento y echó hacia atrás la cabeza. En el día podía dormir mejor, pues las pesadillas rara vez se presentaban cuando el sol resplandecía. Sin querer, se quedó dormida.

Despertó de su letargo al escuchar el carraspeo de una garganta masculina. La luz la hizo parpadear varias veces y tardó en reconocer al hombre que la observaba desde la puerta. Su cuerpo tampoco reaccionó, permaneciendo algunos instantes en esa postura que le permitía hundirse en la superficie sobre la que reposaba y relajar todos los músculos.

Pese a que el enfado no era un rasgo común de su carácter, Daniel pensó si colaborar con Diana era su mejor opción. La última y única vez que lo hicieron estuvieron a punto de acabar muertos, y todavía sentía recelo por lo que significaba tenerla cerca. Sin embargo, lo vivido y su reciente paternidad tocaron varias fibras sensibles que lo impulsaban a creer en las segundas oportunidades. Decidido, respiró hondo mientras sus ojos se cruzaban con los de la mujer cuyo agotamiento apenas le permitió desperezarse.

—Tardó mucho, Daniel —emitió en tanto movía la cabeza de un lado a otro y enderezaba la espalda para forzarse a estar atenta.

—Parece que no ha dormido bien —. Daniel se sentó en la silla detrás de su escritorio —. ¿Quiere un vaso de agua o café?

Bajo nuestra piel [Finalizada]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang