Nine.

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Me miré una vez más en el espejo de cuerpo entero que tenía en mi habitación. Llevaba una falda de cuero negra y una camiseta blanca con topos negros. En cuanto al calzado había optado por unas botas a la altura del tobillo, también negras, aunque con tachuelas plateadas. Me había recogido el pelo en dos trenzas boxeador y me había maquillado con el maquillaje que me había regalado mi madre por Navidad, el más caro que tenía. Cogí mi bolso, donde llevaba las llaves de casa, mi cartera y el móvil, y antes de salir de la habitación me puse un poco de mi perfume favorito. Joan me había tocado la puerta tres veces en media hora. Llegábamos tarde.

- Lo siento, ya estoy -me disculpé mientras salía de mi habitación-

Él se levantó del sofá y me miró de arriba a abajo un par de veces.

- Guau, me están dando ganas de pedirte que seas mi novia de verdad.

Yo simplemente reí y tiré de la mano de mi amigo para salir de allí.

- Espera, hace demasiado frío, ¿por qué no llevas esa chaqueta negra? Te quedaría bien con ese outfit.

Por supuesto, se refería a la chaqueta de Giovanni.

- No pasa nada, vámonos ya, el taxi nos está esperando.

Aunque llegaríamos en cuestión de minutos con la moto, sabía que mi amigo bebería esa noche, así que decidí pasar pedir un taxi que, efectivamente, acababa de estacionar en la puerta de nuestro edificio. Quince minutos después estábamos nuevamente en casa de Giovanni. Sólo eran las diez y media de la noche, pero ya había bastante gente allí.

- Avísame cuando quieras que empecemos con el teatro -me dijo mi amigo al oído, la música estaba bastante alta y era bastante complicado mantener una conversación-

- Cuando lo veamos aparecer empezamos.

Mi amigo asintió y se acercó a sus amigos para saludarlos. Yo me fui hasta el grupo de compañeras con las que solía quedar para estudiar en época de exámenes, que me dijeron en varias ocasiones lo guapa que estaba esa noche. Valeria, una de ellas, sonrió mirando a mis espaldas mientras Paula nos contaba sus vacaciones de verano en Croacia. Cuando me quise girar para ver qué ocurría, me encontré de golpe con Giovanni, que, para no variar, volvía a aparecer de manera sigilosa.

- Buenas noches, señoritas.

Ellas suspiraron y contestaron encantadas mientras yo veía como Joan se acercaba raudo y veloz a mi rescate.

- Amor, no te separes que hay mucha gente y después no te encuentro -me regañó antes de besar mis labios-

- Perdón, sólo quería saludar a las chicas. Nos vemos después, ¿sí?

Ellas asintieron, tan sorprendidas como Giovanni, que fulminaba con la mirada a Joan. Mi compañero de piso abrazó mi cintura y me llevó hasta el salón, donde, lejos de beber como solía hacer, se dedicó a bailar conmigo, a pesar de que ninguno de los dos sabía hacerlo.

- Creo que le debes una explicación a tus amigas -me habló él al oído, de nuevo la música evitaba que pudiésemos hablar guardando distancia-

- Les diré que estabas borracho, es más fácil que explicar toda la historia.

- ¿Por qué soy siempre el perjudicado?

Yo simplemente reí y seguí bailando con él, fue entonces cuando pude ver a Laia con Giovanni. Parecía que ella no paraba de hablar, pero él no nos quitaba la mirada de encima a nosotros. Rodeé el cuello de mi amigo con mis brazos y lo besé. El parecía sorprendido, pero no tardó en devolverme el beso.

- Voy un momento al baño -le dije cuando dimos por finalizado aquel beso-

- ¿Te acompaño?

- No creo que me vayan a secuestrar.

- Está bien, yo estaré en el jardín con Xaxi y los demás.

Asentí y me alejé de él para dirigirme directamente a la segunda planta. Si no recordaba mal, los baños estaban allí. Sonreí al ver que no había nadie allí y cerré la puerta con llave. Suspiré mientras hacía mis necesidades, la imagen de Laia y Giovanni juntos hacía que un sentimiento que no había experimentado en mis veinte años de vida despertase. Se llamaba celos. Me lavé y sequé las manos y, al salir, me volví a encontrar con Giovanni. Intenté ignorarlo, pero él cogió mi brazo cuando me disponía a pasar por su lado.

- Cuando me dijiste que vendrías a mi próxima fiesta no imaginé que fuese con tu novio.

- Si te molesta podemos irnos.

- ¿Y no puede marcharse él solo?

- Me temo que no.

- ¿Te pasa algo conmigo? Te noto muy fría.

- Es que me he dado cuenta de que así debería haber sido siempre. Tú puedes quedarte con el calor de Laia. Me han dicho que en la última fiesta que hiciste estabáis muy juntitos. Claro, por eso ella estaba deseando que hicieras otra.

Le sonreí con ironía antes de soltarme de su agarre y volví a bajar las escaleras en dirección al primer piso.

- ¡Victoria, espera!

Yo apresuré mi paso al escuchar su voz y corrí hacia Joan desde que lo localicé. Él me miró sin entender cuando me vio llegar a esa velocidad, pero cuando vio que Giovanni estaba nuevamente a mis espaldas besó mi mano antes de enlazarla con la suya y siguió hablando con sus amigos.

- ¿Podemos hablar un momento?

Antes de que me diese tiempo a responder, mi amigo se giró para quedar frente a Giovanni.

- Creo que estás un poco obsesionado con mi novia, ¿no?

Giovanni guardó silencio mientras me miraba, buscando probablemente algún tipo de defensa. Pero no la iba a encontrar, simple y básicamente no la merecía. Sin mediar palabra, se retiró de allí y Joan volvió a abrazarme mientras hablaba con sus amigos. A espaldas de estos, vi como Giovanni bebía una copa tras otra mientras seguía en compañía de Laia, sin embargo seguía sin mediar palabra. Cerca de una hora después, él subió al piso de arriba, dejándola a ella sola, y no volvió a bajar más en toda la noche.

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora