Papá

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Habían pasado 5 meses desde que salió de aquella casa que lo agobiaba, dónde solo ocurrían peleas o se daban miradas de miedo y desprecio. Donde su familia se quebrantó al punto de no hablarse y evitarse a toda costa.

Quien diría que terminaría regresando para recoger el oso de peluche de Bielo.

No quiso que lo acompañará, no podía dejar que viera a su padre después de lo que les hizo, además solo entraría, tomaría el peluche y se iría. Después de todo su padre debería ser como un viejo que no tiene un propósito y solo se la pasaba añorando lo que perdió sin poder levantarse de la cama. Si, eso debía de estar pasando, así que sería fácil evitarlo.

Entró siendo lo más silencioso posible, dejando las llaves colgadas a un lado de la puerta por inercia. Lo primero que noto fue el estado deplorable de la casa, como si nadie la estuviera limpiando o como si nadie viviera ahí. Supuso que su padre debería de estar tan deprimido como para cuidar adecuadamente la casa. No esperaría menos, era un golpe muy duro el pasar de ser el país más extenso a un don nadie solitario.

No se tardó mucho en encontrar el dichoso oso, solo tuvo que dar un vistazo a los cuartos para descubrir que estaban casi vacíos, no tuvo que pensar tanto en que su padre había llevado las cosas importantes a su propio cuarto. Solo tuvo que abrir la puerta y diviso el osito café con bufanda y gorro rojo, justo en un estante con varios juguetes que pudo reconocer. El tren de Estonia, los carritos de Letonia y Lituania, el peluche de murciélago de Moldavia, y un largo etcétera de juguetes. Y entre ellos también estaba el suyo, un pequeño conejo azul pastel, lo recordaba muy bien porque él lo había tirado cuando era niño, argumentando que ya era un niño grande que no jugaba con peluches.

Habían pasado tantos años y su padre seguía conservándolo.

Odiaba esos recuerdos porque le ablandaban el corazón, queriendo volver a tener, al menos, un poco. Pero eso era ridículo.

Cuando regreso la vista al estante vio un sobre pegado a la pared, al parecer estaba cubierto por el conejo. Lo tomo despegándolo, teniendo cuidado con la cinta.

Leyó la perfecta caligrafía cursiva de su padre: "para Ucri".

Lo más probable es que fuera una ridícula carta de disculpas. Pero ¿Qué podía hacer? Estaba sentimental por los juguetes, leer la carta no le haría daño, además lo podía hacer mientras se dirigía a la salida, no puede ser tan extensa, así no tendría que ese extraño sentimiento y necesidad de buscar a su padre y perdonarlo, aunque dudaba mucho que eso lograra pasar.

Abrió el sobre mientras abandonaba la habitación, soltando un suspiro a ver qué eran dos hojas. Comenzó a leer mientras avanzaba por el pasillo, teniendo mucho cuidado para no caer o chocar, a pesar de que no había nada.

Por favor Lee completa la carta

Ucri, mi siempre niño rebelde, no sé cómo hayas recibido esta carta, tal vez alguien te la mandó o tu solo la encontraste en la casa, y me sorprende mucho si ocurrió esto último, no creo que seas el primero en venir a menos que hayas olvidado algo como un osito de peluche con gorro y bufanda. Si ocurrió lo primero, me disculpo por no mandarla personalmente, alguno de tus hermanos debió mandarla en mi nombre. Si ocurrió lo segundo, por favor, encárgate de que los demás reciban su carta.

Al estar escribiendo esto solo me vienen recuerdos de como solías competir con Rusia por todo, como la vez en que se deslizaron por una colina para ver quién era más rápido y ambos terminaron con un brazo roto. Debo admitir que fue gratificante para mí que hayan dejado de pelear cuando crecieron, eran muy problemáticos cuando lo hacían. Aunque ahora pelean como adultos, no solo son competencias absurdas sobre quien es mejor, ahora son discusiones donde ambos se ofenden y golpean con el fin de lastimarse por el odio que se tienen.

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⏰ Last updated: Apr 28 ⏰

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