Capítulo 8: Mi mamá

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Mamá se levantó de donde estaba y vi que se dirigía hacia Ben y a mí. Me lancé sobre la cajuela antes de que ella abriera la tapa ya que la hielera estaba fuera del lugar de la mancha de sangre. Mamá se volvió hacia atrás y se puso los puños en las caderas y dijo confundida con una ceja levantada:

-¿Qué haces? No hagas eso, quiero sacar hielo de la hielera, levántate.

-E-eh... ¿Para qué quieres hielo?

-Voy a cortar flores y las quiero frescas ahora levántate

-Oh, ¿Vas a cortar flores, eh? Yo también quiero, yo lleno la canasta con hielo, tú ve a ver las flores que quieres. En un momento te sigo mami.

-Bueno, está bien, la canasta está allá.

Mamá se fue a ver las flores y yo me limpié el sudor de la frente, pude ver que Ben también se preocupó por su expresión de temor y nervios. Me armé de valor tomando aire y cerrando los ojos para volver a abrir la tapa, el cabello estaba a la vista al igual que la mancha de sangre del tapete, me volvieron las ganas de vomitar, parece que cada segundo que veía esa cosa, más asqueroso era para mis ojos. Tomé la canasta y la llené de hielos, Ben me confesó:

-Sofía, no podemos dejar que mamá se entere de esto, ella es muy feliz con Johny y no quiero volver a verla triste o en este caso aterrada.

-Lo sé, lo sé, pero recuerda qué podría significar esto, esto podría ser más grande de lo que creemos y muy peligroso, así que debemos ser muy cuidadosos con esto, podríamos pagarlo muy caro si algo pasa.

-Sí, pero recuerda, mamá lo ama demasiado, y si éste hombre es lo que creo que podría ser, tenemos que alejarla de él para evitar que algo le pase.

Asentí en silencio, y me puse a pensar: qué tal si en realidad es un... un... un asesino... mamá y nosotros correríamos un gran riesgo; entonces mamá me sacó de mis pensamientos llamándome con cariño, me volví hacia donde ella estaba forzando una sonrisa de alegría y caminé hasta el lugar.

Mamá cortaba los tallos con unas tijeras y me lanzaba las flores para que las pusiera en el hielo con sal. Tenía esa sonrisa... esa sonrisa de felicidad infinita y juventud corriendo por las venas, sus labios rojos arqueados no emitían palabra en el momento, mas que quejidos por el esfuerzo de cortar el tallo. Mientras la veía cortar felizmente, me imaginé a mamá herida... herida como cuando papá... nos dejó... mamá no comía, por más que le preparaba comida que ella amaba, no quería comer nada, solo quería estar en su habitación, el lugar que compartía con el hombre de su vida. Estuvo al rededor de 2 semanas llorando y lamentándose en su cuarto, me dolía tanto verla así porque ella es de esas mamás de revista o de película, es perfecta en sí. Un día sábado, mientras estaba en la sala viendo televisión, escuche que la puerta de su cuarto se cerró ,me levanté y corrí para ver si había salido al fin... a la mujer que vi no parecía en nada a mi mamá, estaba pálida, con ojeras enormes, el cabello enredado y sus labios... los labios que siempre sonreían estaban resecos y sin color. Mamá empezó a caminar hacia mí muy lentamente, tenía la mirada perdida y sin brillo, tropezaba levemente al caminar, tenía puesta una pijama blanca de pantalón y camisa a parte estaba descalza, en un tropiezo casi se caía al suelo y como un rayo me moví para atraparla, ella empezó a llorar, primero fue un sollozo, luego un ligero llanto, y después un llanto desesperado. Acariciaba su enredado cabello para consolarla, pero luego empecé a llorar yo, pues por más que me dolía, tenía que ser fuerte para cuidar de mamá esas dos semanas, pero oírla llorar me llegaba a lo más profundo del alma y me daba un puñetazo en mis sentimientos.


Ben llegó de ir a comprar ingredientes, y al escucharnos llorar corrió escalera arriba y nos encontró postradas en el suelo, abrazadas y llorando sin consuelo. Él lanzó su mochila lejos y nos abrazó muy fuerte, nos dio un beso a ambas y siguió abrazándonos con fuerza. A los días mamá ya estaba mejor, recuperó sus tono de piel, calorías, sus labios tomaron color de nuevo y sus sonrisa volvió a su lugar de siempre, pero una cosa había cambiado, ya no era igual de alegre como antes. A las pocas semanas mamá estaba mas alegre, y llegaba del trabajo con las mejillas rojas como tomates. Entonces me dijo que tenía novio, y su nombre era Jonh Reese.

Mi padrastroOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz