Three.

118 81 15
                                    


Es increíble como podemos cambiar la manera de ver las cosas por la simple presencia de una persona. Y más cuando conocemos a esa persona de un par de horas. Aquella clase de derecho procesal fue la más efímera de mi vida. Hubiese pagado por permanecer más tiempo sentada al lado de mi nuevo compañero. Me daba igual el dolor de cabeza provocado por haber dormido escasas horas la noche anterior. Me daba igual que mi pulso se acelerase con sólo una sonrisa suya. Me daba igual que mis compañeras me mirasen mal por ser la única que tenía el placer de conocer a Giovanni. Me daba igual todo, yo sólo sabía que a su lado me sentía genial y que iba a pasar todo el tiempo posible con él. Por eso, cuando nuestro anciano profesor, que ya debía pasar de los sesenta años, dio por finalizada su clase, hice lo posible por recoger al mismo ritmo que él para salir a su lado. Sonreí al ver que mi plan, a pesar de ser completamente improvisado, había salido bien, y salí junto a él al pasillo de nuestra facultad, sintiéndome el centro de todas las miradas.

- ¿Por qué hablas así, distinto a los demás?

Salí de mi trance al escuchar la pregunta de mi compañero y, aunque al principio no comprendí lo que quería decir, finalmente sonreí al comprende que se refería a mi acento.

- Bueno, puede decirse que yo tampoco soy de aquí. Nací y me crié en Sevilla, en Andalucía.

- Sí, he escuchado hablar de Sevilla. Espero que algún día me lleves a sus ferias.

- Si te portas bien, lo haré.

- No tenía intenciones de portarme mal contigo.

Obviamente había mantenido un tono de burla en toda la conversación, ya que estaba bromeando. Pero Giovanni no debía de estar haciéndolo, porque al terminar su última frase se acercó tanto a mí que pude notar su aliento desprendiendo menta. Si estando a mi lado ya me ponía nerviosa, imaginaos cómo estaba en ese momento, teniendo mis labios a centímetros de los suyos.

- ¿No nos vas a presentar a tu amigo, Victoria?

Me separé de golpe al escuchar la voz de Laia, una de nuestras compañeras de derecho procesal. Ella, acompañada por Esther y Anna, sus inseparables amigas, alternaba la mirada entre nosotros dos. Miré por un segundo a Giovanni, que lejos de sentirse intimidado, miraba a mi compañera con cierto aire de desconfianza.

- Él es Giovanni, acaba de llegar de Milán, es un Erasmus y estará con nosotros todo el curso...

- Es un placer Giovanni, yo soy Laia, ¿te gustaría venir a tomarte algo conmigo fuera de la facultad? Puedo enseñarte la ciudad, Barcelona es preciosa...

- Mi dispiace ma non parlo spagnolo, non ho capito nulla di ciò che dico solo

Abrí los ojos como platos al escuchar lo que le acababa de decir a una de las chicas más guapas de mi promoción y tuve que toser para disimular que estaba a punto de estallar en carcajadas.

- ¿Qué acababa de decir, Victoria? ¡Tú sabes hablar italiano!

- Pues básicamente acababa de decirte que no habla español y que no ha entendido nada de lo que le dijiste...

- Bueno, dile que eso no es problema. Podemos entendernos bien aunque no hablemos el mismo idioma.

Puse los ojos en blanco y miré a los ojos a Giovanni. La diversión que desprendía su mirada, lejos de enfadarme, me hizo sonreír.

- Il mio collega ha detto che...

Ni siquiera me dejó terminar la frase. Volvió a acercarse a mí, con la misma rapidez que dos minutos antes, y me calló al besarme. Y, aunque al principio el beso no fue nada correspondido porque simplemente no me lo esperaba, finalmente me dejé llevar e incluso olvidé que estaba en pleno pasillo de la facultad, con tres compañeras mías delante y besando a un chico que había conocido hacía sólo tres horas. Aquella fue la primera vez que Giovanni hizo que me olvidase de todo y que actuase con el corazón, y no con la cabeza, pero algo me decía que no iba a ser la última. Y, me guste o no, no estaba equivocada.

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora