10. Reclamo

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Las dos primeras semanas en Constructora Sifuentes no fueron tan malas. Su compañera parecía otra cuando se encontraba inmersa en una investigación. Casi no hablaba, solo lo necesario para aclarar alguna duda o averiguar detalles que no le terminaban de cuadrar con el resto de la información.

Durante ese tiempo la vio concentrada en cada uno de los aspectos que podían estar relacionados al espionaje del que la empresa estaba siendo objeto. Se enfocó especialmente en lo referente a las licitaciones, los procesos administrativos que habían sido señalados, el personal que había pasado por la constructora en los últimos cinco años y la familia Sifuentes, cuyos integrantes eran tan reservados en su vida privada que a la investigadora le costó conocer de ellos algo más que el nombre.

A Roberto terminó por impresionarlo su capacidad de trabajo, hubo ocasiones en las que incluso la vio saltarse comidas y trabajar hasta después de la hora de salida. Podía apostar a que tampoco dormía bien viendo el tono diferente y oscurecido de piel bajo sus ojos. Al principio no le prestó atención, él mismo solía entregarse a un objetivo laboral. No obstante, era un ritmo que sostenía dos o tres días antes de que su cuerpo comenzase a sentir los estragos. Diana en cambio, llevaba así semanas enteras y por lo que veía, pensaba continuar hasta el final. Pese a que no era alguien de su agrado, lo empezó a preocupar. Pensó en compartir su opinión con Daniel, pero no terminaba de convencerse de que fuera pertinente. Después de todo, era una adulta y tendría que saber cómo cuidarse.

Una de tantas tardes en la que su curiosidad lo llevó a observarla de soslayo mientras ella revisaba algunos expedientes en la portátil y otros impresos, Vanessa entró a la sala de juntas que les asignaron como espacio de trabajo. Era la hora de comida y la rubia no perdía ocasión para buscar pasar un rato juntos con esa u otra excusa.

La asistente le agradaba mucho, cada que la veía en lo único que podía pensar era en seguirle el juego hasta que pudiera llevarlo más allá. Sin embargo, sus coqueteos iban siendo más atrevidos. Desde colgarse de su brazo cuando caminaban uno al lado del otro, hasta rozarle los hombros y muslos dependiendo de donde se encontraban. También solía hablarle acercándose a sus oídos con la complicidad de una amante. Él por su parte la saludaba con un suave beso en los labios. Si continuaba así, no pasaría mucho tiempo antes de que buscase alguna oficina desocupada para desahogar las ganas con ella.

—Hola Roberto, ¿Estás listo para ir a comer?

El cuestionamiento apenas entró fue seguido de sus pasos para rodear la mesa de reuniones y posicionarse a su lado. Sin disimulo, se inclinó hacia él sosteniéndose de su hombro y le plantó un beso muy cerca de la comisura de la boca. No lo había visto en todo el día y no quiso perder la oportunidad de saludarlo apropiadamente. Antes de responder, una punzada de culpa le atravesó el pecho y volvió a mirar a Diana. Seguía con la vista clavada en la pantalla frente a ella, parecía no darse cuenta de la presencia de Vanessa ni de sus intenciones.

Bajo nuestra piel [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora