Eight.

80 67 7
                                    

Al día siguiente volvieron a despertarme los rayos de sol. Miré la hora en mi móvil. Las diez y media. Me desperecé mientras bostezaba, ayer había estado hasta tarde despierta viendo películas con Joan. Finalmente me decidí a levantarme, busqué algo de ropa cómoda para estar por casa en el armario y me dirigí al baño. Tras desnudarme, me metí en la ducha, donde estuve cerca de quince minutos, y volví a salir. Me vestí y me sequé el pelo con una toalla, quería evitar el secador para despertar a mi compañero de piso. Después volví a mi habitación para coger mi móvil, y vi la chaqueta de Giovanni colgando de la silla de mi escritorio. Suspiré, sintiéndome idiota una vez más, y salí de allí con mi móvil en la mano. Preparé tortitas y café, sabiendo que aquel era el desayuno preferido de Joan, serví dos raciones y vasos y me dirigí al cuarto de mi amigo con una bandeja. Efectivamente, seguía dormido. Dejé la bandeja en la mesa de noche y me senté en la orilla de la cama. Sonreí mientras lo veía dormir. Joan era un año mayor que yo. Cuando llegué al piso, él ya vivía allí. Lo primero que me dijo cuando nos conocimos es que las horas de sueño son sagradas para él. Al principio pensé que estudiaba mucho y debía dormir para rendir. No tardé mucho en comprobar que, más bien, debía recuperar las horas de sueño que perdía cuando salía de fiesta.

- Joan, despierta. Ya son las once.

Mi amigo, lejos de obedecer, se dio la vuelta, con la intención de seguir durmiendo.

- Hice tortitas.

Tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente se sentó en la cama mientras bostezaba.

- Algún día te pediré matrimonio.

- Dios me libre.

Ambos sonreímos mientras colocaba la bandeja sobre la cama.

- ¿A qué se debe este bonito gesto? -Me preguntó antes de darle el primer sorbo a la taza de café-

- Te lo debía, por lo de anoche...

- Enana, tú no me debes nada, anoche me apetecía comer sushi y beber vino con mi mejor amiga.

Yo sonreí mientras él depositaba un beso en mi cabeza. Justo entonces, su móvil empezó a vibrar.

- Es Xavi - me informó él mientras miraba la pantalla-

- Cógelo, no te preocupes -le respondí mientras me comía una de mis tortitas-

- ¡Ey! ¿Qué pasa? No, ayer al final no salí... -mi amigo me sonrió mientras escuchaba lo que le decían al otro lado del teléfono- ¿Esta noche? No sé... -Yo asentí enérgicamente con la cabeza, sabía que a mi amigo le apetecía salir y no quería que se quedase de nuevo sin salir por mi culpa- Ah, pues Vicky dice que sí le apetece, luego me pasas hora y ubicación.

Me atraganté con el café al escuchar que yo también estaba incluida en el plan y tardé unos minutos en dejar de toser.

- ¿Prefieres morir atragantada a ir a una fiesta? -Me preguntó mi amigo mientras se comía su último trozo de tortita-

- Te aseguro que hoy prefiero morir a ir de fiesta.

- No voy a dejar que te deprimas.

Y, tras decir aquello, se llevó la bandeja, puso el lavavajillas y se encerró en el baño. Suspiré y me fui a mi habitación, donde comencé a pasar apuntes de toda la semana a limpio. Y, aunque estuve horas sentada en aquel escritorio sin dejar de escribir, mi mente estaba en otro lado. Mi cerebro seguía sermoneando a mi corazón por haber caído en una trampa tan fácil. Lo que no me había pasado de adolescente me pasó siendo una adulta supuestamente madura. A eso de las dos de la tarde me levanté de la silla y me dirigí a la cocina, dispuesta a hacer algo de almorzar. Joan estaba en la terraza, hablando por teléfono. Yo saqué cuatro patatas de la caja en la que las guardábamos y comencé a pelarlas y cortarlas, dispuesta a hacer una tortilla española. Cuando ya había terminado y acababa de poner el aceite al fuego para freírlas, Joan salió de la terraza, entrando directamente en la cocina. No traía buena cara.

- ¿Todo bien? -Le pregunté mientras rompía los huevos en un bol-

- Sí, es sólo que... La fiesta a la que dije que iríamos esta noche...

- Ah sí, ¿sabes qué? Llevo horas estudiando y creo que necesito ir a esa fiesta y distraerme.

- Ya, pero... Es en casa de Giovanni.

Dejé lo que estaba haciendo y guardé silencio durante unos segundos que para mi compañero de piso debieron ser eternos.

- Te juro que no lo sabía, Vicky.

- No te preocupes, iremos igualmente. Pero necesito que me hagas un favor. Giovanni me dijo en su fiesta que nosotros éramos novios, y yo no se lo negué, así que vamos a hacerle creer que es así.

Mi amigo me miró con los ojos bastante abiertos, sin entender lo que le estaba diciendo.

- ¿Y por qué no se lo negaste?

- Porque estaba demasiado cerca de mí y estaba muy nerviosa.

- Así que piensa que somos novios pero te coquetea, ¿puedo romperle la cara por eso?

- No Joan, sin violencia, sólo necesito que actúes conmigo esta noche, ¿me harás ese favor?

Mi amigo me miró en silencio y acabó suspirando.

- ¿Cuándo te he negado algo? Cuenta conmigo.

Yo aplaudí emocionada y besé su mejilla antes de volver a prestar toda mi atención en nuestro almuerzo.

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora