Seventeen.

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Eran la diez en punto cuando mi amigo tocó la puerta del baño por tercera vez.

- Ya estamos listas, Joan -le contesté yo mientras terminaba los últimos detalles del maquillaje de Valeria-

- Eso me lo has dicho tres veces.

- Te prometo que esta vez es en serio, recuerda que a la tercera va la vencida -contesté yo esbozando una sonrisa- Lista y preciosa.

- Gracias amiga, tú estás de infarto.

Le sonreí y recogí todos los productos que habíamos utilizado antes de salir por la puerta. Xavi también estaba allí bebiendo una cerveza. Mi amiga trató de esconderse al verlo, y Joan y yo nos sonreímos. Cogí su mano y la llevé hasta la terraza, donde estaba el amigo de mi compañero de piso.

- Mira Xavi, esta es Valeria.

Xavi se giró al escuchar mi voz y sonrió al ver a mi amiga. Se acercó para darle dos besos, y sus mejillas tomaron un color rojo de inmediato.

- Yo soy Xavi, encantado.

- Enana, ¿puedes ayudarme un momento?

- Sí, ya voy.

Cerré la puerta de la terraza mientras sentía como mi amiga me fulminaba con la mirada por dejarla sola con Xavi. Joan me sonreía desde la cocina. Ambos sabíamos que no necesitaba ayuda, sólo queríamos que se quedasen solos.

- Somos malvados -aseguré yo mientras me situaba a su lado-

- No, a Xavi le encanta ver cómo se sonrojan y se ponen nerviosas por estar cerca suya.

- Espero que ese plural no vaya en serio.

- Es una manera de hablar. En el mundo no hay hombre más fiel que yo, pero Xavi no está mal.

Sonreí al recordar lo que me había dicho mi amiga unas horas antes en clase. "Joan es más guapo, pero ese es tuyo". Si ella supiese en el lío en el que había metido a mi amigo sólo por darle celos a Giovanni...

- Tú estás muy guapo, seguro que esta noche triunfas.

- No creo, estaré demasiado ocupado quitándote babosos de encima.

Le sonreí a Joan y, minutos después, los cuatro cogimos un taxi para dirigirnos hacia la discoteca. Eran las once menos cuarto cuando llegamos a la discoteca, que ya estaba llena de gente. Cogí la mano de Valeria para no perderla y Xavi y Joan fueron a saludar a unos compañeros de la facultad.

- ¿Qué tal con Xavi? -Le pregunté mientras caminábamos hacia la barra para pedir nuestras primera copas-

- Bien, es muy mono -me contestó ella con timidez-

- Yo creo que tú también le gustas a él -le sonreí y pedí dos cervezas al camarero. Ni Valeria ni yo estábamos acostumbradas a beber otro tipo de bebidas alcoholicas, que no fuesen la cerveza y el vino-

- No sé, creo que él es demasiado para mí... -Aseguró ella, dejando que esa parte insegura de su personalidad saliese a relucir-

- No digas tonterías Valeria, tú eres preciosa y estoy segura de que él está loco por ti.

Mi amiga sonrió y sacó la cartera para pagarle al camarero, pero él aseguró que las consumiciones ya estaban pagadas. Lo miramos sin entender y él nos señaló hacia la otra punta de la barra. Ahí estaba Giovanni, con una camisa blanca, a juego con la sonrisa que nos estaba regalando.

- ¿Se puede saber qué te traes con el Erasmus?

- Una larga historia -aseguré mientras cogía mi cerveza y entrelazaba mi brazo con el de mi amiga para no perderla por el camino, ignorando completamente a Giovanni-

Cuando llegamos donde estaban Xavi y Joan, ellos conversaban animadamente con otros dos compañeros. Miré a mis espaldas y vi a Giovanni charlar en la barra con otro chico. Entonces lo reconocí y lo entendí todo. Ese era el compañero de piso de Giovanni, lo había conocido en la primera fiesta que hizo en su casa. Y nos habían invitado a Joan y a mí porque él también estaba en el último año de arquitectura. Por eso Giovanni estaba allí.

- ¿Acabamos de llegar y ya tienes una copa en la mano? -Me preguntó mi amigo con burla-

- Lo raro es que todavía no la tengas tú.

- Eso dolió.

Sonreí y me pregunté si debía contarle a Joan que Giovanni estaba en la discoteca. Mi lógica no tardó en reaccionar y decir que, tarde o temprano, se acabarían viendo. Así que decidí contárselo.

- Ven un momento -le pedí mientras cogía su mano y lo alejaba levemente del grupo. Vi de reojo como Xavi se acercaba a Valeria y conversaba con ella y sonreí levemente- Giovanni está aquí.

- ¿Qué? ¿Esto es una broma?

- No, Joan, su compañero de piso también estudia arquitectura, supongo que lo invitaría como hiciste tú conmigo.

- ¿Se acercó a ti?

- No, cuando fuimos a la barra a pedir las cervezas Valeria quiso pagarlas. El camarero le dijo que nos habían invitado y señaló hacia donde estaba él.

Mi amigo suspiró, visiblemente frustrado, y miró hacia la barra.

- Necesito tomar algo.

- Recuerda que me prometiste que no te emborracharías.

Él asintió antes de enlazar nuestras manos y avanzamos hasta la barra. Allí mi amigo se pidió otra cerveza. Mientras esperábamos por la bebida, sentía la mirada de Giovanni clavada en nosotros. Joan parecía estar harto del juego de miradas de mi compañero de clase.

- Joan, ignóralo, ya se cansará -le dije yo antes de besar sus labios-

Mi amigo, lejos de sorprenderse esta vez, rodeó mi cintura con sus brazos y alargó el beso,hasta que escuchamos al camarero llegar con la cerveza. Joan pagó la consumición y volvió a coger mi mano con la que a él le quedaba libre para volver con Xavi y con Valeria. Mientras nos alejábamos, me giré y busqué a Giovanni con la mirada. Seguía en la barra, y no nos quitaba el ojo de encima. Al llegar allí, nos sorprendimos al no ver a nuestros amigos. Joan le preguntó a un amigo que tenían en común, y este nos aseguró que lo había visto bailar con Valeria poco antes. Ambos nos sonreímos y nos tomamos nuestras respectivas cervezas mientras hablábamos de nuestras vacaciones de navidad, que serían en poco más de dos meses. El año pasado, Joan había viajado a casa de sus padres y había pasado las vacaciones con su familia. Sin embargo, este teníamos planeado viajar a Sevilla y pasar las navidades juntos con mi familia. Al terminar nuestras bebidas, arrastré a mi amigo, que se hacía derrogar, hasta la pista de baile. Sabía lo que le pasaba a Joan. Era muy perfeccionista. Y, o lo hacía todo perfecto, o prefería no hacerlo. Y, ¿para qué mentir? El baile no era lo nuestro. Aún así, una vez allí se resignó y asimiló que su destino esa noche era bailar conmigo. Perdí la cuenta de las canciones que bailamos, de los pisotones, de las risas que estos nos provocaban. Por perder, perdí hasta la noción del tiempo. Y juraría que a él le pasó lo mismo.

- Voy un momento al baño -le dije a Joan al oído, aunque no sabía si me había escuchado por el sonido tan alto de la música-

- Vale, yo voy a pedir otras dos cervezas, te espero en la barra.

Asentí y me alejé de él entre la multitud. Llegar al baño me costó horrores por la cantidad de gente que había. Hice una pequeña cola de unos cinco minutos y después pude entrar al servicio. Dos minutos después, me lavé las manos y salí de allí. Miré un segundo mi móvil para ver la hora y me sorprendí al ver que ya era la una de la madrugada. ¿En serio llevábamos más de dos horas allí?

- ¿Algo interesante?

Levanté la mirada para verle la cara a la persona que me estaba hablando, aunque sabía perfectamente que se trataba de Giovanni. Reconocería su acento, su perfume y el tono de seguridad que derrochaba su voz entre cientos de personas, sin importar lo fuerte que estuivese la música de la discoteca, o la poca claridad que había en esta.

Diario de una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora