Enfermedad al ataque

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Capítulo 8

Enzzo

Doy vueltas por la sala de espera del hospital, solo miro pasar y pasar a doctores y enfermeras y ninguno de ellos me dice que pasó con Rebecca. Decido tomar asiento en el sillón cercano a mi, pero no duro ni cinco segundos sentado ya que me levanto preso de la impaciencia.

Todavía me cuesta procesar lo que pasó; por la mañana estaba muy bien y en un parpadear su semblante cambió, en el momento en que la tos la atacó presentí que algo no iba bien, y después de que se desvaneciera en mis brazos las alarmas en mi cabeza se encendieron.
No dudé ni un segundo en alzarla en brazos y salir de mi oficina con ella, olvidándome completamente de Alex.

Al correr con ella por los pasillos ordené que llamarán a una ambulancia, pero en lo que bajé a la planta principal todavía no llegaba, así que la metí en mi auto y conducí con mucha velocidad por las calles de Chicago hasta llegar al hospital más cercano.

Entré con Rebecca desmayada pidiendo ayuda para que la atendieran, después de que me la quitaron se la llevaron separadola de mi y poniéndole oxígeno, lo lo cual me preocupó y deducí que era algo grave, así que me encargué de hablar para pedir el mejor tratado para ella y para que tuviera el mejor doctor para que la atendiera perfectamente.

Levo aquí más de una hora esperando noticias. No sé lo que le pasó y nadie se digna a decirme nada sobre su estado. Me he acercado a recepción a preguntar muchas veces pero siempre me dicen que está en observación. No me dicen nada que compruebe que este bien.

—¿Familiares de Rebecca Villanueva?— llega un doctor.

—Yo— me acerco a él.—¿Qué pasó con ella?

—¿Qué es usted de la paciente?

—Soy su esposo— miento. Si le digo que soy su jefe o su amigo no me dirá nada y quiero saber lo qué tiene y cómo está.

—¿Cuál es su nombre?— me pregunta.

—Enzzo Harper— se me queda mirando unos segundos antes de hablar y me doy cuenta de mi error, no lo había pensado muy bien por el desespero.

—Entonces la señorita debería ser Harper, no Villanueva— me mira con desconfianza.

—Es lo mismo que yo me pregunto— reacciono rápido y lo miro fijamente.
—Tendré que hablar seriamente con su superior por tan inaceptable error— finjo molestia e indignación.

—Lo sentimos señor Harper— se disculpa apenado, creyéndose mis palabras.

—Ahora dígame cómo está mi mujer— demando.

—La señora Harper está bien, le dio un ataque de asma pero pudimos controlarla.

¿Tiene asma?, ¿Y por qué diablos no traía el inhalador? O mero dicho: ¿Por qué yo no lo sabía?

—También tiene la garganta irritada y las anginas un poco inflamadas— prosigue.—No es nada de lo que se deba preocupar, le daremos un inhalador y medicamentos para la garganta. En unos cuantos días más estará cómo nueva.

Termina de hablar y el día de ayer se me hace presente.

Recuerdo

—Pues, pasó que el auto se descompuso, y ella le iba a decir a mi tío que viniera por mi, pero él no está en casa. Entonces decidí irme en taxi, traía un paraguas, claro que lo traía por si acaso pasaba esto, pero cuando intenté abrirlo se hizo tira— hace señas con la mano, simulando lo que pasó.—Ahora ese paraguas está ahí— señala el bote de basura.—Y señor Harper, no puedo mojarme, soy muy propensa a las enfermedades.

Mi Corazón Es Tuyo (#1. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora