Casi atropellada

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Capítulo 2

Rebecca

Doy un grito de terror cuando veo un auto frenar de golpe frente a mí, la barbilla me tiembla ligeramente por el tremendo susto. Siento que las piernas se me van a doblar y que aterrizaré en el pavimento. El auto me pita varias veces para que me quite y me hace reacción de mi trance.

¡Ja! Después de que casi me atropella tiene el cinismo de ordenar para que me quite.

—¡¿Pero quién te crees que eres?!— el temor abandona mi cuerpo para darle paso a la furia.

La puerta del auto se abre bruscamente y me quedo paralizada al ver tremendo hombre que se acaba de bajar; es alto, a de medir más de 1.90, se le nota a kilómetros que hace ejercicio ya que los hombros anchos lo delatan y además el traje que trae puesto se le ajusta bien al cuerpo mostrando sus músculos, su cabello es negro y al posarse frente a mí puedo ver sus ojos azules, un azul oscuro.

—Deberías aprender a manejar— hablo primero. Por lo visto mi comentario no le gustó en lo más mínimo ya que arrugó el ceño y tensó la mandíbula cuadrada que se carga.

—Y tú deberías aprender a fijarte si no viene un auto antes de cruzar.

¡Me quiero volver chango!

¡Que voz!

Tiene la voz muy gruesa y ronca. Con la estatura que se carga, el físico, la mirada y la voz, es capaz de intimidar a cualquiera.

—¿Disculpa?— digo al darme cuenta de que no había dicho nada.

—No repito las cosas.

—¡Pero si fuiste tu quién no se fijó! ¡El semáforo estaba en rojo! ¡Rojo!— grito histérica.

—¿Podrías bajar la voz? La gente nos mira— dice entre dientes mirando de reojo las personas que pasaban por la baqueta y que nos miraba cómo si no fuéramos de este planeta.

—¡¿Y eso qué?! ¡Aquí lo importante es que casi me...— su mano posada en mi boca me interrumpe, tiene una mano muy grande que casi me cubre medio rostro.

—Que te calles. No tengo tiempo para estás tonterías— quita su mano, se ajusta el saco del traje y se encamina a su auto. No había reparado en el auto, se nota que es muy caro y que este tipo es millonario o algo así.

—Ah claro, cómo tienes dinero te crees con el derecho de hacer lo que tú quieras ¿No?, Eres un idiota— bramo molesta. Yo también decido retomar mi camino caminando los pocos metros que separan la calle de la banqueta.

Una mano me impide que siga caminado, me gira bruscamente provocando que choque con su pecho duro y sus ojos azules se concentran en los verdes míos.

—¿Cómo me llamaste?— pregunta destilando molestia por dónde quiera que lo veas.

—Yo no te llamé, tú solo viniste— Está mal si piensa que le temeré por lo que es o por lo que tiene.

—No te hagas la graciosa conmigo.

—Yo hago lo que quiera, idiota.

—¿Me llamas idiota a mí? Te recuerdo que la que no miró que me acercaba eras tú— habla entre dientes, penetrandome con su mirada.

—Duro y dale con eso— me suelto de su agarre.—Yo no tengo la culpa de que seas un ciego y no veas a las personas que cruzarán la calle— levanto el mentón en desafío.

—Mejor dicho, yo no tengo la culpa de que seas muy pero muy pequeña como para no poder verte— dice juntando el dedo indice y el pulgar para hacer referencia a mi estatura.—Por un momento creí que eras un minions.

—¡¿Quién diablos va a medir lo mismo que tú?!— espeté, o mejor dicho: grité, furiosa por sus palabras.

—Ya estás gritando de nuevo— murmura para si mismo.

—¡Eres un idiota!— repito —¡Un estúpido! ¡Estuviste a punto de matarme!

—¡Deja de llamarme así!

—¡No quiero!— a este punto siento que me va a dar un infarto.

—No estás en posición de reclamarme nada, no somos del mismo nivel mujer histérica.

—¿Lo dices por la estatura?— pregunto indignada.

—¿Tú qué crees?

Miro a mi alrededor y a unos cuantos metros veo una mesa con sillas ya que frente a nosotros hay un restaurante al aire libre. Sin decir nada me acerco a ella, coloco la bolsa en la mesa y tomo la silla para ponerla frente al rascacielos con traje que me mira confundido.

Me acomodo la camisa jalandola del borde y me trepo en la silla para quedar a la par de él. Aún así él sigue siendo más alto por unos centímetros.

Por dios, ¿Qué le dieron de comer cuando era un niño?

Me mira como si estuviera loca y no sé si reír o llorar por eso.

—Yo creo que eres un idiota y un estúpido— repito lento para que me entienda. Tensa la mandíbula, los hombros y las manos las cierra en puños.

—Este es el momento en el que me pides disculpas por casi matarme— hablo de nuevo, cruzandome de brazos.

Se acerca a mí mucho más enojado.

—No voy a pedirte nada— dice entre dientes, arqueando la espalda hacia abajo para mirarme a los ojos y dsafiarme con el océano que tiene.

—¡Eres un idiota! ¡Un animal! ¡Un grosero!— Trata de decir algo pero lo empujo del pecho para que se aleje y pueda bajar de la silla. Solo se aleja unos pasos ya que no se compara mi fuerza con la de él.

Me bajo enojada de la silla, la pongo en su lugar y tomo la bolsa.—¡Bruto!— le grito antes de seguir mi camino apretando el paso para alejarme de ese hombre tan desagradable.

Siento su mirada azulada en mi, se que me mira y de seguro a de estar deseando lo pero para mí persona.

Después de unos minutos llego a la dirección del papel y antes de tocar acomodo mi ropa y mi cabello para dar la mejor imagen.

—Buenas tardes— saludo con una sonrisa cuando la mujer abre—Aquí está su pedido.

La observo mejor y noto que no se mira muy contenta.

—¿Mi pedido?— asiento —¡Lo pedí hace más de una hora y apenas va llegando!— me reclama.

—Lo siento es que tuve un problema en el camino— explico.

—¡Son unos inútiles!— me tira el agua que traía en un vaso. Vaso que ni tan siquiera me había dado cuenta que traía y me cierra la puerta en la cara antes de que diga algo.

Pongo mis manos en mi rostro para ahogar un grito de frustración y coraje.

Todo por ese maldito rascacielos con traje.

—¡Vieja loca!— le grito desde afuera. Pateo la puerta y retomo el camino a la cafetería, mojada, enojada y con la bolsa del pedido.

Hoy no fue un buen día para mí. Primero soy participe de una disputa entre una pareja, después casi muero atropellada por un idiota que ni se digno a pedirme disculpas, después, la vieja del pedido me reclama la tardanza, me grita, me moja y me cierra la puerta en la cara y como cereza del pastel ya me imagino la reprimenda que me va a dar mi tía al enterarse de todo ésto.

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Mi Corazón Es Tuyo (#1. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora