Fiveteen.

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Capítulo especial narrado por Joan

Aquel jueves me quise morir cuando mi despertador sonó a las siete de la mañana. Realmente no sabía en qué estaba pensando mi yo de 18 años cuando decidió apuntarse a la universidad en vez de buscarse un trabajo de turno de tarde para poder dormir plácidamente hasta tarde. Suspiré mientras me levantaba de la cama y fui directamente  a la ducha, donde no estuve más de diez minutos. Me sequé el pelo con una toalla y me vestí en mi habitación. Me serví un vaso de café que había dejado haciendo mientras me vestía y, tras bebébermelo, cogí mi mochila y mi casco y me fui sin hacer ruido. Vicky no tenía clase hasta más tarde y podía dormir un poco más. Mi facultad estaba más alejada que la suya, tenía que conducir diez minutos para llegar. Al aparcar me encontré con Xavi, que fumaba un cigarro en la entrada. Era mi amistad más longeva, nos habíamos conocido en primaria con 6 años y desde entonces no nos habíamos separado. Ni siquiera la universidad consiguió hacerlo.

- Buenos días. ¿Conseguiste hablar con Vicky?

- Sí, anoche hicimos las paces.

- Joan, tarde o temprano te tocará explicarle la verdad.

- Ya se me pasará, Xavi, no te preocupes.

Entré en la facultad con el casco en la mano. Mi amigo tardó unos segundos en seguirme, supongo que estaría dándole la última calada al cigarro antes de entrar.

- Llevas tres años diciendo lo mismo.

- No puedo contarle que estoy enamorado de ella cuando ella está enamorada de otra persona. Eso sería como un suicidio sentimental. Y también perdería su amistad.

- Su amistad la vas a perder como se entere por otra persona de que llevas desde el primer día enamorado de ella.

Suspiré mientras ocupaba mi sitio para la clase de Representación Arquitectónica, que estaba a punto de empezar.

- Me tienes que ayudar a quitarle a ese tío de la cabeza.

- ¿Y cómo se supone que vamos a hacer eso?

- Siguiéndolo hasta que caiga. Si ya se besó una vez con Laia vovlerá a hacerlo tarde o temprano.

- ¿Y después qué harás, le contarás que lo perseguiste para ver cómo se besaba con otro?

- No, después tendrá la gran suerte de que tú lo verás y me lo contarás para que yo la avise a ella.

- Una gran suerte, sí -contestó mi amigo en un susurro, dando por terminada la conversación al ver que el profesor comenzaba a hablar-

Hacía años que no me sentía tan desconcentrado en clase. No dejaba de pensar en Vicky, en qué había visto en cuestión de un mes en Giovanni que no había encontrado en tres años en mí. Cuando terminó la clase, le mandé un mensaje a para invitarla a comer al restaurante andaluz que acababa de abrir. Después me organicé con Xavi para tener los planes de vigilancia hacia Giovanni claros y me marché al gimnasio, ya que no tendría más clases hasta el día siguiente. Allí hice varios ejercicios con las pesas y después descargué toda mi rabia contra el saco de boxeo. Estuve cerca de una hora golpeándolo sin parar y, si paré, lo hice porque sentía que comenzaba a faltarme el aire. Me dirigí a las duchas de los vestuarios, me vestí con ropa limpia que traía en la mochila y miré la hora en mi móvil. Era la una y media y Vicky tenía clase hasta las dos. Llamé al restaurante para asegurar que tendríamos una mesa libre, aunque ya lo había hablado unos días antes con Daniela, la hermana de Xavi, y después salí del gimnasio y puse rumbo hacia la facultad de derecho. Esperé pacientemente hasta las dos y diez, cuando a lo lejos vi a Vicky despedirse de Giovanni, que se iba caminando en dirección contraria. En la esquina contraria pude distinguir la moto marca Honda de mi amigo, que llevaba el casco puesto. Sonreí al ver a mi amiga llegar y le cedí su casco. La comida fue maravillosa, y Vicky parecía estar de muy buen humor ese día. Me preguntaba si le habría pasado algo con Giovanni cuando mi móvil comenzó a sonar.

- Tengo que contestar. ¿Por qué no vas a saludar a Daniela? Yo voy enseguida.

Ella asintió sin dudar y se acercó al camarero para preguntar si podía hablar con la cocinera. Yo contesté la llamada de Xavi mientras la observaba desde la mesa.

- Dime Xavi.

- Deberías poner una quiniela, hoy es tu día de suerte.

- ¿Qué?

- Estoy en una cafetería con terraza que está bastante cerca de la facultad de derecho. Y Giovanni y Laia también están aquí, bastante acaramelados.

- Hazles un par de fotos, por favor. Te debo una bien grande.

- Y tanto, porque como me pillen voy a quedar de enfermo.

Colgué la llamada y me acerqué a Daniela y a Vicky.

- Hola Dani, la comida estaba buenísima, que sepas que conseguiste emocionar a una sevillana.

- Me alegro mucho, volved cuando queráis, poco a poco iremos añadiendo más platos.

- Eso haremos. ¿Nos vamos, enana?

Mi amiga asintió de inmediato y, tras despedirnos de Daniela, nos marchamos del local. Andamos hacia la moto en completo silencio, estaba buscando la manera correcta de contarle a Vicky lo que me había contado Xavi. Pero creo que no hay una "manera correcta" para contar algo así. Ella notó que me pasaba algo, y me preguntó varias veces hasta que decidí contarle la verdad. Ella parecía bastante afectada. Más de lo que me gustaría. Verla así era como sentir cien cuchillos clavados por todo el cuerpo. Odiaba ver sus ojos verdes llenos de lágrimas. Lo único que podía hacer por ella era consolarla y vigilarla para que no volviese a caer en las garras de ese tío. Cuando estuvimos en casa, la escuché llorar desde la cocina. Y, aunque quería dejarle su espacio, no pude ignorar su llanto. Le preparé una tila y se la llevé a su habitación. Nunca la había visto así. Tan rota, tan destruida. No parecía ella. Pero la conocía. Sabía lo fuerte que era y que saldría adelante, ella solita, sin ayuda de nadie, como siempre había hecho. Tras beberse la tila, estuve un rato más en su dormitorio, abrazándola, secando sus lágrimas, consolándola como buenamente podía. Fue entonces cuando su móvil comenzó a sonar. Sentí que la sangre me hirvía cuando leí su nombre en la pantalla.

- Cógelo tú, Joan, por favor. Móntale una escena de celos, dile lo que quieras, pero no quiero volver a verlo nunca más -me suplicó, con los ojos llenos de lágrimas-

- No te preocupes, yo me encargó -besé su frente antes de coger el teléfono y abandonar la habitación. Me di prisa en andar hasta la terraza, antes de que colgase o saltase el contestador- ¿Sí?

- ¿Joan?

- El mismo.

- ¿Está Victoria?

- No, ella está durmiendo.

- ¿Durmiendo? Son las cuatro de la tarde.

- Mira Giovanni, intenté ser cortés contigo, pero se ve que no pillas las indirectas. Mi novia no quiere hablar contigo, y a mí también me molesta un poco todo este rollo de que estés tan pegado a ella, pareces su sombra.

- Supongo que eso debería decidirlo ella.

- Ella ya decidió, Giovanni. Y decidió que no quiere saber nada más de ti. Así que no quiero volver a verte cerca de ella.

Antes de que pudiese contestar, finalicé la llamada y me tomé la molestia de bloquearlo del WhatsApp y de meter su número en la lista negra. Así no podría molestarla más.

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora