[07]

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La casa del bosque había estado estos últimos meses prácticamente abandonada. Trasnochada tanto que las horas diarias dedicadas al descanso se podían contar con los dedos de una mano. Pero después de que los niños habían vuelto a casa y habíamos rescatado a Celeste, me tomé la libertad de volver a mi casa y descansar como es debido.

Llevaba unas horas de sueño reparador cuando una extraña sensación ya conocida, me asaltó y me hizo abrir los ojos.

Algo pasaba. No sabía el qué aún pero lo averiguaría. A juzgar por la luz que entraba por la ventana del salón debía ser cerca del medio día. Me froté la cara para despejarme y me levanté de la cama. Atravesé el hueco de la puerta estirando los músculos de la espalda y el cuello. Hacía tiempo que no pasaba una noche al raso y aunque el pelaje de mi familiar me había protegido del fresco de la noche, fue una noche agradable e inquietante. Ella no sabía quién era y así debía seguir por ahora. Dudaba que encontrarse de lleno con una persona convertida en animal, le supusiera una grata sorpresa. No después del último encuentro con la magia.

Me lavé la cara con agua fresca mientras pensaba en su risa aquel día en el aquelarre y en sus ojos oscuros como el café. Esa mujer estaba rebosante de vida, pensé con las gotas de agua resbalando por mi rostro y a pesar de que debía estar pensando en el motivo de mi repentino despertar, ella era lo único que ocupaba mi mente desde hace un tiempo. Estaba más delgada que antes y su mirada acostumbraba a verse opaca y pensativa en las noches, aunque hace unas horas la sentí tan resignada que temí que fuera a hacer una tontería. Y solo empeoró esa sensación el hecho de oler el pútrido olor a demonio en los bosques. No era raro encontrar su rastro muy de vez en cuando, pero este olor era tan intenso que no supe distinguir si venía de los alrededores o tan cerca que ella podría ser la fuente. Esperaba que al menos sus hermanos la hubieran cuidado lo suficiente como para no rendirse a uno de esos chupadores de energía.

Los golpes apresurados en la puerta me sobresaltaron.

Me apresuré a abrir la puerta aún solo con los pantalones de pijama.

-¡Chan! ¡Chan, despierta y abre!

Fruncí el ceño al escuchar la voz de mi hermano. ¿Dónde estaba mi teléfono? ¿Me habría llamado y no lo había cogido?

De todas maneras abrí antes de que me echara la puerta abajo.

-¡Qué pasa! -lo reprendí antes de verlo bien.

Tenía un corte en la ceja izquierda cuya sangre coagulada se secaba sobre la sien en su recorrido hacia abajo y el cabello revuelto, sus ojos brillantes de poder y su uniforme de paladín había tenido días mejores.

-¿Qué te ha pasado?

-Vístete -dijo empujándome hacia dentro, sus manos estaban frías y me percaté del ligero temblor en sus dedos.

-¿¡Pero me quieres decir qué mierda pasa!?

-Es Celeste -dijo simplemente.

Me giré inmediatamente. La había dejado en manos de su hermano y del mío hace escasas horas. Las alas negras de mi hermano rozaban las paredes del pasillo y me percaté de pequeños agujeros donde antes lo rellenaban plumas. Sin duda algo importante había pasado así que no me resistí más y me encaminé a mi habitación mientras mi hermano me empujaba por la espalda para apresurarme.

Cuando llegamos, Félix se sentó en mi cama con las alas extendidas sobre la colcha y suspiró tembloroso y cansado, descansando los codos sobre las rodillas.

-Vístete, por favor. Te lo contaré mientras tanto. -Aquello me alarmó más de lo normal así que traté de vestirme lo más rápido posible-. Han entrado demonios a la mansión de los vampiros.

Dux Et General [2] Where stories live. Discover now