U

551 66 10
                                    

Ambos detuvieron su andar. Un silencio incómodo invadió toda la casa mientras ambos países comenzaban a sonrojarse tanto, que ni su piel roja lo podía disimular. El corazón de ambos se paró unas milésimas de segundos, para después latir como si estuvieran a punto de tener un ataque. El alemán se dio media vuelta mirando con nervios al mayor que estaba igual de nervioso.

TR- Eso...fue tan vergonzoso. - Soltó una risa nerviosa llevando su mano a su brazo para comenzar a moverse incómodo.

USSR- Lo...lo se. – Rio de igual forma, pero el no pudo mirar al contrario a los ojos y solo pudo tomar el borde de su ushanka para cubrirse un poco.

TR- ¿En...enserio quieres pasar toda tu vida con...conmigo? - Se veía ilusionado pero asustado. Las manos le sudaban y su tono de voz salía tan dulce y suave. Algo tan raro que ponía aún más nervios al ruso que sólo pudo asentir frenético para poder contestar. - ¿Por qué tienes que ser tan ridículamente cursi? - Se acercó al soviético tomando sus manos para que dejara de esconder su rostro debajo de su gorro. - Yo también quiero pasar toda mi vida junto a ti.

USSR- ¿D...de verdad? - El menor asintió con una sonrisa tan única como él, que lo hacía sentir especial pues nadie más podía tener el derecho de recibir aquel gesto, o de tan siquiera mirarlo.

TR- Pero debemos conocernos mejor.

USSR- Podemos empezar de una vez. - Tomó al alemán de la cintura, separándolo unos centímetros del suelo para besarlo. - ¿Qué opinas?

TR- Opino que deberías de bajarme antes de que te clave mi pincel en tu ojo. - Dijo con clara molestia y sin rastros de estar mintiendo. Soltó un bufido cuando sus pies tocaron el suelo, el soviético no parecía escucharlo y sólo lo bajó para seguir besando su rostro. - Soviet, si vamos a empezar a conocernos deberás de contestar todo lo que te pregunté, por más difícil que sea responder.

USSR- Paró de golpe con los besos para mirar el rostro del alemán. No parecía estar bromeando, pero al mismo tiempo parecía que también le afectaba pues esa regla también aplicaba con él mismo. - Bien, pero... prométeme que no me abandonarás si lo que digo no te agrada. - Tomó ambas manos del menor besándolas con ternura. -  O por lo menos lo pensaras bien antes de hacerlo.

TR- Los ojos del soviético estaban sobre los suyos, suplicando con miedo a que aceptara la propuesta. Siempre había sido débil ante se par de ojos verde esmeralda, tan expresivos que cualquier idiota los podría leer. O tal vez estaba acostumbrado a verlos y ya sabía que significaba cada cambio que había en estos. Nunca se hubiera negado a cualquier petición que el mayor le hiciera, siempre y cuando tuviera los ojos sobre los suyos, siempre viéndolo a el y nada más. - Eso mismo te iba a pedir yo.

vale madre Where stories live. Discover now