Two.

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El reloj. Aquel enemigo con el que me tenía que ver a diario. Ese aparato que tiene el sonido más irritante que mis oídos hayan escuchado jamás. Ese objeto que me estaba molestando en ese momento, a las siete en punto de la mañana, gritándome que, si no me levantaba ya, llegaría tarde a mi clase de las ocho. Con mucho esfuerzo y mientras mi cabeza y mi cuerpo me ordenaban lo contrario, conseguí levantarme de mi ser más preciado, mi cama, y a tientas atiné a calzarme las zapatillas de levantar. Así, arrastrándome como si de un vulgar caracol me tratase, conseguí llegar al que sería mi primer destino aquella mañana, el cuarto de baño. Evité mirarme al espejo porque sabía de sobra que no me gustaría nada ver a mi propio reflejo en esas condiciones y abrí el agua caliente mientras me desprendía de mi pijama y mi ropa interior. Así empezó mi día aquel lunes, y así iba a empezar mi tercer año de carrera.

Bueno, creo que es hora de que me presente. Mi nombre es Victoria, tengo 20 años y soy estudiante de derecho. Nací y me crié en Sevilla, pero al empezar la universidad me mudé a Barcelona, ya que era aquí donde quería estudiar y poder cumplir mi sueño, el de poder dedicarme a la abogacía. Dejé a toda mi familia y amigos en Andalucía y cuando llegué a Barcelona me vi completamente sola, pero aquello no tardaría en cambiar. Pronto hice migas con mi compañero de piso, Joan, y él mismo se encargó de presentarme a todos sus amigos. Sin embargo, en clase no podía contar con mi primer amigo catalán, ya que él estudiaba arquitectura. Afortunadamente, mi acento, completamente distinto al de todos mis compañeros, fue mi clave para hacer amistades en la facultad. A todos les parecía gracioso e incluso simpático escuchar a una sevillana hablar entre tantos catalanes. Por todo esto, aunque al principio tenía muchísimas dudas y miedos, jamás me arrepentí de haberme mudado. Sí, sé lo que os estáis preguntando. Todo este rollo de la carrera y los amigos está muy bien, pero, ¿y mi vida amorosa? Bien, esa pregunta tiene una respuesta bastante clara. No existe. Tuve un novio y varios líos cuando vivía en Sevilla, y aquí en Barcelona he tenido varias citas con chicos que me ha presentado Joan y un único novio, Mario, con el que no me fue demasiado bien. En definitiva, jamás he tenido nada serio con ningún chico. Y, me creáis o no, jamás me he enamorado. Nunca he sentido la necesidad de tener a una pareja a mi lado. Afortunadamente soy una persona muy independiente en ese sentido.

Miré mi reloj de pulsera de reojo mientras me cepillaba los dientes. Las ocho menos cuarto, y tenía la facultad a diez minutos caminando. Mierda, me había entretenido demasiado en el desayuno. Me enjuagué la boca con prisa y, justo cuando me di la vuelta para salir corriendo me choqué con el torso desnudo de mi compañero de piso.

- ¿Qué enana, otra vez llegando tarde? Eso de año escolar nuevo vida nueva no va contigo...

- Joan, no tengo tiempo, entro en quince minutos...

- Si me esperas cinco minutos te llevo en la moto.

- Pero...

- Confía en mí.

Me sonrió, mostrándome esa dentadura perfecta que poseía, y se retiró del cuarto de baño para ir directo a su habitación. Yo simplemente resoplé y me colgué mi bolso. Lo hacía adrede, sabía que odiaba llegar tarde, y más aún si se trataba de una clase. Pero sorprendentemente cumplió su palabra y al par de minutos salió con un casco en cada mano. Me cedió uno con una sonrisa, y yo lo cogí de manera precipitada y salí prácticamente corriendo del piso que compartíamos. No tenía tiempo para sus juegos de miradas y sus sonrisas coquetas. Aquel día, no.

Me subí a la ducati roja, regalo de sus padres, mientras me colocaba el casco con cuidado, en un intento fallido de no despeinarme demasiado. Y segundos después me abracé a la cintura de mi amigo cuando sentí cómo arrancaba el motor.

- Cómo te aprovechas de la situación, ¿eh?

- O arrancas ya o me voy caminando.

Mi amigo sonrió y segundos después ya recorríamos nuestra calle a toda velocidad. Yo simplemente sonreí. No le temía a la velocidad, y menos aún cuando se trataba de Joan, que manejaba a la perfección su moto. Y así, gracias a él, conseguí estar a las menos cinco en la puerta de la facultad. Deposité un beso en su cuello, ya que el casco cubría su rostro y me impedía besar su mejilla, y me coloqué el bolso mientras corría hacia la puerta. Ahora sólo tenía que correr hasta llegar a mi aula...

- Perdona...

Suspiré al escuchar aquella voz masculina con acento extranjero y me giré con mala cara, no podía evitarlo, sabía que iba a llegar tarde por culpa de aquel individuo. Pero mi cara cambió por completo al ver al dios griego que tenía ante mis ojos. Y yo con cara de mal humor y pelos de loca por el casco...

- ¿Sabes dónde está la clase de derecho procesal?

Seguía sin saber de dónde venía aquel chico, pero por su acento y lo que tardaba en hablar mi idioma estaba claro que español no era.

- Sí, acompáñame, creo que soy tu nueva compañera de clase.

El chico me sonrió y mientras andábamos por los pasillos de la facultad me contó que venía de Milán y que estaría todo el año de erasmus en nuestra universidad. Y, ¿para qué negarlo? Me alegré bastante al saber que aquel chico rubio de ojos esmeralda podría alegrarme la vista durante todo un año escolar.

Miré mi reloj mientras entrábamos en clase. Las ocho y tres minutos. El profesor ya andaba dando su clase, y afortunadamente estaba de espaldas a nosotros, escribiendo algo ilegible en la pizarra. Le hice un gesto de silencio a mi nuevo amigo italiano, que me sonrió con complicidad, y conseguimos llegar a dos de los asientos libres sin llamar la atención de nuestro profesor, que seguía escribiendo, o mejor dicho, haciendo garabatos.

- Por cierto...

Miré hacia la izquierda al escuchar la voz de mi compañero en un susurro, e intenté no perderme en sus ojos y hacerle caso a él.

- Me llamo Giovanni.

Sonreí y asentí mientras estrechaba la mano que él me había ofrecido después de decir su nombre.

- Yo soy Victoria, Giovanni. Un placer.


Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora