Five.

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Los rayos de sol fueron los encargados de despertarme al día siguiente. Como cada mañana, palpé la cama durante un par de segundos para encontrar mi móvil. Al ver que este marcaba las nueve y media, di un grito que debió escuchar todo el bloque de edificios y salté de la cama como una poseída. Tenía media hora para ducharme, vestirme, peinarme, maquillarme, desayunar y llegar a la facultad. En fin, que tenía que cumplir una misión imposible.

Una vez en la ducha decidí que aquel día suprimiría el desayuno para ahorrar tiempo y que dedicaría menos tiempo al maquillaje. Aún así dudaba que llegase a tiempo. Salí corriendo del baño y volví a mi habitación, de donde saqué los primeros vaqueros y la primera camisa que vi. Me vestí con una velocidad que me sorprendió hasta a mí y después de calzarme mis Nike corrí de nuevo al baño para hacerme una simple coleta y cepillarme los dientes. Di algo de color a mis mejillas con un poco de colorete y me pinté los labios en un par de segundos. Suspiré al ver mi reflejo en el espejo y volví a mi habitación para ponerme la cazadora de Giovanni y colgarme mi bolso. Hubiese gastado un minuto de mi valioso tiempo en despertar a Joan, pero lo conocía y sabía perfectamente que aquella mañana no acudiría a la facultad. No con la resaca que debía de tener encima. Cerré la puerta de nuestro piso y bajé corriendo las escaleras, agradeciendo que viviésemos en el primero y no tuviese que esperar por el ascensor. Abandoné el portal prácticamente corriendo, y caminé con una prisa tremenda por la calle. Las menos cuarto, aún podía llegar a tiempo. Demasiado justa, pero al menos no llegaría tarde. 

- La cazadora te queda mejor a ti que a mí.

Paré de golpe al escuchar aquella voz a mis espaldas, y comencé a replantearme seriamente si Giovanni me seguía, o simplemente era el destino quien se empeñaba en ponerlo a mi lado.

- Y mira que eso es complicado...

- ¿Dónde ibas con tanta prisa?

Encaré una ceja al escuchar su pregunta. No sabía si estaba siendo irónico, o si no recordaba que, al igual que yo, él también tenía Derecho Parlamentario a las diez en punto, en menos de quince minutos.

- Tenemos derecho parlamentario y llegamos tarde.

- Paso de esa clase, ya fui el viernes y es un rollo. 

- Pero...

Una vez más, me calló besándome. Estaba cogiendo aquello como una costumbre, y, aunque me encantase, al mismo tiempo me ponía de los nervios que no dejase que terminase las frases que empezaba. 

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora