Ten.

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Mi despertador se encargó de recordarme que volvía a ser lunes. ¿Por qué los fines de semana tienen que ser tan cortos? Deberían durar, como mínimo, 4 días. Suspiré mientras me levantaba de la cama, cogí lo primero que vi en el armario, y caminé con desgana hasta el baño. Cuando me disponía a entrar a él, salió Joan, que sólo llevaba una toalla atada a la altura de la cintura.

- Buenos días, enana.

- ¿Qué haces despierto tan temprano? ¿Estás enfermo?

- Muy graciosa. Voy a llevarte a la universidad en moto, ese tío es como los perros, tengo que estar constantemente marcando territorio para que te respete. Duchate y prepárate, yo voy a vestirme y a preparar algo de desayunar.

Estaba demasiado dormida para enterarme de la mitad de las cosas que acababa de decirme, así que me encerré en el baño, me duché y me preparé, tal y como me ordenó mi compañero de piso. Después de unos 25 minutos, salí y volví a sorprenderme al ver que mi amigo ya había preparado el desayuno. Zumo de naranja, dulces y sándwiches.

- No son tus tortitas, pero no soy tan cocinitas como tú.

- Eres el mejor -le sonreí mientras me sentaba a comer junto a él-

Unos diez minutos después, ambos nos cepillamos los dientes y abandonamos el piso. Cinco minutos después de salir de casa ya estábamos en la facultad. Joan aparcó justo enfrente y me hizo esperar unos minutos, esperando a que Giovanni llegase para que nos viese juntos.

- Joan, creo que llegará tarde, o directamente ni vendrá... Yo después de esta clase tengo otra, ¿por qué no vienes a buscarme? Ahí seguro que nos verá.

- Está bien. ¿A qué hora terminas?

- A la una.

Me bajé de la moto y le mandé un beso volado mientras caminaba hacia la entrada de la facultad. Eran las menos cinco. El profesor de derecho procesal era muy estricto con la puntualidad. Al entrar en el aula, ocupé mi lugar de siempre y saqué mi material para tomar apuntes. Unos minutos después, el docente, que ya estaba allí cuando yo llegué, empezó con la clase. Giovanni llegó quince minutos tarde y, tras llevarse una pequeña reprimenda por parte del profesor, se sentó a mi lado. Yo lo ignoré y seguí tomando apuntes, aunque él tampoco me dirigió la palabra. Simplemente se dedicaba a mirar al profesor. Ni siquiera había traído un triste cuaderno para tomar nota. Me preguntaba cómo había conseguido llegar a tercero de carrera así, y, peor aún, cómo había conseguido una beca Erasmus con esa actitud.

- Supongo que tendré que aprovechar ahora que no puedes interrumpirme para contarte qué pasó con Laia.

- No necesito que me expliques nada, es tu vida -le contesté yo en un susurro, sin ni siquiera molestarme en mirarlo-

- No es necesario pero quiero hacerlo. Es cierto que me besé con ella, y te mentiría si te dijese que no me gustó.

Otra puñalada que me destrozaba todavía más el corazón.

- Giovanni, por favor, para.

- Espera, deja que acabe por favor. Cuando te vi llegar a ti me olvidé de ella y de todas las demás. Sólo quería besarte a ti. Y por eso lo hice. Y por eso te besé también a la mañana siguiente.

Lo miré ojiplática, sin creerme aún que me acabase de reconocer que nos había besado a las dos la misma noche, y estaba a punto de enseñarle un par de insultos en español cuando el profesor dio por finalizada la clase. Me levanté con prisa de la silla, metí mis cosas sin mirar lo que hacía siquiera en la mochila y salí corriendo del aula. Sentía los pasos de Giovanni tras de mí, y eso me ponía todavía más nerviosa.

- ¡Victoria, voy a estar todo el año aquí, no puedes huir de mí siempre!

Sin hacerle caso, entré al aula donde se impartiría nuestra otra asignatura del día, derecho comercial, y me senté en un lugar diferente al habitual, tratando de evitar a Giovanni, que, lejos de pillar la indirecta, se volvió a sentar al lado mío. Me disponía a cambiarme de sitio cuando la profesora se dirigió a mí.

- Victoria, el viernes vi como traducías una conversación entre Giovanni y Laia. Es buena idea que os senteis juntos, así puedes traducir si lo necesita.

Asentí mientras suspiraba y pude ver de reojo como mi compañero sonreía de oreja a oreja.

Afortunadamente, Giovanni no me habló ni una sola vez durante las dos horas de clase. La profesora no paró de hablar y dar información de suma importancia durante toda la clase. Nuevamente, él sólo se dedicaba a escuchar mientras los demás hacíamos malabares para escribirlo todo. Cuando el reloj marcó la una, sentía que la cabeza me iba a explotar en cualquier momento. Mientras metía mis apuntes en mi maleta, mi teléfono comenzó a vibrar. Era Joan. Sonreí al pensar que Giovanni seguía ahí, sentado, esperándome, y respondí la llamada.

- Dime amor.

- No me digas que tienes otra vez a ese tío pegado.

- Exacto.

- Sal ya, te estoy esperando.

- Vale, enseguida estoy ahí.

Me levanté de mi asiento mientras cortaba la llamada. La profesora seguía allí, organizando sus cosas.

- Señora Vázquez, yo tengo un pregunta... -Escuché que decía Giovanni, fingiendo que su español era muchísimo peor de lo que realmente era-

- Claro, dime Giovanni.

- No entiendo muy bien la idioma y... Yo querría saber si... Podría tener una compañera que me podré ayudar un poco...

- Claro que sí, seguro que Victoria está encantada de ayudarte. ¿Verdad Victoria?

Yo estaba a sólo unos pasos de abandonar el aula. Suspiré analizando la situación. La señora Vázquez no era sólo mi profesora de derecho mercantil, también era mi tutora. No me interesaba caerle mal.

- Si Giovanni aprueba podría subir un poco tu nota también, me imagino que no debe ser fácil explicar todo esto en italiano.

Asentí a la propuesta de mi profesora y volví a bajar las escaleras para acercarme a ellos.

- ¿Cuándo quedamos para estudiar entonces? -preguntó él con media sonrisa-

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora