Tú y yo

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Capítulo 30

Rebecca

—¿Miras el edificio de allá?

La voz de Enzzo me obligó a abrir los ojos y levantar la cabeza para mirarlo. Estábamos en la terraza sobre uno de los sillones y yo estaba cómodamente sobre su pecho, aunque tuviera puesta la falda de mi trabajo.

—¿Cuál?— cuestioné, completamente perdida.

—Aquel.

Encontré el edificio que señalaba y lo miré sin entender, se miraba igual que los demás, sólo que estaba más lejos que otros.

—¿Qué tiene?

—Ahí fuimos la otra vez, ¿Lo recuerdas?— volteo a mirarlo a él y después al lugar.

—¿De verdad?— pregunté, sorprendida.

—Sí.

Supongo que no lo noté por la distancia, aunque no es mucha, si acaso son tres cuadras de donde estamos, y ni se diga del lado Michigan, no se ve nada.

—Ni siquiera me di cuenta de que vivías cerca del lago— confesé y sentí como me abrazó más.

—Me extraña, eres muy observadora— dejó un beso en mi cabello y sonreí por eso.

Me encontraba cómodamente con sus brazos alrededor de mi cuerpo, teníamos bastante rato en la terraza y ni podía decir que tenía frío porque su enorme cuerpo me protegía de él.

—Es una lástima que no haya estrellas— hablé, con la vista en el oscuro cielo de Chicago.

—Las hay— tomé asiento y lo miré extrañada.

—No hay ninguna— señalé.

—Las luces de la ciudad no las deja brillar— explica.

—Algún día mandaré a apagar las luces por unos breves minutos para apreciarlas. Es injusto que luces artificiales opaquen a luces naturales y hermosas— observé el cielo, estaba limpio, no se miraba ninguna.

—A las personas no les importan las luces naturales cuando tienen artificiales que les brindan más comodidades, Reby.

—Pues esas personas son tontas. No saben de lo que se pierden— bufé, cruzándome de brazos.

—No, no saben.

Coloqué mi vista en él y fue ahí donde me di cuenta de que me observaba detalladamente. En el momento en que sus ojos se cruzaron con los míos, una linda sonrisa nació en sus labios y antes de que él pronunciara las palabras que me ponían locas las mariposas en el estómago, decidí decirlas yo acompañadas de un beso.

—Te quiero— dije primero, con mis labios en los suyos. Dejó salir una pequeña carcajada y tomó mi rostro entre una de sus manos.

—Yo te amo.

Me quedé petrificada ante su confesión repentina. Me alejé un poco de él y abrí tanto los ojos que lo hice reír por mis expresiones de asombro.

—¿Cómo?— pregunté, totalmente fuera de órbita.

—Te amo, Rebecca Villanueva— sonrió y me quedé muda.

¿Me dijo te amo?

¿Y dos veces?

Todo este tiempo me había repetido lo mucho que me quería, pero nunca me dijo te amo. Es la primera vez y se siente... bien, y un sentimiento de orgullo se instala en mi pecho al recordar sus palabras.

Mi Corazón Es Tuyo (#1. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora