Prologó.

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Su cuerpo ardía, tan caliente como el verano en el centro de la ciudad o como la lava de un volcán, y él único que podía ayudarlo ahora era el hombre frente a él. Se aferro a su piel, helada como el mármol y tan suave como una sábana de seda. Su desesperación por poder salir vivo no le dejó más opción que rendirse ante el paulatino deseo.

Una vez que el dolor terminó, el placer comenzó a hacerlo volar, sentir como si hubiera fuegos artificiales explotando dentro de su mente, haciéndolo sentir como si estuviera en medio de un mar de fuego, que se negaba a extinguirse.

A la deriva, entrando y saliendo. Sin escapatoria alguna.

—Oye, despierta. El aire acondicionado está frío, no duermas o te resfriaras...

El peso sobre su hombro despertó a Wei Wuxian, haciéndolo abrir los ojos completamente desorientado. Observo a la enfermera de píe frente a él. Se sintió un poco avergonzado y su pálido rostro se sonrojó cual remolacha.

¡Maldita sea su suerte! A pesar de que había pasado mucho tiempo, los destellos de la noche en la se había emborrachado y coqueteando con Jiang Cheng aparecían en sus sueños a menudo. Debido a que había consumido demasiado alcohol, no podía recordar mucho de lo que había ocurrido esa noche. Por ende, no sabía cómo encararía a su Cheng-ge.

La enfermera al verlo despierto estiró su brazo para pasarle el papel.

—¡Se te olvido llevarte el informe de tú embarazo! ¡Si lo dejas aquí, el Dr. Zhang lo habría hecho regresar la siguiente semana!

Wei Wuxian recibió el informe con una dulce sonrisa y lo guardó en una parte segura de su mochila.

Jiang Cheng había estado estudiando en el extranjero y volvería hoy; cuando Wei Wuxian pensó en reunirse con él durante la noche, se sintió un poco nervioso. Debido a que Jiang Cheng había estado en un lugar muy remoto, no había podido ponerse en contacto con él hasta ahora, cuando ya tenía un abultado vientre de siete meses de embarazo.

Y al pensar por la conmoción por la que había pasado Jiang Cheng al enterarse sobre su embarazo, Wei Wuxian se tensó. ¿Quizás su embarazo lo estaba volviendo mucho más sensible y paranoico?

De todas formas, él sintió que Jiang Cheng no estaba tan feliz como él con las noticias.

Los médicos le habían asegurado que, al tratarse del primer hijo, era normal que los alfas se mostraban siempre indiferentes y negativos, tenía algo que ver con el cambio de olor con los omegas. Sin embargo, en cuanto a la cuestión del matrimonio... uhg.

Él no podía mencionarlo primero, ¿Verdad?

Al salir del hospital, el cielo estaba completamente despejado y el sol era abrasador. Con una mano apoyada en la cadera, el ojigris estaba apunto de pedir un taxi, cuando de repente, un llamativo deportivo rojo se apresuró hacia él. El corazón de Wei Wuxian casi se sale e inmediatamente dio unos pasos hacia atrás.

El sonido de los frenos lastimó sus oídos cuando el auto deportivo rojo se detuvo tan cerca de él que rozaba los bordes de su chaqueta y por poco le atropellaba uno de sus hinchados pies. Wei Wuxian no era alguien miedoso, pero mentiría al decir que no lo sentía en ese momento, su corazón por poco dejaba de latir.

Apenas podía mantenerse de pie.

Abriendo la puerta, Wei Yao salió del auto, vistiendo uno de los tan caros y ajustados trajes que se ceñían a su diminuto cuerpo.

—Wei Yao, ¡¿Estás loco?!

Mirándolo, Wei Yao se rió con ganas. Su risa gutural y su sonrisa con hoyuelos revelaban cierto sentimiento y de brazos cruzados se acercó, quedando frente a Wei Wuxian. Debido a los zapatos con plataforma que llevaba puestos, lograba quedarle justo debajo de los ojos, Wei Yao observó su vientre con arrogancia disimulada.

El secreto perfectoWhere stories live. Discover now