9. Tener presente lo bueno

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Roberto alcanzó a Diana en el auto. Sin palabra de por medio, ella arrancó. El trayecto a la constructora era largo y sería mayor con el habitual tráfico que saturaba las principales avenidas a esa hora. Por fortuna, iban con bastante tiempo a la cita. Diana aprovechó y unos minutos después, ingresó al estacionamiento de una farmacia. 

Su acompañante la vio descender y aunque tuvo el impulso de preguntar qué estaban haciendo ahí, hizo caso a la anterior advertencia de ella y se mordió la lengua, suficientes roces habían tenido apenas verse como para agregar otro. Mientras aguardaba a que su acompañante comprase lo que fue a buscar, recordó lo que Daniel le había dicho una vez que se quedaron solos tras el conflicto protagonizado.

—Me aseguraste que eras capaz de trabajar con ella —Roberto había percibido aquella observación de su jefe como una llamada de atención, a la que debió responder de la mejor manera.

—Sí lo soy. Lamento lo que sucedió, no sé qué me pasó —se justificó sintiéndose reprendido.

—Sé que Diana puede llegar a ser tremendamente exasperante, pero ahora son compañeros y estoy seguro de que puedes encontrar algo bueno en ella que mitigue lo negativo que ves. No es una mala persona, solo está acostumbrada a otro tipo de trato y ambientes. Creo que con tu experiencia entendiendo gente, es más fácil para ti ponerte en su lugar y encontrar la forma de comunicarte con ella.

Esa última sugerencia seguía dando vueltas en su cabeza. ¿Qué podía tener de bueno una mujer como ella? Su trato era burdo, no cuidaba su apariencia ni se detenía a pensar antes de hablar. También odiaba su sarcasmo y que siempre estuviera dispuesta a ser hiriente. Lo único que no le resultaba repulsivo era el aroma fresco que emanaba de ella, y que a ratos como ese en el que permanecieron en el espacio pequeño y cerrado del auto, llegaba a ser particularmente agradable.

Tras mucho pensar y hacer memoria, recordó que tenía algo que agradecer a la exagente. Lo había olvidado por el tiempo trascurrido, pero meses atrás cuando se enfrentaba a las consecuencias del delito en el que participó y a las personas que había afectado con su mala decisión, lo que Diana le dijo fue lo único que le llevó un poco de sosiego en tanto vivía una de las experiencias más amargas de su vida. 

Ella le aseguró que él no era un delincuente, sino alguien obligado por las circunstancias a participar en un delito. También reconoció su entereza al pedir disculpas directamente a quien dañó con sus actos y le recordó que nunca es tarde para hacer lo correcto. En medio de todo el señalamiento que lo persiguió durante el juicio y su posterior condena, lo dicho por Diana había logrado mantener en pie a un hombre como él, acostumbrado a cosechar éxitos y recibir el beneplácito de los demás y no su desprecio.

Para cuando la vio salir de la farmacia con una botella de agua y una bolsa en las manos, se sentía avergonzado por su reciente actuar. Daniel tenía razón, su comentario había estado fuera de lugar. Mayor fue su arrepentimiento cuando la vio sacar de la bolsa una caja de pastillas y llevarse una a la boca. Estaba lejos, pero reconoció esa expresión desesperada que se tiene cuando se busca calmar alguna dolencia. Sin pensarlo mucho, revisó en su móvil el tiempo que faltaba para llegar a su destino y salió del auto para encontrar a su compañera antes de que abordase. Al tenerla cerca, comprobó que fue a buscar aspirinas, y estuvo seguro de que se sentía mal.

Bajo nuestra piel [Finalizada]Where stories live. Discover now