Seven.

77 68 7
                                    


Sin mediar palabra y sin siquiera despedirse de Laia y sus amigas, Giovanni rodeó mi cintura con su brazo antes de comenzar a andar hacia la salida.

- Entonces, ¿vendrás a mi casa?

- No creo que sea buena idea.

- ¿Por qué no? ¿Me tienes miedo?

- No digas tonterías, simplemente no te conozco lo suficiente como para ir a tu casa.

- ¿Y cuánto debes conocerme para que aceptes venir?

Razoné bien la respuesta que quería darle y finalmente suspiré.

- Hagamos algo, la próxima vez que hagas una fiesta iré. Así no me sentiré incómoda por estar a solas contigo.

- ¿Lo prometes?

Asentí sonriente y me fijé en que, a unos metros de allí, Joan me esperaba en su moto. Había olvidado por completo que él también tenía clases hasta las cinco, y que se había ofrecido a venir a recogerme.

- Giovanni, debo irme, nos vemos el lunes, ¿vale?

Besé su mejilla con timidez y después me eché a correr hacia la moto de mi amigo, que me esperaba con mi casco en la mano. Se quitó el suyo para mirarme a los ojos, con esa mirada de hermano mayor que hacía tanto tiempo que no veía en él, y yo simplemente me subí a su moto mientras me abrochaba el caso. Me habría encantado decirle que podía estar tranquilo, que no había nada entre Giovanni y yo, pero no me apetecía mentirle. Joan arrancó su moto y, menos de cinco minutos después, la aparcó nuevamente en la puerta de nuestro bloque de edificios. Ambos entramos en casa, en completo silencio, y yo me quité la chaqueta de que Giovanni me había dado el día anterior mientras me preparaba para el discurso que estaba a punto de empezar.

- Vicky, yo...

- Joan, no te preocupes, entre nosotros no hay nada.

- No soy tonto, lo vi ayer en la fiesta con esa misma chaqueta. Diez minutos antes de ver cómo se enrollaba con Laia.

Me senté en el sofá de nuestro salón tras escuchar la última frase y mi amigo suspiró y se sentó a mi lado.

- ¿Estás seguro de eso?

- Completamente... No te había dicho nada porque no sabía que estabas interesada en él.

- Y no lo estoy -concluí antes de levantarme del sofá y encerrarme en mi habitación-

Me tiré sobre mi cama mientras me repetía mil veces a mí misma lo idiota que era. ¿En serio me había llegado a plantear que alguien como Giovanni se podía fijar en alguien como yo? La historia que contaba Joan tenía mucho más sentido. Laia era mucho más guapa, tenía mejor cuerpo, era más popular... En fin, hacía la pareja perfecta con Giovanni. No escuché ningún ruido por horas mientras lloraba en silencio en mi habitación. Hasta que escuché como llamaban a mi puerta.

- Adelante -le indiqué a mi amigo mientras me secaba las lágrimas-

- He comprado sushi en tu restaurante favorito y me he descargado un montón de películas, ¿hacemos fiesta de pijamas?

- Joan, no hace falta que te quedes aquí, sé que tendrás mejores planes... Es viernes por la noche, sal con tus amigos y disfruta.

- No digas chorradas, no hay mejor plan que estar con mi mejor amiga. Ponte el pijama, te espero en el salón.

Y, sin esperar respuesta, abandonó mi habitación, cerrando la puerta tras de sí. Yo suspiré mientras me desvestía y me puse un pijama de pantalón corto, era septiembre y aún hacía algo de calor. Un par de minutos después salí al salón y me sorprendí al ver que mi compañero ya se había encargado de todo. Sobre la mesa habían dos copas y una botella de vino, a parte de varias bandeja de sushi. Joan volvió de su habitación segundos después.

- Las estaba pasando a un USB. La primera la escojo yo.

Sonreí mientras descorchaba la botella de vino y servía en ambas copas. Después, me senté mientras comprobaba que mi amigo había escogido una película de miedo, concretamente una de la saga de "la purga". Entre el sushi, el vino, las películas y su compañía, Joan consiguió que me olvidase por un rato de que me habían roto el corazón.

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora