Corazones felices, corazones rotos

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Capítulo 25

Rebecca

¿Amor? Eso es lo que abunda en mí, eso reflejan mis ojos y mi comportamiento con el rascacielos con traje. Que haya confesado que siente lo mismo por mí me tiene como loca, me gusta saber que compartimos el sentimiento, y a pesar de que él no es muy demostrativo respecto a ellos, trabajaré en mi paciencia para que siempre me muestre ese lado que me mostró ayer.

Bajo al comedor y lo encuentro sentado en la cabeza de la mesa con un periódico en manos. Se encuentra concentrado en lo que lee y lleva su cara de amargado aunque esté relajado, o por lo menos eso parece.

—Buenos días— saludo y no me contesta.

Me siento a su lado y busco sus ojos pero no aparta la mirada de lo que lee en el papel, tiene el ceño levemente fruncido, eso es señal de que está molesto y sospecho el porqué de su humor.

—¿Pasa algo?— inquiero y me mira de reojo.

—Nada— habla, pasando la página.

Se mantiene en silencio y no le quito la mirada divertida por su comportamiento tan infantil. Me da gracia verlo hacer berrinche, es un hombre enorme e imponente que parece que te devorará vivo, pero se comporta así conmigo y lo hace ver como un niño malcriado.

—Mírame— le ordeno y no se inmuta.
—¿Qué lees?— cuestiono con diversión.

—Política— dice seco.

—¿Con el periódico al revés?

Se da cuenta de su error y me mira cuando me río a carcajadas de él. Me gusta él, me gusta su forma de ser conmigo, forma que a nadie más le muestra.

—Es una forma de lectura nueva— se defiende y me río más.

—Dime lo que pasa.

—Nada— repite, sin dar su brazo a torcer y gira el periódico.

Me levanto de mi silla y me acerco a él dándole un beso en la mejilla, su rostro se relaja un poco y lo repone cuando dibujo una sonrisa burlona en mis labios.

—¿Estás enojado por lo de anoche?— paso mis dedos por su cabello oscuro.

—No— se mueve para que deje de tocarlo y se enfoca en su lectura de nuevo.

—Mírame— le vuelvo a ordenar y niega.
—Vamos, mírame.

Me mira de reojo y cuando gira el cuello para verme le robo un beso y resiste el impulso de sonreír por eso.

—No era prudente— le digo y le doy otro regresando a mi lugar.

—Dormí en el pasillo— bufa.

—No te creo— río y le sonrío enfocándome sólo en él cuando las empleadas llegan con el desayuno.

—Me sentí solo anoche— reclama.

—Eres un hombre grande y fuerte, no creo que sientas diferencia.

—Eres pequeña pero llenas mucho.

Mi Corazón Es Tuyo (#1. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora