Epílogo

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La calma del cementerio la inundó, arrebatándole un suspiro. Acudir el tres de noviembre, tras la celebración del Día de muertos, le permitió contemplar tranquila las flores y obsequios que otros dejaron a sus muertos.

Lo mejor era el gesto entusiasta de su acompañante y ver el asombro con el que señalaba las tumbas, bañadas en el color de las ofrendas. Con paciencia, tomó su mano y siguió sus pasos cuando la curiosidad era tal que le exigía conocer el nombre de la persona cuyos restos guardaba la tierra. Ella lo leía, lo mismo que la fecha y descubrían si había fallecido a temprana edad o a causa de la vejez. Las tumbas de pequeños les arrancaban una exhalación, señal de que era momento para continuar su camino.

—Aquí es —anunció, arrodillándose en el césped frente a la placa que señalaba el último lugar de reposo de quien luego de varios años, se permitió extrañar —. Hola, papá.

Con delicadeza, quitó las hojas caídas que impedían ver completo el nombre. Tiempo atrás había decidido no dejar pasar ni una sola ocasión especial para visitarlo y hablar en silencio de su vida. Aunque no hubiese sido el mejor padre, fue parte fundamental en su crecimiento y formación. Por él, aprendió las lecciones que el tiempo le enseñó a valorar y sus muchas fallas dejaron de ser motivo de resentimiento. Tampoco olvidaba como su recuerdo la acompañó en el momento más oscuro, dándole la fuerza para superarlo y salir vencedora en un enfrentamiento que, de otra forma, hubiera sido mortal.

—Tía, ¿Tu papá se llamaba como mi abuelo?

La voz de la pequeña a su lado la llevó de vuelta al presente. Giró hacia ella y sonrió, era increíble como seis años de una convivencia estrecha bastaron para que esa niña le robase entero el corazón. Nunca tendría hijos propios, pero la dulce Aracely había colmado su vida de ternura con su presencia infantil.

—No, solo un poco parecido. Pero él era muy diferente a tu abuelo.

—¿Se parecía a ti?

—¿A mí? ¿Cómo se supone que soy yo?

—Es que mi abuelo es como mi tío. Y tú. Das un poco de miedo cuando te enojas.

—Pero nunca me enojo contigo.

—Lo sé. Por eso te quiero.

—Y yo a ti te adoro —. Abrazó a la niña, dejándose llevar por el sentimiento. Agradecía que su madre le permitiera ser tan cercana a ella.

—¡Tío! Acá estamos —gritó Aracely al hombre que, a espaldas de Diana, se acercaba a ellas.

La mujer la liberó de sus brazos y se levantó para encararlo. Él la besó en los labios apenas llegó a su lado y volteó hacia su acompañante para darle la mano que le pedía.

—Les dije que no me tardaría —. Volvió a mirar a su esposa y le entregó el arreglo floral cuya compra lo hizo quedarse atrás —. Espero que te gusten.

—Pero no son para mí.

—Lo sé, pero es tu papá.

—Ese viejo amargado. Si supiera que le pongo flores encima se levantaría a quitarlas. Que pena que no pueda —rio divertida ante su burla y colocó la ofrenda a un lado del nombre de Alfonso. Lo mismo hizo con la botella de cerveza que sacó de su bolso.

La visita se prolongó un rato más. Aracely y Roberto siguieron disfrutando el verdor que cubría el cementerio y visitando las tumbas de sus moradores, mientras que Diana se sentó frente a la de su padre y le habló en silencio de tanto que le hubiera gustado compartir con él. Al final se puso de pie y suspiró.

—Nos vemos en tu cumpleaños. Tal vez debería traerte algo mejor que esa cerveza barata que tanto te gustaba. Debes estar aburrido de ella. Y por favor, no hagas que vaya pronto a tu lado, tampoco ninguno de ellos —sonrió conmovida y se fue al encuentro de su familia. La vida aguardaba y los muertos querían descansar.

Si una tradición mexicana me llena de orgullo esa es la celebración del Día de muertos, por eso no quise dejar pasar la oportunidad de compartirla en el cierre de esta historia que tanto disfruté escribir

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Si una tradición mexicana me llena de orgullo esa es la celebración del Día de muertos, por eso no quise dejar pasar la oportunidad de compartirla en el cierre de esta historia que tanto disfruté escribir. En lo personal, la celebración me recuerda la necesidad de disfrutar la vida y seguir adornando el vacío que nos dejan las personas que amamos y partieron antes. Sobre este día tan especial, les dejó alguna información extraída del buscador (no se crean que se explicarla tan bien, aunque quisiera):

La celebración del Día de Muertos se lleva a cabo los días 1 y 2 de noviembre ya que esta se divide en categorías: De acuerdo con el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los "muertos chiquitos" o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos

Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.

Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en apocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.

La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansaban sus seres queridos.

El Día de Muertos se celebra en todo México, teniendo algunas variantes dependiendo la región o el estado.

Bajo nuestra piel [Finalizada]Where stories live. Discover now