38. Sin dejar huella

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Dedicado a mi gran amiga, una de mis lectoras betas más entusiastas y que además es una persona maravillosa, genuina y siempre dispuesta a ayudar.

El primer recuerdo de esa mañana fue brumoso, había despertado temprano para verla prepararse, el día iba iniciando para ella, pero él entraría más tarde al trabajo, por lo que solo la acompañó a desayunar y volvió a la cama. El cielo matutino ausente de sol y cerrado por las nubes que dejó la tormenta nocturna, lo hacía desear permanecer entre las mantas, sin embargo, las abandonó un poco para prolongar el tiempo juntos y darse mutuo calor que contrastó con el frío del entorno. Antes de que se fuera, le había dado un beso profundo y estrechado contra su cuerpo, disfrutaba tanto de su aroma y su piel que la idea de hacerle el amor se le pasó por la cabeza. No obstante, ella le repitió lo ocupada que estaría, aunque quisiera, no podía quedarse más.

Los días anteriores, entre los dos habían estado gastando muchas horas en trasladar no solo a Nora y a su recién nacida, sino también las pertenencias de la mujer, de la casa que alquilaba a la que su hermano le había prestado. Fueron al menos tres días los que Diana perdió, pero necesitaba asegurarse de que ambas estuvieran cómodas y seguras antes de continuar con su investigación. Sabía que la orden para solicitar a la iglesia los nombres de los asistentes a su congregación había sido emitida, eso le dio cierta tranquilidad, pero no demasiada, porque además sus recursos eran cada vez más irrisorios y le avergonzaba hacer uso de lo que Roberto le ofrecía, tenía que volver a trabajar pronto.

—Te veo más tarde —le dijo antes de desaparecer por la puerta de salida que, estando cerrada, dio cuenta de lo solitario que parecía el departamento sin ella. Lo asombró lo rápido que se acostumbró a su presencia, era como si siempre hubiera estado con él.

Al quedarse solo, siguió durmiendo, recuperándose de lo vivido y las intensas emociones experimentadas. El que su madre hubiera buscado un acercamiento seguía pareciéndole un sueño imposible de creer, algo poco real que por fortuna lo era. Soñó con eso, también con la mujer que amaba, pero las cálidas visiones que lo acompañaron en su descanso, en algún punto se tornaron angustiantes pesadillas que concatenadas una con otra perturbaron su descanso. No podía despertar y en la proyección que su cerebro había formado se veía sin ella, todos los demás estaban presentes; sus padres, Nora, la bebé, incluso Daniel y Casandra junto a los compañeros de la vieja casona, todos menos Diana. El resto vivía su vida igual que siempre, como si nunca hubiera estado con ellos, y él, aunque no podía dejar de extrañarla, también continuó con su rutina. Todo igual, pero cohabitando con su ausencia que era como una puñalada constante, hasta que alguien más llegó a su lado, haciéndolo olvidarla. Ella se volvió el fantasma de lo que alguna vez fue, uno que incluso le agradeció por completar su vida antes de partir. Que atroz le resultó esa mezcla de realidad con fantasía.

Despertó agitado y con hilos de sudor corriendo por su frente, sintiendo sobre sí una culpa irracional por dejarla atrás. ¿Cómo pudo seguir adelante el hombre en sus sueños? Ese no era él, solo habitaba su mismo cuerpo, porque de haber sido real, no se creía capaz de lidiar con tanto dolor y pérdida, no en vano podía sentir el hueco que le dejó dentro creer estar sin ella. Se repitió a sí mismo que nada era real y para estar seguro le envió un mensaje, ella lo respondió con el mismo afecto que de a poco iba demostrando con mayor confianza. Le platicó lo que hacía, brindándole una pizca de sosiego. El cielo seguía gris y el ambiente húmedo, lo que contribuyó a que se mantuviera el sobresalto pese a que su razón le exigía calma. Ella estaba bien, se obligó a creerlo. Fue una pesadilla, pero dejar de prestar atención a la sensación que le atravesó el pecho le costó un par de horas más.

Bajo nuestra piel [Finalizada]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang